El partido fue capicúa. Wanderers fue mejor al comienzo y también sobre el final. De arranque, el conjunto uruguayo se paró bien, logró presionar en esos primeros minutos y generó dos chances claras. La primera fue gol: desborde por la izquierda de Rodrigo Rivero, centro atrás, Adrián Colombino que patea desde el borde del área, Manuel Castro se topa con la pelota, la aguanta, no se puede dar vuelta, y la cede para Sergio Blanco que estaba a su derecha. El Chapita la apretó fuerte y convirtió el 1-0. Y la segunda... una picardía. Pase largo para Castro, que queda mano a mano con el arquero Marcelo Robledo y todo por hacer. Decidió pegarle de una y se la atajó. Iban 9 minutos y pudo ser un quiebre del juego.

Después, en el medio, aconteció lo lógico. Los bolivianos se fueron acomodando mejor, la falta de aire no les afecta, empezaron a desplegar las puntas gracias a un juego de toque corto y pases profundos -donde se destacaron tres volantes: Víctor Melgar y los argentinos Aníbal Domeneghini y Alexis Bravo-, y comenzaron a generar peligro a la defensa bohemia.

Encima con suerte: Melgar tira un centro desde la derecha sin mirar, con el sentido de ubicación como única referencia, la pelota pica cuando fueron a buscarla uno de cada equipo, eso distrae a Ignacio de Arruabarrena y la pelota se le va por el segundo palo sin que la toque nadie. Igualdad 1-1 a los 18.

Apretado, el bohemio dejó tres puntas para poder atacar, además de llevarse la pelota lejos de su área para encontrar aire y tranquilidad, en ese orden. Pero no le salió del todo bien. La cancha le quedó demasiado larga y abusó de los pelotazos largos, situación que no hizo otra cosa que darles la pelota a los bolivianos rápidamente. Universitario, con la guinda, en el primer tiempo siempre eligió la derecha para atacar. Precisamente desde ese costado vino el centro donde el zaguero uruguayo Diego Barboza tocó la pelota con la mano y el árbitro paraguayo lo pescó. El argentino Bravo aseguró el penal al medio y fue el 2-1 hasta ese momento justo.

No fue un calvario, ni esos típicos partidos de altura en donde los bolivianos pasan por arriba a cualquiera, pero qué complicada empezó la segunda parte para Wanderers. Universitario, consciente de que la diferencia de un gol no era suficiente pensando en la vuelta -aunque siempre es mejor ganar, lógicamente-, se posicionó igual, pero varios metros más adelante que en el primer tiempo: tres atrás, cinco volantes cubriendo el centro de la cancha y dos delanteros a la pesca. Colombino, Matías Santos fueron sobrepasados con asiduidad y la defensa bohemia sufrió. Una subida por la izquierda del brasileño Tinga fue el comienzo del tercer gol boliviano. El tiro del norteño, débil pero difícil por el ángulo que llevaba más los piques, se le abrió a De Arruabarrena y le quedó en el pie a Aldo Velasco, que sólo tuvo que tocar en corto. Cuesta arriba mismo: 3-1, a casi 3.000 metros de altura, con prácticamente media hora por jugar.

Jorge Giordano, entrenador de Wanderers, empezó a mover el banco. Solución lógica para estos casos. Santiago Martínez entró pegado al gol de Velasco y le encomendaron lo de siempre: marcar mucho y soltarse cuando le queda. Unos minutos más tarde Giordano mandó a Cristian Palacios para que se sumara a Chapita Blanco en el área rival. Fue una variante con ojo clínico. Palacios, apelando a su sentido de la ubicación característico, se movió entre los defensores hasta que Nacho González le puso un pase de los que acostumbra -fino, entre líneas, al pie del delantero-, para que definiera ante el arquero de forma categórica.

Luego del 3-2 Wanderers se tuvo fe. Insinuó un par de veces, pero sin puntería para empatar. También sufrió, pero esta vez su arquero estuvo bien parado y desactivó lo que pudo ser una diferencia de dos. Así, a uno de distancia, es linda para que el bohemio revierta la historia. Claro, tiene que ganar.