No es para cualquiera entrar y cambiar la suerte de un partido. Encima, con dos goles. Ayer lo hizo un chiquilín de 16 años: Facundo Milán. El pibe entró en el complemento por Héctor Romário Acuña, cuando Defensor no podía generar situaciones claras de gol y, si las generaba, siempre le faltaba el último toque. Milán, del que ayer nos enteramos de que cimentó su camino hacia la Primera División haciendo goles de todos los colores en las inferiores violetas, demostró en dos acciones que el oficio –y tal vez el talento– lo lleva en el ADN. A lo pescador, marca de calidad de cualquier delantero, Milán estuvo ahí en reiteración real: primero, para cabecear una pelota suelta y marcar la apertura, cuando faltaban 20 minutos para el final; cuatro minutos después, para darle de zurda al gol a otra pelota que estaba a la deriva. Una vez más, la calidad individual le da puntos importantes a Defensor. Será la calidad de las inferiores violetas, será la astucia de un entrenador que ha sabido llevar adelante una transición entre los buenos que no están y los que llegaron, será el viento que sopla torcido. Es lo que es. Por ahí lo explican los números del año: 21 partidos ganados, seis empatados y sólo uno perdido entre Apertura y Clausura.

Más allá del destaque goleador de Milán, no fue un buen encuentro el jugado ayer en Colonia, donde predominó la lucha sobre el buen fútbol. Tal vez, mirándolo en retrospectiva, Defensor hizo más méritos que Plaza Colonia. Pero lo cierto fue que en el minuto a minuto la cosa estuvo pareja. En el primer tiempo ambos alternaron el manejo de la pelota. Primero fue el violeta, gracias al orden de su mitad de cancha: Mathías Cardacio, Carlos Benavídez y Matías Cabrera fueron el motor de las pocas chances en la primera mitad. Una la hizo el propio Benavídez, primero jopeándosela a un rival y luego tirando desde lejos, balón atajado por el buen arquero de Plaza, Matías Soler; la otra fue de Acuña, pero el gol estuvo bien anulado por offside. Federico Puppo contó con la más clara para Plaza Colonia. Mano a mano con Guillermo Reyes, el delantero patablanca definió desde el suelo y erró al arco por poco.

La segunda parte no fue muy distinta, salvo hasta que el partido cambió por los cambios y el desgaste físico por ambos lados. El primero en intentar otra cosa fue el director técnico violeta. Primero metió al goleador Milán y luego a Facundo Castro. Piernas frescas, rápidas, con la intención clara de hacer daño en velocidad y con campo abierto. Dicho y hecho: Defensor comenzó a jugar cerca del arco de Plaza Colonia y, al poco tiempo, logró dos goles en cuatro minutos.

El partido parecía sentenciado, pero no. Los colonienses encontraron en la cabeza de Renzo López el descuento a falta de poco más de diez minutos para el final del partido y se fueron arriba con amor propio y pelotazos. Defensor se replegó, una actitud lógica para preservar lo que ya tenía, y quedó parado como para contragolpear. Esa fue la representación gráfica del final: centros frontales al área violeta, rechazos de la defensa, intentos de salidas rápidas, y –volviendo al principio– así sucesivamente.

Fue uno de esos partidos complicados en los que el fin importa más que los métodos. La forma será la forma –indiscutible–, pero en el fútbol todo está en función de los resultados.

El futuro es el presente.