Fue un golpe muy duro. El partido de ayer estaba pensado, dentro de Nacional, como el del comienzo de una remontada imprescindible luego de muy flojas actuaciones. Hacía mucho tiempo que no jugaba en Montevideo y más aun que no pisaba su propia cancha. Pero todo le salió mal. Dominó sin que le sobrara nada y fue inefectivo en el primer tiempo; cometió errores fatales en el comienzo y en el final del segundo. El combo se alimentó con errores defensivos casi increíbles que hicieron que los contados aciertos no tomaran el camino del éxito deportivo. Para El Tanque, los tres puntos ganados produjeron un emocionado sacudón y un rico alimento mental para su dura lucha por la permanencia en la máxima divisional.

Nacional sufrió, en su cancha y en pleno bajón, una derrota de las que se recuerdan, de las que marcan mojón en una temporada, en concreto, en esta, que en el Torneo Apertura le brindaba posibilidades de buen futuro, más allá de la superioridad de Defensor Sporting y más acá de la distancia a la que había dejado a Peñarol, que parecía definitiva. Justamente, este fin de semana, la distancia de Peñarol, que iba disminuyendo, terminó de ser tal y ha quedado por debajo del tradicional rival.

El Tanque Sisley, el equipo que tomó no hace tanto, nuevamente, Julio César Antúnez, un viejo zorro del fútbol uruguayo, opuso resistencia, orden mínimo y estocadas atacantes contadísimas que se fueron acentuando, paradójicamente, hacia el final, cuando estaban empatados en un gol y Nacional se descubría atrás en busca de la victoria. Allí le agregó un toque de velocidad en su limitadísima intención atacante. A partir de eso, aprovechó las oportunidades que le dio el rival, los dos regalos monumentales que le brindaron Alfonso Espino primero y Alexis Rolín después. Dos goles, dos obsequios.

Pero, entonces, ¿por qué Nacional no sacó provecho de su aparente superioridad?

El director técnico tricolor, Martín Lasarte, ha movido su plantel, sus confianzas para titularidades y sus planteos, muchas veces. Eso viene sucediendo en los últimos meses. Pero no le encuentra la vuelta. Y, por eso, su equipo está sexto en el Clausura, a 11 unidades del puntero, cuando sólo se han jugado siete etapas de este último torneo de la temporada 2017 del fútbol uruguayo.

Ayer, a los 2 minutos, Sebastián Fernández combinó con Rodrigo Aguirre, entró al área libre, pero su remate fue bien desviado al córner por el arquero Britos. A los 5 minutos, Matías Zunino alimentó a Viudez; este tiró al arco, pero el golero Britos atajó suave. A los 11, Aguirre se iba, se iba, no lo tomaban, nadie lo tomaba y cuando enfrentó al golero se cayó y Britos logró sacarla. A los 15, un tiro libre desde el costado izquierdo del ataque lo ejecutó Viudez con peligrosidad y pegó en la parte exterior de la red. Una jugada clarísima se produjo a los 16: a Rodrigo Aguirre le pusieron una pelota larga de cara al arco y, con el golero a medio camino, definió por arriba; el manoteo de Britos salvó lo que parecía que iba a ser la apertura del marcador en el Parque Central. A los 20, Sebastián Rodríguez quedó solo en el medio del área cuando le llegó un centro de Viudez. Y falló al intentar cabecear. Hay más. A los 25, una buena combinación atacante terminó en un tiro de Zunino que encontró al golero donde debía estar.

Y así siguió. Detengo aquí el recuento de diversas instancias. El merodeo del área grande de El Tanque por parte de los delanteros y volantes de Nacional fue constante.

El gol rondaba. No todas esas posibilidades estaban bien creadas, no se acercaban a la tranquilidad barcelonística, no tenían pureza futbolística, pero, a su vez, el rival llegaba escasamente. Más aun, no hubo tiros al arco de El Tanque en el primer tiempo. Pero anotemos que a los 18 minutos el argentino Alexis Ramos escapó por la izquierda, metió un pase profundo que ni el zurdo melense Diego de Souza ni Enzo Herrera, sus compañeros de ofensiva, lograron conectar. Allí también apareció una señal de alarma: esa defensa no las tenía todas consigo, había dudas atrás.

Alguna observación individual puede concluir que Aguirre, con toda su polenta, choca mucho y, a veces, quiere pasar por donde hay otro ser humano, que Diego Polenta –aparte de su reiteración agresiva, ayer mostrada frente a Jonathan Ramírez en el final–, siendo columna fundamental del equipo, tiene una apariencia de grosor corporal que no condice con su edad ni con su condición de deportista de elite.

Son muchos asuntos acumulados para concluir que el trabajo del cuerpo técnico, ahora y en el futuro, tiene muchos condimentos y lo menos que uno puede hacer es calificarlo de fácil y con soluciones a la vista.