Después de la novela de la fijación del partido, tan contingente pero tan distante en atención y calidad a la obra de Juan Carlos Onetti (El astillero, publicada en Montevideo en 1961), los tricolores vencieron con autoridad a Rampla Juniors 2-0 con anotaciones de Matías Zunino y Sebastián Fernández, y de esta manera siguen con perfección su paso a paso que comenzó en la octava fecha y que tenía como objetivo posible y necesario ganar cada uno de los partidos que tuviese por delante y, eventualmente, esperar un traspié de Defensor Sporting y de Peñarol. Todo ha sucedido. Nacional ganó media docena de partidos en fila, y sus rivales dejaron los puntos necesarios como para que el equipo de Martín Lasarte dependa de sí mismo para llegar a la final del Uruguayo. El de ayer fue un partido tan complicado como los que se les presentaron antes, pero los tricolores lo resolvieron muy bien.

Santa Marta era una villa de malvón y rosaleda

A ojímetro nomás, y con una deformación subjetiva que no pasaría los filtros siquiera de la más chanta de las consultoras de opinión del barrio, estoy convencido de que por lo menos dos tercios de los hinchas reales de Nacional, los hinchas como el primer hincha, Prudencio Reyes, que además era el que hinchaba el esférico con el que jugaban los del bolsillo, no hubiesen hecho tanto conventillo por la fijación del pintoresco y tan humilde como entrañable estadio Olímpico. Que por berretines de no andar complicándose con ir acá o allá, no hubiesen pateado contra el clavo, con la convicción de que van, fueron, juegan como siempre, tratan de ganar y chau.

Costó que se armara el partido, pero en el cuarto de hora ya estaba lindo, porque Rampla trabajaba bien la pelota, con buenas conexiones e intenciones, y Nacional, el visitante –conociendo la casa después de 30 años–, pero integrado con futbolistas que en su enorme mayoría están en condiciones de hacer un FODA sobre la cancha de Rampla, tentaba con juego en largo, con la verticalidad de la que se alimenta Hugo Silveira, referencia tricolor en el ataque ayer, ante la ausencia por lesión de Rodrigo Aguirre.

Iban 26 minutos cuando Rampla se apropió del pelotazo y le cruzó una bocha a Ignacio Panzarielo que, a pesar de su control defectuoso, fue interrumpido por un torpe intento de despeje de Agustín Rogel, que terminó en penal. Alex Silva lo remató muy desviado, tal vez inhibido por la pericia del arquero Esteban Conde en este tipo de lances.

Después de eso, Nacional, que sin dudas siente la ausencia de Aguirre, se acomodó mejor en el partido y estuvo cerca dos veces consecutivas. Pero nunca pudo conectar el juego a plenitud, ni Tabaré Uruguay Viudez, su motor esencial de desequilibrio, logró avanzar o armar con cierta continuidad, por lo que el juego se fue a los vestuarios con un empate más perturbador para los tricolores en su carrera por tratar de alcanzar la cima de la Tabla Anual, mientras que a los picapiedras no les disgustaba sumar, aunque no fuese de a tres unidades.

Y llegó el gol

Con el empuje de la razón que se acomoda con la emoción en los bancos de un vestuario, cuando los ajustes de los que miran de afuera se acompasan con la respiración normal, los tricolores salieron a la segunda parte con mucho empuje y más acción concentrada cerca del arco contrario.

Así fue que a los cinco del segundo tiempo, después de una buena incursión por la izquierda y una buena decisión-engaño de Seba Fernández, que la dejó pasar para el canario Matías Zunino, este le pegó terrible chutazo que con gran esfuerzo interceptó el arquero picapiedra Rodrigo Odriozola, a quien nadie protegió, y en el rebote, ágil y vivaz, Zunino la remachó contra las redes.

Ya había cambiado la cosa, pero después de esa anotación, Rampla debió salir en busca del empate, y los tricolores, con más espacios, activaron muchísimo más el ataque.

Empezó a funcionar por la izquierda un infrecuente circuito entre Alfonso Espino, Sebastián Rodríguez y Viudez, y justamente en una de esas incursiones, con Tabaré a velocidad y con absoluto control, fue talado en el área y el penal fue bien resuelto por Seba Fernández, a pesar del enorme esfuerzo de Odriozola, y el 2-0 tuvo un efecto plenamente tranquilizador. Y así se estiró hasta el final, que no será final hasta que juegue el domingo con Defensor Sporting, y por último con Sud América.