Utilizando una serie de herramientas del razonamiento lógico, se podía inferir que si equipo, plantel y cuerpo técnico, en un mismo tipo de competencia –el de la Primera División del fútbol profesional uruguayo–, habían ganado dos de los últimos tres torneos, y en el que no habían ganado habían salido segundos, no podían, en cuestión de dos o tres partidos, transformarse en un mal equipo, mal dirigido y mal integrado. Los procedimientos, las integraciones, y, a veces, hasta el mismo juego, muchas veces no condicen con el resultado, pero por lo general hay una línea de coincidencia. Nacional aplastó a Boston River, jugó bien y sigue en su misión de, partido a partido, tratar de alcanzar a Defensor Sporting y Peñarol en la Tabla Anual.

Seguro que las cosas cambian si a los cuatro minutos te anotan o anotás un gol. Eso pasó ayer en el Centenario: cuando aún no habíamos visto el color de los buzos de golero del Gallego Adrián Berbia y del Coco Esteban Conde, un tiro libre de mediacancha, propicio para mandar el ollazo si se está terminando el partido, o si considerás que tu juego aéreo es de lo más trascendente para llegar a las redes contrarias, terminó en un buen centro y un mejor anticipo ofensivo de Diego Polenta, que sacó un cabezazo esquinado contra el caño derecho de Berbia, que nada pudo hacer.

Ahí cambio el guion del partido para Boston River y se reafirmó el rol presumiblemente dominante de Nacional. Se activó el tricolor, que tuvo buenos minutos de Tabaré Viudez que, al ratito, en una precisa y rápida combinación con Aguirre, por la derecha se la bajó a Matías Zunino, que apareció de nueve y definió a lo nueve para poner el 2-0.

El equipo de Martín Lasarte, enancado tanto en la buena diferencia como en el buen juego y el buen trato de pelota, empezó a jugar un partido tranquilo y cómodo. Un buen partido que se reveló en otro gol cuando, a los 25 minutos, Sebastián Fernández, en un tiro penal, por mano, convirtió el 3-0. Sólo precisó tres minutos más Fernández para marcar su doblete y poner, antes de la media hora, el 4-0 en el marcador.

Después, sin que Boston River rehuyera a tratar de empezar a edificar una ilusión que despacito lo pusiera en partido, siguió quedando la sensación de que habría más goles, que al final no se sumaron en el primer tiempo.

Suma

Nunca, en ninguna circunstancia, es fácil reiniciar un partido cuatro goles abajo, y la única receta es ficcionar el pasado y decirse, convencerse de que se trata de un juego cuyo objetivo es meter la pelota en la portería rival y salir a eso. Boston River salió a eso y lo hizo bien durante cinco minutos en los que trató de llegar al gol. El tema es que Nacional no utiliza la fe poética y sabía que iba ganando 4-0 y que iba a ser difícil que en 45 minutos se le escapara el partido. Además, siguió jugando bien, con la oportuna presencia del canario Matías Zunino en el rol que lo vio llegar al fútbol profesional en la mediacancha. El fútbol fluido de Sebastián Rodríguez, lanzando y jugando con Zunino, sumado a Viudez, Fernández y Rodrigo Aguirre, presagiaba que se haría más notorio el desnivel del partido, cosa que se concretó a los 18 minutos de la segunda parte con un gol de tiro libre de Sebastián Rodríguez.

El juego de Nacional fue bueno, tan bueno como puede plasmarlo un colectivo compuesto por muy buenos futbolistas y dirigido por un entrenador sensato e inteligente, que pudo ganar dos de los últimos tres campeonatos que disputaron. Lasarte decidió hacer entrar a Kevin Ramírez, Gonzalo Porras y Martín Ligüera en lugar de Viudez, Arismendi y Fernández, y Nacional siguió buscando el arco de Berbia.

Así, jugando su propio campeonato, que es tratar de sumar triunfos sin mirar resultados, ahora Nacional buscará enhebrar una nueva victoria con Wanderers y ver qué pasa.