Tuvieron que pasar algo más de tres meses y una larga serie de triunfos para que Leonardo Ramos pasara de estar en la cornisa a celebrar su primer título como director técnico de Peñarol. El sábado el equipo aurinegro se consagró campeón tras golear a Cerro en el estadio Luis Tróccoli, coronando una campaña brillante en el Clausura, en el que apenas perdió un partido. La regularidad que tuvo en el Clausura que culminará el fin de semana que viene fue la clave de la consagración que depositó al equipo en la definición del Campeonato Uruguayo, al que también aspiran Defensor Sporting y Nacional. No importaba quién faltaba, no importaban las lesiones o los sancionados: el conjunto de Ramos supo acomodarse hasta conformar un equipo sólido. Una mochila pesada aún carga sobre los mirasoles y todo lo bueno hecho hasta el momento quedará en la historia únicamente si el equipo termina dando la vuelta al final de la temporada. El resultado por encima de lo circunstancial es lo que prevalece, es cierto, pero este Peñarol fue una máquina que por muchos momentos funcionó a la perfección, y eso sus hinchas no deben olvidarlo.

Para ser campeón, hoy hay que ganar. Esa fue la premisa planteada desde el vamos. Cada partido fue tomado con la seriedad que lo ameritaba en este Peñarol, y eso hizo que el equipo no se desviara del camino y tuviera la convicción de lo que estaba haciendo.

Hay algo que no se puede pasar por alto en este equipo: las individualidades que se sumaron fueron fundamentales en un plantel que necesitaba mayor firmeza para cerrar partidos. El entusiasmo llegó principalmente con la llegada de Maximiliano Rodríguez. El rosarino, que podía ir por varios sectores del campo, se paró en el ataque y, con goles y calidad, fue contundente. También Lucas Viatri, con su presencia en el área y su juego de poste, aportó lo suyo. El pilar fundamental en este equipo, como frutilla de la torta, fue la llegada de Walter Gargano. El sanducero fue el jugador más parejo que tuvieron los mirasoles en el torneo. La duda hasta último momento la marcó Cristian Palacios, que venía de ser goleador en Wanderers, pero que no se sabía si podía encontrar su lugar, el que se ganó con goles. También llegaron Fabricio Formiliano, Guillermo Varela y Fabián Estoyanoff, que estuvieron en muy buen nivel.

Mención aparte merece el arquero coloniense Kevin Dawson, que desde que se consolidó en el arco aurinegro aportó la solidez y tranquilidad necesaria que desde el fondo de la cancha se transmite hacia adelante.

Un grito de corazón

Un partido en el Tróccoli siempre es complicado, a lo que se sumó que Peñarol llegó al encuentro del sábado tocado por la derrota entre semana en el Saroldi; no obstante, resolvió bien el juego. Si bien Cerro manejó las acciones en los primeros minutos, la solvencia de la defensa aurinegra lo hizo sacar el partido adelante. Un golazo de Lucas Viatri, en una contra que estaba para los locales, abrió el marcador en el final del primer tiempo. El quiebre estuvo en la expulsión, por doble amarilla, de Felipe Klein, que complicó a los albicelestes un par de minutos antes del primer festejo carbonero de la tarde.

Con la expectativa del complemento, Cerro intentó pero no pudo. Peñarol fue muy contundente y mató en el área. El Cebolla Rodríguez amplió la ventaja de penal y de ahí se hizo todo más fácil. Luego vino el gol de la Fiera Rodríguez, y el último, también del Cebolla, tras una linda sucesión de toques, cerrando la tarde festiva de Peñarol en el oeste montevideano.

El fin de semana que viene, el último rival será Racing. Luego vendrá la apasionante definición del Campeonato Uruguayo.