Habla y ya no parece loco. En el barrio se enojaba y le saltaba la chapita; de ahí viene el apodo que siempre aparece junto al nombre que figura en su cédula. A los 19 años partió desde La Teja, el barrio en el que nació, a México, en su primera salida al exterior. Jugó además en China, Argentina y Perú. Hoy, con 36 años, desde hace algunos días disfruta del honor de ser el máximo artillero en la historia de Wanderers. En la última fecha del Campeonato Uruguayo, en el partido con Juventud en Las Piedras, anotó tres goles y superó por uno los 104 del anterior goleador del club, Óscar Chelle, quien jugó en la década de 1940. De eso y mucho más, la diaria habló con el Chapita Sergio Blanco.

–¿Tomás conciencia de lo que lograste? Sos el máximo goleador de Wanderers.

–Cuando llegué a los 85 goles, algunos amigos de la tribuna me dijeron que iba a llegar, y a partir de entonces empecé a visualizarlo. Se me viene a la mente el grupo de amigos con los que arranqué; con algunos de ellos aún mantengo vínculo. Sé lo que significa, y más en mi club. Con el correr del tiempo, sobre todo con el tiempo que va a pasar para que alguien lo supere, va a ser más disfrutable.

–¿Te cambia en algo? –Me cambia porque, más allá de que uno sabe que está metido en la historia en el club, ahora figuro en los números. También me liberó, en el sentido de que cumplí el objetivo que quería y que quería todo el entorno del club, tanto los hinchas como los dirigentes. A partir de ahora la decisión de lo que va a pasar conmigo en Wanderers está liberada. Ni yo me voy a quedar para batir el récord, ni los dirigentes van a tener la responsabilidad o el compromiso de dejarme hasta que lo bata. Me saqué un peso de la espalda. Si me quedo, es porque creen que todavía puedo aportar. Esto es fútbol, y acá somos todos directores técnicos. Cuando las cosas van bien, sos el mejor y tenés que jugar, pero cuando va mal, apuntan a algunos. En estos días se definirá si el club me ofrece un nuevo contrato. Lo que sí tengo claro es que voy a seguir jugando, ya sea en el exterior o en Wanderers. Si no se me da ninguna de las dos posibilidades, tendré que abrir la puerta del mercado interno, al que, por lo que siento por Wanderers, nunca le he dado ninguna chance –salvo por Nacional–. No siento que estoy mal; jugué todos los partidos y eso me permite darme cuenta de que estoy para seguir.

–¿Qué te pasa con Wanderers?

–Wanderers me brindó todo: valores, amistades, familia, cariño. Obviamente, cuando las cosas van bien siempre uno se vislumbra en el club en distintas funciones. Pero eso no depende de mí, más allá de lo que yo sienta. Siempre digo que Wanderers es mi casa y que siempre tengo las puertas abiertas. Pero muchas veces, cuando me fui y volví, no tenía las llaves o me habían cambiado la cerradura. Entonces, mi casa es mi casa, pero si un día vuelvo y me cambiaron la cerradura no puedo entrar. Eso te marca que el fútbol es cambiante, tiene muy poca memoria y no sabés lo que puede pasar después.

–¿Qué hay adentro de tu casa?

–Adentro de esa casa hay una familia adoptiva, que son los inquilinos verdaderos. Es el Cani, la flaca Ivonne, o doña Gloria en su momento; esas tres personas que te dieron cariño cuando entraste al club. Eso es lo que se ve, es la cara visible. Todos los días nos cambiamos en el [Parque Alfredo Víctor] Viera y cuando llegás ahí están ellos. Luego hay mucho cariño del hincha, casi incondicional. Después, por cómo soy yo, por cómo me manejo, por decir lo que pienso sin pensar lo que digo, como dijo [Joaquín] Sabina–, siento que hay gente que se siente muy identificada conmigo y que si mañana tengo que ir a la guerra equivocado, ellos van conmigo. Pero también hay gente –capaz que no es así, pero lo siento así– que mi imagen no les gusta tanto. Siento que ante el primer error no me la perdonan.

–¿Qué cosas decís que molestan a algunos?

–Capaz que es una sensación mía. Hace mucho tiempo que creo que puedo opinar de todo en el club: desde el riego de la cancha hasta si está mal el vestuario o si las juveniles no están ganando. Hay gente a la que le molesta eso, y es entendible, porque entienden que yo no me tengo que meter en las juveniles o en los premios de los compañeros de 2014, cuando yo no estaba. Siento que me tengo que meter porque quiero demasiado al club y creo que también soy parte. Necesito que mi club esté bien.

–¿Por qué te metés?

–Me meto porque lo siento de esa manera. Una vez, alguien muy allegado al club me dijo que viniera, entrenara, jugara y que no me quemara la cabeza, y yo lo acepté. Un sabio entrenador me dijo que vos podías fingir la personalidad una semana o un mes, pero no podés pasar dos años como una persona que no sos. Entonces, cuando veo las cosas que en mi casa están mal, lo digo y trato de solucionarlas. Si no fuera tan metido, seguramente sería un poquito más respetado o querido, pero soy así.

–¿Por qué irían a la guerra con vos aquellos que te acompañan?

–Porque me conocen. Yo estoy desde hace 20 años en el club, y hay gente que me conoce desde esa época. Pero hay gente que se sumó hace pocos años y lo que le dicen es que “Sergio es conflictivo”. Claro que lo soy, pero porque tengo que serlo. Si no les pagás a mis compañeros, tengo que ir a pedirte que lo hagas, porque es lo que corresponde; si la cancha está mal, tengo que decírtelo; si los juveniles no están en condiciones, también. No sé si está bien o mal; eso lo juzgará cada uno. Siento que tengo un compromiso muy grande con el club y hay cosas que no puedo dejar pasar; algunas capaz que sí, pero la mayoría no.

–En todo este tiempo, más de 20 años de carrera, ¿a veces parás y mirás hacia atrás para repasar lo que has vivido?

–Obvio que miro para atrás. Siempre. El fútbol uruguayo, en general, está estancado, y ahora recién nos dimos cuenta de que hay que empezar a cambiarlo. Si el vestuario está hecho hace 20 años y hay humedad por todos lados, lo tomamos como normal, pero eso ni es normal ni está bien. El para atrás lo tengo, pero tengo que estar en el hoy para cambiar lo que viene. Hay que cambiar el vestuario y buscar las soluciones. Yo sé que es muy difícil dirigir un club, sobre todo en Uruguay y con poco presupuesto. Pero hay que buscar ingresos, y en esa pelea también estamos los jugadores. Si bien Wanderers respaldó a #MásUnidosQueNunca, aunque no de manera tan activa, el mensaje que dimos fue para todos los dirigentes y también para los de mi club. Si esto está mal, hay que cambiarlo, y si los jugadores estamos preparados, préndanse de nosotros o déjennos prendernos de ustedes y vamos. Porque si todos estamos de acuerdo en que está mal, tenemos que cambiar algo.

–¿Hubo un cambio en Wanderers cuando fueron campeones en el Clausura de 2014?

–No sé, porque cuando se dio el título no estábamos haciendo las cosas tan bien, ni tampoco hoy. Creo que tenemos que apuntar a otra cosa. El objetivo general de este año fue bajar el presupuesto, también en el anterior, y entrar a otra copa. Pero yo realmente necesito tener otro objetivo –se lo planteé al club–, que es pelear por el campeonato. Obviamente que los dirigentes tienen que pensar en el club y en los números, pero yo como referente o como capitán tengo que pensar en lo deportivo: en que no se vaya cualquier jugador, en tratar de traer algo. Hoy hay una realidad que quedó demostrada en este campeonato: cuando a mitad de año se te van 11 jugadores, de los cuales ocho son titulares, es muy difícil. Si se te van porque los vendiste y entró un buen ingreso para traer a alguien, se entiende. Pero cuando se van a otro equipo del medio local y compiten contigo, no. Ahí tendríamos que buscar una política de no vender jugadores a los grandes que juegan contra nosotros y no nos pagan lo que corresponde.

–¿Por qué pensás como dirigente?

–Pensando como dirigente es que tengo que cambiar lo que pasa en el club adentro, porque como jugador pienso todos los días. Ahí está el tema; yo tendría que dedicarme a pensar sólo como jugador y dedicarme a entrenar y a jugar al fútbol, como quizá me pasó en algún otro equipo, pero en Wanderers no puedo: necesito tratar de ayudar desde otro punto de vista. Algunos me escuchan y se dan cuenta de que tengo razón, mientras que otros me explican que lo que yo pienso es muy lírico y muy difícil de llevar a la realidad. Pero las opciones las doy; algunas veces me hacen caso y otras no. Algunas molestan y otras no.

–Te tocó salir varias veces. ¿Qué busca el jugador uruguayo afuera?

–Se va a hacer la diferencia económica. Si yo hubiese estado en Wanderers 20 años seguidos, no me hubiese podido comprar una casa. Wanderers es un equipo bastante ordenado, pero si ponemos como ejemplo a otro equipo no sé si hubiese podido vivir, algo que pasa hoy en muchos clubes, en los que se vive en el mes a mes. Ya cuando arrancás en el fútbol uruguayo, más allá de lo de Europa y el sueño, sabés que la única posibilidad de asegurarte un futuro en esta profesión, que es corta, es emigrar. A veces no estás preparado, pero ese es el primer objetivo.

–Vos te fuiste a vivir a México muy joven. Tenías apenas 19 años.

–Sí, me tocó. Pero a veces pasa que te vas con 19 años, te hacen un contrato de tres años y cuando volvés acá tenés que arrancar de cero. Por eso, lo que nosotros queremos es cambiar el fútbol para que, de repente, Wanderers le pueda ofrecer a un jugador una plata para que esté muy tranquilo en Uruguay, que los hinchas lo disfruten, que madure y que, cuando se vaya, pueda tener más partidos, experiencia y pueda competir en Europa. Además va a valer más. Ese sería el mecanismo ideal, pero en este momento eso no se puede dar en Uruguay por la forma en que está planteado el fútbol acá. A mí nadie me agarró cuando yo tenía 19 años y me dijo cómo eran las cosas: cómo era el club, cómo se movían los contratistas o los representantes. Nadie me lo dijo. Yo ahora me meto en esos temas porque me siento en el debe. Primero, siento que debo ofrecerme a mis compañeros, y luego, me siento en la obligación de responder cuando ellos me consultan. Me ha pasado que alguna vez le dijera a un pibe lo que le iba a pasar en la reunión, y después, como pasó tal cual lo que le había dicho, pensaba que yo había hablado con alguien. Pero esto es fútbol, está todo inventado. Creo que tengo compañeros que me han entendido y comprendido; otros también, pero después la palabra del representante y la ilusión los hacen decidir por otra cosa.

–¿Quién se lleva el dinero en el fútbol?

–Hay una frase que es jodida pero está buena; no creo que la haya inventado yo, pero no se la escuché a nadie: los clubes están fundidos, los jugadores y los cuerpos técnicos en Uruguay no hacen la diferencia, los únicos millonarios en este fútbol son los empresarios. Va por ahí la cosa. Obviamente se lo merecen, porque hacen su trabajo. Si vos te vas libre de Wanderers, está bárbaro, quizá el club no hizo en su momento tu renovación para que vos hoy te vayas libre. Pero si vos te vas libre y no le dejás un peso al club que te formó, por lo menos de ese pase que vas a lograr agarrá 50%. Ahora, si vos te vas libre, no le dejás un peso a tu club y no te llevás un peso de la transferencia, hay un valor de compra que alguien se está llevando. Ahí me parece que te estás faltando el respeto a vos, y también al club.

–¿Por eso estás #MásUnidoQueNunca?

–Sí, me uno por eso, porque en un momento nos dimos cuenta de que algo teníamos que hacer. Yo siempre fui, y sigo siendo, muy ignorante. Me crié en Wanderers y, salvo el partido en Florida, cuando fuimos campeones del Clausura en 2014, nunca hay 5.000 personas en las tribunas. Entonces dije que el fútbol uruguayo era pobre. Y en ese momento alguien me dijo que la plata del fútbol uruguayo no estaba en la tribuna, que estaba en la tele, en los sponsors. Ahí me di cuenta. Hice números con alguno y nos dimos cuenta de que el fútbol uruguayo está pobre porque hay gente a la que le sirve eso. Viviendo la realidad de mi club, más de adentro, en la que a Wanderers no le dan los números, me di cuenta de que como jugador tenía la posibilidad de quedarme callado o de pelear por los que vienen. Porque si hay cambios, no los voy a ver, pero estaría bueno que a los pibes que arrancan, o estos a los que yo les hablo, incluso mi hijo, puedan vivir otra realidad, en la que la plata se reparta mejor.

–¿Cómo fue integrar ese colectivo e ir a pelear en cada instancia por cosas difíciles?

–Fue lindo y, al mismo tiempo, muy jodido. A veces sentías que peleabas contra algo muy grande y que no había chance. Pero después te dabas cuenta de que estábamos todos muy juntos, que estábamos peleando por algo en lo que realmente creíamos, porque nos convencimos y pudimos convencer a mucha gente. Fue un sacrificio de un año que, por suerte, nos hizo muy bien a todos. Sueño con que todos nos demos cuenta de que esto está mal, de que el fútbol uruguayo está muy mal. El que no se quiera dar cuenta es problema de él. Pero creo que podemos hacerlo, y si no podemos tendremos que hacerlo amateur, pero no podemos mentirnos más. Gracias a Dios, tenemos a la selección y todo lo bueno que hizo el Maestro [Óscar] Tabárez, pero la realidad del fútbol uruguayo, la A, la B y la C, es prácticamente amateur. Una vez el Piqui Jorge Cazulo me dijo que en el fútbol tenemos que estar los del fútbol. Al principio no lo entendí, pero con el tiempo lo entendí. Por eso, creo que en la Mutual [Uruguaya de Futbolistas Profesionales] tienen que estar los jugadores de fútbol interesados. Somos una generación que se dio cuenta de que se puede cambiar y que estamos mal. Nos dimos cuenta de que la culpa de muchas cosas que pasan es nuestra, por aceptar jugar sin cobrar, o por cobrar menos de lo acordado, o por permitir jugar con la necesidad. A veces es difícil, porque el fútbol te genera la ilusión a futuro. Pensás: “No cobro por unos meses, pero luego la rompo y me voy al exterior”, y el entorno también juega con esa ilusión.