No fue el fútbol, no fue la calma, no fue el sol: fue el viento. Fue el que marcó los hilos, el que condicionó y el que obligó a los jugadores a tener que pensar el doble cada vez que evaluaban qué decisión tomar para cumplir con lo pautado por sus entrenadores.

De arranque nomás, el equipo local, en el que debutó en la dirección técnica Julio Avelino Comesaña, marcó un estilo que parece que lo va a acompañar a lo largo del torneo y que, además, le sienta bien. Abrir las bandas, la velocidad, la coordinación y el buen trato de pelota fue lo que propuso River Plate, con un esquema de 4-1-3-2. Pero los errores defensivos determinaron que recibiera un gol cuando habían transcurrido apenas diez minutos de juego. Tras perder una pelota en la salida, Nicolás Royón se encontró donde más le gusta: de frente al arco. El delantero negriazul no dudó, y castigó con un bombazo para poner la globa a media altura contra el palo. Inatajable. Pero River no se quedó y probó con mayor profundidad. El juego se basó en un constante pressing sobre la defensa rival, con el objetivo de generar el error y tener opciones de ataque. Pero la contra de los de Belvedere, cuando River perdía la pelota, era letal. A los 19, tras buscarlo con ímpetu, cayó el merecido empate de los locales, mediante un centro de Yefferson Moreira y una gran definición de Nicolás Rodríguez.

En el complemento se mantuvo el guion del inicio: Mario Saralegui mandó a Cristian Sención por Ignacio Ramírez en el ataque, pero planteó, igual que en la primera mitad, un definido 4-4-2. Las chances negriazules vinieron netamente de contragolpe cuando River lo permitió.

Con el viento de fondo, ramas que caían en la cancha y eran sacadas por los jugadores, y un juego brusco por el que se acumularon las tarjetas amarillas, se cerró un empate que no le desagrada a ninguno de los dos como forma de comenzar el campeonato.