La fotografía perfecta, con un bullicio absoluto que no se siente, pero que ahí está. Con una jugada, con un gol y con un grito. Racing le ganó agónicamente a Fénix en el Parque Roberto y lo festejó. Un abrazo inmenso entre hinchas y jugadores, alambrado de por medio, dejó la tarde soñada.

La respuesta a la cuestión de si un partido es clásico no está en los libros. Se palpa, se vibra y se entiende. Cuando dos hinchadas lo viven con una emoción distinta, tienen una semana previa en juego y otra posterior, se comprende que se trata de algo especial. Cuando los jugadores lo juegan como clásico, con pierna dura, errores, emociones y carpeta, también se nota. Cuando se gana o se pierde con goles que no reflejan lo que fue un partido, también es clásico.

Si este partido era empate, la crónica obviamente tenía otro rumbo. Es que Fénix fue netamente superior a su rival, lo maniató y lo tuvo contra las cuerdas. Quizá eso de clásico fue lo que tuvo la tarde dominguera en Sayago. Muchos goles errados, muchos errores y situaciones límite.

En el primer tiempo dominó el local. Ney Morales alineó un 4-4-2 con varios cambios respecto del equipo que cayó ante Nacional la semana pasada. La partida de Martín Alaniz a River Plate de Ecuador, junto con la expulsión de Ángel Cayetano, cambió el panorama cervecero. Este Racing fue más movedizo, con muchos jugadores rápidos, escurridizos y con un ritmo que fue vibrante, al menos en el primer tiempo.

La mala para el local vino a la media hora de juego, cuando Líber Quiñones fue a pelear una pelota y cayó mal. El delantero se fracturó el antebrazo y será baja por unas cuantas semanas. Por él ingresó Yoel Burgueño.

Gustavo Ferrín también plantó un equipo veloz, con un 4-3-3. Tres armas goleadoras -Fabián Estoyanoff, Matías Acuña y Kevin Gissi- fueron bravas de marcar para la defensa albiverde. La gran chance del primer tiempo la tuvo Juan Álvez con una corrida por la izquierda, pero tapó muy bien Diego Melián. El albivioleta también tuvo una mala, en la hora del primer tiempo, cuando Kevin Gissi se lesionó y fue reemplazado por el panameño Cecilio Waterman.

Pero si los clásicos tienen de todo, el segundo tiempo fue crucial. Fénix fue amo de la cancha. Generó muchas chances de gol y Racing la pasó fea. Pero ninguna entró. La tuvo el Lolo en tres ocasiones, pero la puntería no estuvo fina, además de que el arquero Melián achicó muy bien. Increíblemente, el que se perdió la chance más propicia fue Waterman, que llegó a definir dentro del área chica, y la pelota rebotó en el travesaño.

Racing zafó, y ahí estuvo la clave. Los hinchas, enajenados, pedían a gritos el ingreso del delantero Gastón Alvite, pedido que el entrenador cervecero cumplió a los 75 minutos de juego, como si se tratase del guion de una película perfecta. En una de las primeras que tuvo, el delantero se metió con potencia en el área, tiró un sombrero, la acomodó con el brazo y castigó. La pelota entró en el arco y la alegría fue descomunal. El festejo se ambientó con emotividad, y los hinchas, entre lágrimas, se abrazaron con sus jugadores, que también lloraban. Esa fuerza mantuvo al local hasta el final, a pesar de que su tarde no fue la mejor. Racing se quedó con el clásico.