Anoche en el Parque Central los tricolores lograron una sólida y segura victoria 3-0 sobre Chapecoense y treparon al segundo lugar del grupo 7 de la Libertadores -Lanús empató en Venezuela y tiene una mejor diferencia de goles-. Ahora, uruguayos y argentinos tienen 7 unidades, y a falta de dos fechas aventajan por 3 unidades a brasileños y venezolanos, que suman 4 puntos.

Fue un buen juego de los de Martín Lasarte, que, más que brillos constantes -que, parece ser la expectativa, falsa expectativa, de críticos y seguidores-, volvieron a tener la solvencia y la seguridad de trabajar ordenadamente, concentrados y con ahínco en busca del mejor resultado posible, anoche adornado, además, por la contundencia y la firmeza defensiva y de mediacancha, que generaron que una vez abierto el marcador casi no hubiese nervios ni sufrimiento.

Muchas veces, y con ánimo de denostar una forma de juego, una forma de vida, se define que nuestro … -complete con lo que quiera- es a ritmo de tango. Ayer, anoche, ese ritmo tanguero con cadencia de este lado del Plata fue para exaltar, seguir y sostener con seguridad una victoria fundamental.

Nacional for ever

Que sonase “La cumparsita” en el Parque Central, en el primer partido que los tricolores juegan ahí después del centenario del más conocido tango del universo, es algo que puede resultar natural y normal en el imaginario popular del uruguayo. Más natural aun si se repite una y otra vez, hasta que uno llega a imaginárselo, que Gerardo Matos Rodríguez era tan hincha de aquel joven Nacional que cuando llegaba a cualquier reunión ya empezada, él se anunciaba con un estentóreo “aquí llega un nacionalófilo”. En 1917, el mismo año en que Becho le cantó a su hermana la melodía de “La cumparsita” para que ella la escribiese sobre el pentagrama con negras corcheas y semifusas, Gerardo Matos Rodríguez le escribió un tango a Nacional, “Nacional for ever” en honor al tricampeonato tricolor de 1915, 1916 y 1917 que le dio la copa en propiedad a aquel equipo de Héctor Scarone y Abdón Porte, que antes de ser cemento escucharon el tango que Becho les hizo para ellos.

Desde el 17

Iban 17 minutos cuando Hugo Silveira, volcado sobre la derecha, metió fuerza y habilidad por la línea, y como puntero derecho que se mete en diagonal, definió con pase gol al segundo palo y el riverense Kevin Ramírez la empujó al gol.

Estaba muy bien para ese cuarto de hora inicial en el que el equipo de Lasarte había jugado bien, prolijo, serio, concentrado.

Por la derecha de la repetida ofensiva tricolor estuvo lo mejor, en acción y sensación: un pase al vacío a Rodrigo Aguirre permitió la internada del zurdo, que dejó atrás al arquero Artur Moraes y cuando definió de derecha se fue contra el palo.

Otra de Silveira otra vez en diagonal. Fue de tiro libre, por una jugada por la derecha que generó una falta sobre Aguirre. Sebastián Rodríguez la ejecutó de forma maravillosa, pero también con una estirada maravillosa la sacó al córner el siempre eficiente Artur.

Era necesario mantener aquel molde de buen primer tiempo para la segunda parte, porque aunque los dos sean brasileños y vistan de verde, si bien el nuevo equipo de Chapecó, cimentado sobre el inquebrantable espíritu de los que dejaron la vida en busca de la gloria, no es ni tiene la capacidad y potencialidad de Palmeiras, todos, incluidos los deportistas, teníamos presente cómo cambiaron los paulistas el miércoles ante Peñarol, con un juego totalmente distinto.

Manteniendo el paso

Estuvo divino el arranque de la segunda parte, porque con la misma solidez y concentración, el equipo de Lasarte consiguió tempranamente el segundo en una jugada bien engarzada, que culminó con una potente peinada de Aguirre que dejó aleteando a Artur mientras la bola iba a las redes de la Scarone.

Para complicar más la cosa para Chapecoense, casi de inmediato vio la tarjeta roja Luiz Otávio.

Quedó Nacional como si siguiese jugando contra 11 y como si fuesen 0-0, y eso motivó que los locales tuviesen un par de claras oportunidades de gol con las que hubiesen estirado aun más la ventaja. Una de ellas podría haber sido un golazo si el Tata Álvaro González no hubiese exagerado el cruce de su tiro, después de una gran progresión ofensiva de Silveira y Aguirre.

El trámite del juego permitió que volviese a tener minutos Tabaré Viudez, que nos regaló un gol con cadencia de dos por cuatro -bien podría haber inspirado unos compases de Becho-, con tantos toques como pasos, y un par de firuletes de Viudez que, cadera para un lado, cadera para el otro, fabricó el engaño y construyó un golazo de pura calidad, con un remate que al mismo tiempo pasó por encima del arquero y entró con potencia y justeza en el ángulo superior izquierdo del verdão chapecoense.

Podría haber llegado un cuarto gol, por medio de un par de chances creadas por el potente equilibrista Viudez, con engaño y firulete, y los ya afianzados Aguirre y Silveira como determinantes delanteros de este equipo en permanente construcción, que parece ya estar cimentado en estructura y en cada uno de los nombres que dan fragua a las posiciones a cubrir.

Al cierre hubo una segunda expulsión en Chapecoense, porque Rossi le hizo un desagradable manoseo en la cola a Diego Polenta, y el furação de Santa Catarina quedó más desarmado aun para su partido en Lanús.

La victoria de los tricolores, clara, contundente, y muy distinta pero no por ello más valiosa que la que consiguió por el Apertura el domingo ante Fénix en el Tróccoli, tiene un doble impacto positivo, en tanto demuestra que es posible doblegar a un buen equipo propio de la excelsa capacidad brasileña, y deja muy cerca de la clasificación a Nacional.

Tiene buen ritmo, ritmo de tango, de alguno de Matos Rodríguez, que capaz sea aquel centenario “Nacional for ever”.