Un equipo de corta trayectoria en Primera División, convencido de una idea y dispuesto a aplicarla sin miedo escénico, fue al Centenario a hacer historia. También hizo ruido en la tabla: ganó 3-1, de atrás, y le sacó el invicto a un Nacional de baja calificación, que venía de perder sus primeros dos puntos en el Torneo Apertura. Las cinco unidades cedidas por los tricolores entreveran una tabla en la que, hasta hace cinco días, los dirigidos por Martín Lasarte proyectaban una supremacía que empieza a diluirse. Celebraron la caída tricolor Cerro, Defensor Sporting, Wanderers y Peñarol, el significativo peaje por el que los albos deberán pasar en 48 horas.

Hasta el sábado de noche, Boston River nunca le había ganado a un grande, pero tenía antecedentes que reforzaban una sensación agradable. Es que el equipo de Alejandro Apud tiende a tener la pelota, valiéndose de jugadores que cultivan la paciencia. Anteayer fue muy importante la mitad de la cancha, en la que Pablo Cepellini se destaca por el traslado y el pase. Hizo uno de los goles, en el sentido más amplio de la expresión. Salvó del fracaso una jugada que perdía verticalidad, para forzar un penal que él mismo remató. Iban 61 minutos y el modesto equipo del barrio Simón Bolívar pasaba a ganar 2-1. Fue el segundo golpe en sólo siete minutos. A los 54, Robert Flores había empatado transitoriamente con un golazo desde fuera del área que potenció la nostalgia futbolera de los que lo vimos brillar en aquel River Plate que llenó canchas y panzas hace nueve años. El encuentro de Flores y Cepellini resultó lo más vistoso de una línea media clave en la victoria, llena de buenos pies. Téngase presente que el volante central marcador es Diego Scotti, que en cada partido le gana a la cédula y mantiene la inteligencia y la prolijidad de siempre. Completó los destaques el ex tricolor Pablo Álvarez, un carrilero derecho de buen recorrido y lindas culminaciones, que cerró el partido con un golazo en el minuto 89.

Nacional tuvo momentos de concentración y acierto en el manejo de la pelota, no siempre acompañados por la capacidad definidora esperable para un plantel tan rico. Es un dato que se repite en sus presentaciones. Está lejos de representar a ese grande tantas veces visto, capaz de acumular victorias a base de un juego rudimentario. Por el contrario, se aprecia un gran esfuerzo por explotar otras posibilidades. Pero el producto sigue estando por debajo de su techo. Entre otras cosas, por lagunas como la que lo expuso al tercer tanto rival. Lasarte cerró la noche con Gonzalo Porras como único volante de marca, como reconociéndole un buen partido y un repunte que viene a darse justo cuando en su puesto hay una lucha por jugar entre varios futbolistas de calidad. Pero el gran mediocampo de Boston River aprovechó su soledad para filtrarse y forzar el mano a mano con una zaga en la que Rafael García volvió a ser el más firme. El tercer tanto podría haber llegado antes, pero el delantero Maximiliano Pérez no tuvo una buena noche.

A 100 metros, varios nombres mucho más celebres tampoco la tenían. Nacional fue un canto a la impotencia pese a tener a Tabaré Viudez, Sebastián Fernández, Martín Ligüera, Brian Lozano y Hugo Silveira. Ya no estaban Sebastián Rodríguez y Kevin Ramírez. El primero hizo el gol que abrió la cuenta a los 29 minutos. El segundo podría haber aumentado la ventaja ya en el segundo tiempo, con un remate que dio en el palo apenas antes del empate. Los mencionados son sólo parte de una larga lista de jugadores que a esta hora seguramente invadan la cabeza de un director técnico que tiene que armar el equipo para jugar un clásico resignificado, con una ventaja exenta de la comodidad imaginada. Su apuesta por la rotación desdibujó la noción de equipo titular existente hasta hace unas semanas.

Debe mejorar. Esa es la conclusión mala. La buena es que puede hacerlo.