Nacido el 22 de setiembre de 1967 en la provincia de San Juan, en el oeste argentino, de padre tintorero y madre ama de casa, Tapia se afilió al sindicato de camioneros cuando trabajaba como barrendero. Allí conoció a Paola Moyano, hija de Hugo Moyano, secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT) entre 2004 y 2016 y actual presidente del Club Atlético Independiente. Tuvieron cuatro hijos. Moyano, su padrino y mentor, se sentó el miércoles a su derecha, cuando fue electo presidente en el predio de la AFA, ubicado en la localidad bonaerense de Ezeiza. A la izquierda de Tapia estaba Daniel Angelici, presidente de Boca Juniors y operador todoterreno del presidente de la República Argentina, Mauricio Macri. Angelici, su padrino circunstancial, fue clave en el pacto político entre los equipos de la Primera División y los del Ascenso. Tapia ganó la elección con 40 votos de 43. Y, entonces, Angelici se convirtió en el vicepresidente primero de la AFA y Moyano en el vicepresidente segundo. Pero la vocación de poder y la construcción política corresponden enteramente a Tapia, el único presidente vivo del fútbol argentino con un estadio con su nombre, apodo y apellido, porque la cancha de Barracas Central se llama Claudio Chiqui Tapia. Otros dos nombres propios aparecen en las tribunas de dicho escenario y explican su praxis como dirigente: una tribuna lleva el nombre de su suegro, Hugo Moyano, y otra se llama, sin más, Julio Grondona.

A Tapia le dicen Chiqui desde sus tiempos de futbolista por su contextura física. Es una ironía. Pero desde 2015, cuando fue nombrado vicepresidente segundo de la AFA, entre los dirigentes que visitaban su oficina en el quinto piso era El Comandante. “Las diferencias son enormes, porque gestiones como la de Grondona ya no se pueden dar. Han quedado en desuso: hay otro estatuto, todos los cargos son electivos, hay un tribunal de ética, un tribunal de cuentas. Pero sí es cierto que hay muchos puntos de contacto entre Grondona y Chiqui: los dos se formaron en clubes humildes y, sobre todo, los dos son grandes referentes. El dirigente de Primera administra recursos; el del Ascenso debe generarlos. Ambos saben lo que es ir a vender una rifa para pagar un tractor”, explica Damián Dupiellet. Dirigente del Ascenso, Dupiellet fue el último presidente interino de la AFA antes de que el gobierno de Macri digitara su Comité de Regularización. A su manera, con el consenso como bastión, con viajes por el interior del país, Tapia le torció el brazo a Macri, que perdió la pulseada para hacerles lugar a los empresarios y desplazar a los dirigentes, salpicados por la herencia grondonista y el FIFA-gate. “Soy lo que soy gracias a él”, afirmó Tapia. Él es Grondona, y no es casual la ligazón. Grondona era socio e hincha de Independiente. Tapia es socio e hincha de Boca. Ambos, sin embargo, usaron como plataforma política y familiar a clubes chicos (el estadio de Arsenal de Sarandí se llamaba Julio Grondona incluso desde antes de su fallecimiento). Y, al igual que Grondona, Tapia no habla inglés ni ningún otro idioma.

Desde abajo

Tapia trabajó como recolector de basura hasta 1995.

En 2001, el año en que explotó una de las peores crisis económicas y sociales de Argentina, asumió como presidente de Barracas con apenas 35 años de edad. Lo fueron a buscar los socios. De la mano de Tapia el club levantó, logró construir un polideportivo, y Barracas salió campeón de la cuarta categoría del fútbol argentino en 2010. En 16 años del Chiqui como presidente nunca hubo conflictos por dinero con los jugadores, y el club pasó de tener 500 a 1.400 socios. Hoy es el presidente número 55 en la historia de la AFA, el primero electo después de los 35 años de Grondona. “Tapia despertó al sueño de la presidencia de la AFA en 2015. Luis Segura ejercía el cargo hasta octubre de ese año para dar cumplimiento al mandato de Grondona. Iba a competir con quien se le cruzara. Se sentía confiado y emergía de su interior una fuerte convicción. Contaba con la base del Ascenso. En lo que ya es la ‘Vieja Asamblea’ entre el Interior y el Ascenso sumaba 45 votos de los 75 sufragantes. Y a los 30 clubes de Primera se les podía capturar algunos votos, sobre todo de los clubes que habían militado en el Ascenso. El Chiqui la tenía clarísima. Se podía. Y sentía que comenzaba a liderar... Esto es lo grandioso: que este hombre de pocas palabras, sin poder, ni dinero, ni grandes discursos, ni apoyos mediáticos, ni influencia política, haya logrado llegar a la presidencia de la AFA generando una indestructible mística grupal”, relata el periodista Ernesto Cherquis Bialo, vocero de la AFA en los últimos años de Grondona.

“Lamento que muchos dirigentes con los que hablábamos sobre la necesidad de buscar otro camino hoy estén integrados al armado de Angelici. Esto es una continuidad. Son los que hicieron trampa con el 38-38 y provocaron este campeonato de 30 equipos. Tapia no está al frente de un cambio: es más de lo mismo. Lo peor del grondonismo se ve sin Grondona. Peor, porque Grondona ya no está, pero seguimos igual”, replica Raúl Gámez, presidente de Vélez Sarsfield, opositor acérrimo a Grondona (y a Macri) durante los 90. A Tapia también le endilgan incompatibilidad de funciones y, en especial, aprovechamiento de su función con manejos discrecionales. Vicepresidente de la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (CEAMSE), un cargo que se decide entre los gobiernos de la Ciudad y Provincia de Buenos Aires, Tapia fue denunciado en la Justicia por la diputada porteña Graciela Ocaña en 2015. En la CEAMSE son empleados Fabián Lovato, Jorge Milano y Javier Marín, dirigentes de los clubes del Ascenso San Telmo, Villa Dálmine y Acassuso, respectivamente. “Tapia habría gestionado las designaciones de quienes ocupaban distintos cargos en mesas directivas de la Asociación del Fútbol Argentino”, apuntó Ocaña. El otro motivo: Tapia trabaja para Industrias Metalúrgicas Pescarmona (IMPSA), empresa de transporte de residuos peligrosos a la que debe controlar, justamente, desde la CEAMSE. “Vamos a demostrarles a aquellos ignorantes e incapaces mentales, que creen que están por encima, porque un simple barrendero es el presidente de la AFA, que los trabajadores podemos conducir. Hay cucarachas que inventan muchas cosas”, lo defendió, enérgico, Moyano.

La causa todavía sigue abierta en los tribunales.

La pata sindical

De respuestas en ocasiones monosilábicas, con el latiguillo “compañero” siempre a mano y la mandíbula en acción por mascar chicle permanentemente, Tapia se abrió paso en el fútbol argentino.

Recibió elogios en el descalabro. Jorge Pautasso, ex ayudante de Gerardo Martino durante su paso por la dirección técnica de la selección argentina, contó: “Después de la famosa votación 38-38, en la AFA no existieron más los dirigentes. Salvo el Chiqui Tapia, que nos acompañó en todos los momentos, en las buenas y en las malas. Los demás no cumplieron”.

Por el cargo en la CEAMSE, la relación con el presidente Macri es preexistente, desde que era alcalde de la Ciudad, lo que le da un margen de maniobra.

En paralelo, Tapia conecta muy fluidamente con un sentir popular, lejos de los medios de comunicación masiva y cerca de las personas de a pie. “El Chiqui Tapia, el Chiqui Tapia, el Chiqui Tapia presidente de la AFA. / El Chiqui Tapia, el Chiqui Tapia, como lo hizo en Barracas, también lo hará en la AFA. / Hoy llega a la AFA un presidente trabajador para que toda la Argentina dé la vuelta de campeón”, le canta la banda de cumbia La Sonora Colombiana. Tapia es el segundo sindicalista que llega a la presidencia de la AFA después de Cecilio Conditi, de Chacarita, miembro de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) y primer rector de la Universidad Obrera Nacional, que ocupó el puesto en 1955. 20 años después Conditi fue ministro de Trabajo durante la presidencia de Isabel Martínez de Perón.

Cercano a Maradona y amante de los asados en familia, el último fin de semana Tapia volvió a San Juan para participar en la cabalgata que honra a la Difunta Correa, una figura de devoción mística.

Con sombrero gaucho y bermuda, Tapia subió de rodillas al altar para cumplir la promesa y ofrendarle la camiseta de la selección argentina con el 10 en la espalda. “Muchos amigos y dirigentes de la familia de nuestro querido fútbol argentino han trabajado para que a partir de este momento empecemos a recuperar la institucionalidad que nos merecemos”, había marcado días atrás, en su primer discurso. “En nombre de quienes componen este Comité Ejecutivo, a los que nos han acompañado desde el convencimiento para llegar hasta acá y a quienes, por diferentes motivos, no acompañan un proyecto en el cual lo necesitamos, empecemos realmente entre todos a refundar la Asociación del Fútbol Argentino”.

Roberto Parrottino.