–¿Qué es Defensor para el fútbol uruguayo?

-Es un grande. Cuando firmás el contrato, se habla de hacer un buen torneo, de salir campeón y de apostar a lo más alto. Hay que estar siempre en las primeras posiciones, clasificarse a los torneos internacionales. Es un club que tiene su estilo, su presión, y hay que saber llevarla. El día que fuimos campeones me sorprendí al ver la cantidad de gente que había en el Franzini cuando volvimos del Capurro. La gente disfrutó muchísimo.

–¿La Copa Libertadores de 2014, edición en la que llegaron a las semifinales, marcó tu identidad con la gente y con el club?

-Sí, esa Libertadores fue tremenda. Yo venía de Unión de Santa Fe, de Argentina, y no salí de la mejor manera. El club apostó por pelear el campeonato y la Copa Libertadores. Tratándose de un club de acá, esa decisión fue para sacarse el sombrero; se hizo una inversión, se trajeron jugadores, y nos fue muy bien. Obvio, con el diario del lunes se habla del parate aquel, de la última pelota en el palo, yo qué sé. No sé si “merecer” es la palabra correcta, pero creo que por lo menos nos merecíamos estar en la final.

–¿Qué análisis hacés del Torneo Apertura que lograron?

-Este plantel se lo propuso, pero no desde las primeras fechas, desde la pretemporada con el profe [Alberto] Mena. Mejoramos como grupo, limamos todo tipo de asperezas, dejamos los problemas de lado, y cada uno cumplió su rol. Nos preocupamos por los sueños y por el futuro de cada uno. La armonía que se consiguió en el plantel es lo que más me enorgullece. Claro que cuando se empiezan a dar los triunfos la confianza crece, pero remarco esa preocupación por el compañero de al lado, por el bienestar de cada uno. La química se formó dentro y fuera de la cancha, y la gente que acompañó se dio cuenta.

–¿Cómo se logra esa química entre ustedes, los más veteranos, y los jóvenes?

-Gracias a ellos. Gracias a la inteligencia de los jóvenes, que entendieron el mensaje. Si ellos no entienden el mensaje, es muy difícil; podrás ganar y pelear arriba, pero no hay armonía. Cuando los jóvenes quieren progresar y ser protagonistas, en un fútbol en el que sólo se destaca lo que hacen Peñarol y Nacional, se nota el crecimiento. Yo siempre digo que Defensor molesta.

–¿Por qué?

-Por su historia, por ser rebelde, porque siempre está complicando, está en las definiciones, es campeón, hace buenos papeles en los torneos internacionales. Es un club que siempre trata de mejorar, tanto en lo deportivo como en lo social. Eso genera un malestar en los demás, con el que tenés que convivir: en este campeonato que pasó, en opinión de la prensa todos los rivales eran mejores que Defensor. ¿Quién nos seguía? Nadie. El que nos siguió todo el torneo estaba tranquilo, porque era muy difícil que nos pudieran ganar; la intensidad, la humildad y el trabajo fueron las claves para ganar el campeonato.

–Con Eduardo Acevedo como director técnico ya estuviste en Cerro, y ahora saliste campeón en Defensor. Has hablado muy bien de su trabajo.

-Sí, se habla mucho de él. Yo digo que es muy fácil criticar a las personas exitosas, a los que son visibles, y lamentablemente muchos uruguayos te tiran para abajo. A Eduardo lo conozco desde Cerro. Yo venía de Gimnasia [y Esgrima] de Jujuy y estaba esperando a ver qué podía salir del exterior. Un día me llamó y me dijo: “No mires la tabla, acá venís a pelear el torneo”. Cerro estaba complicado con el descenso, pero el loco ya estaba convencido de que le iba a ir bien, porque es una persona que toma riesgos. Yo le tengo aprecio porque se la jugó por mí y me bancó a muerte, pero, ojo, a mis compañeros también. Es muy difícil que un jugador hable mal de él, porque les da oportunidades a todos. Es un loco que confía mucho en el jugador, te da oportunidades, y, obviamente, no quiere que lo traiciones. El doble discurso no va con él.

–¿En qué lugar te sentiste pleno durante tu carrera?

-En Unión de Santa Fe, sin dudas. Pero a uno le gusta ser reconocido en su país, lograr cosas importantes acá, y eso es muy difícil, no es para todos. Siento que hoy lo logré gracias a Defensor, que me abrió las puertas por segunda vez.

–¿Cómo ves el futuro cercano?

-El fútbol son momentos. Hoy estoy muy bien acá. Quiero disfrutar esto porque tenemos desafíos y cosas importantes para jugar, como el Torneo Intermedio que se viene, y queremos ganarlo. También está la Copa Sudamericana, que sería la frutilla de la torta. Con el Bocha [Mathías] Cardacio y los que vivimos la Libertadores de 2014 hablamos y tratamos de transmitir que no es imposible. Con Liga [Universitaria] de Quito tenemos el partido de vuelta en unos días, en el que trataremos de confirmar el buen resultado que conseguimos allá, porque estuvimos a segundos de ganar. Defensor ha tenido muy buenas copas; nos falta coronar eso con la obtención de un torneo internacional. Ya demostramos que no estamos lejos.

–Tu paso por Unión fue muy importante. Si tuvieras que elegir un lugar al que volver, ¿sería Santa Fe?

-La gente reconoció el esfuerzo que hice. Estuve desde los 25 a los 30 años, me compró el 100% del pase, logré tener una estabilidad, mis mejores amigos están allá, pasé buenos y malos momentos, conocí cosas maravillosas y cosas feas. Llegué en un momento complicado del club, que estaba saliendo de una crisis económica, y en lo personal me fue muy bien. Como todo uruguayo, fui, metí para adelante, y bueno, me fue bien. Logramos el ascenso, ganamos el clásico; fueron dos o tres años muy lindos. Fue un club que me dio todo; ayudé a una fundación, colaboré en la parte social. Es un club divino.

–¿Cómo se vive el clásico con Colón?

-Es terrible. Es ganar o ganar, no hay otra. “No importa si bajamos, el clásico hay que ganarlo”, me decían en la calle.

Alguien como yo

–¿De qué barrio sos?

-De Nuevo París. Ahí nací. Tengo recuerdos de aquella vieja infancia, de jugar en la calle al fútbol de cordón. Fue muy linda la infancia, me marcó para siempre. Tengo los mejores recuerdos: mis amistades y mi familia -mamá y papá- todavía viven ahí. La gran parte de mi vida está ahí.

–¿Cómo fueron tus inicios en el fútbol?

-En el barrio arranqué en el baby fútbol del Club Lanza México. Después tuve un pasaje corto por Cosmos Corinto, en el último año de baby fútbol, hasta que llegué a Liverpool, donde jugué en séptima y sexta. Era el club que tenía cerca, pero también había un sentimiento por Liverpool, por Nuevo París y Belvedere. Luego me tuve que ir, debido a problemas de crecimiento; me costó mucho el fútbol a mí. Después anduve trillando dos años por Colón, pasé a Salus, y ahí empieza la carrera con Alianza Montevideo, la unión de Salus, Villa Teresa y Huracán. En Alianza estuve en cuarta, pero a los 18 años me tocó debutar en Primera; estuve tres años y luego el club desapareció. Entonces -lo que son las vueltas de la vida- volví a Liverpool y el club me terminó comprando el pase. Imaginate lo mal que estaba Liverpool en lo que respecta a estructura: cuando me compraron el pase no sabían que yo ya había tenido un pasaje anterior por el club.

–Entonces el sentimiento por Liverpool es muy genuino.

-Sí, totalmente. El barrio tenía un sentido de pertenencia; se trataba de hinchar por el club del barrio por respeto, ir los fines de semana, el carnaval, el tablado. Nuestros padres iban mucho a ver a Liverpool y nos inculcaron eso, el respeto por el club del barrio, que hoy se ha perdido. Se ha perdido esa esencia.

–Al pasar mencionaste que tuviste problemas de crecimiento. ¿Cómo fue eso?

-Es terrible, re jodido. A veces me pongo a recordar eso y se me cae algún lagrimón. Hoy el fútbol ha cambiado, pero antes si no medías 1,80 o no tenías un buen lomo quedabas afuera. En esos momentos, en formativas, estuve prácticamente seis meses sin jugar y me fui a Montevideo Rowing Club a entrenarme solo. Hice remo, básquetbol, iba al gimnasio. Mi meta era ser jugador de fútbol de Primera, tratar de llegar a lo máximo, pero me costó mucho. En su momento, me sentí discriminado por las personas que dirigían antes en las inferiores.

–Pero con los años creciste mucho.

-Sí, pero todo a base de esfuerzo. Mis viejos fueron fundamentales en eso, por el apoyo y para bancar el llanto. En eso fueron impresionantes. Me acuerdo de que tomaba un litro de leche con avena, comía dulce de membrillo, le metía a toda la alimentación pesada, comía polenta, todo. Pero no era un problema de alimentación, sino de crecimiento. Jugaba mucho al básquetbol, pero no pegaba el estirón. Por eso digo que el apoyo de mis viejos me permitió seguir hasta que llegué a Colón y empezó el camino para estar en Primera.

–Tu sobrenombre, Coto, se lo debés a la banda que fundó tu padre, Sonido Cotopaxi.

-Es verdad. Papá es el creador y el fundador de Sonido Cotopaxi: Juan Luis Correa, más conocido en el ambiente de la música como el Mono. Un ídolo, pero el loco no andaba sólo para la música y los viajes interminables. Era eso y después laburar ocho horas, pero como decía él: “Había que hacer la chuleta”. De la música no se vivía, era un complemento, pero obviamente marcó un antes y un después en la movida tropical. A veces se acerca gente de la música. Siempre lo reconocen, él es más perfil bajo, pero en su momento metían disco de oro, de platino, doble platino. A veces alguna persona me para para decirme que iba a los viejos bailes y que Cotopaxi marcó su infancia, y eso era la música de papá.

–En la década de 1970 se produjo esa revolución de la música tropical. Vos naciste varios años después, en 1983, pero creciste con esa influencia. ¿Eso moldeó tu manera de ser?

-Sí. A los compañeros los tengo atomizados. Es la realidad, y me lo hacen saber. Iba al estudio Sondor a ver las grabaciones de papá, las grabaciones de Eduardo Rivero con su Karibe con K; eran interminables. ¡Había que grabar antes! Era buena música, tenían mucho oído, se fijaban mucho en los detalles. Crecí con la esencia de la música tropical de Uruguay. En un momento toqué el teclado, siempre estaba molestando por ahí, pero no le entré a mucho más.

–¿Cuáles son tus temas preferidos de Sonido Cotopaxi?

-“Que no quede huella”, “Ojos verdes”, “Cinta verde”. Hay temas que marcaron y que la gente pedía mucho.

Alza la voz

–¿Qué le falta al periodismo deportivo? -Hay otras cosas para cubrir; la gente es muy futbolera, quiere escuchar y quiere saber. Si me sacara el casete, te diría algunas barbaridades. Ahora hablan de Defensor porque tuvieron que verlo en las últimas fechas, pero el que sabe es el que siguió la campaña. Empezaron a hablar bien de [Ayrton] Cougo o de cómo entró [Gonzalo] Maulella, jugadores que venían jugando desde hacía rato. Maulella, por ejemplo, fue campeón con Defensor hace mil años. En lo personal, me molesta mucho, a pesar de que claro que me pone contento que nombren a mis compañeros. Si fuera más justo para el fútbol, sería más bonito para todos, pero se habla de cualquier cosa.