Haciendo pesar el marcador y, por extensión, la superioridad que Boston River había logrado en Montevideo en una noche de verano, el equipo de Alejandro Apud consiguió un valioso empate a 1 en Huancayo con Comerciantes Unidos de Perú. De esta manera, con un global de 4-2, se clasificó a la segunda fase de la Copa Sudamericana. Su nuevo rival se conocerá tras el sorteo que haga la Conmebol entre todos los clasificados y los terceros de la instancia de grupos de la Copa Libertadores, el 14 de junio, en la sede de la Condeferación Sudamericana de Fútbol.

Los clubes de botijas uruguayos que se fundaron bajo el nombre de Boston en 1939 seguramente tenían como sueño absoluto y loco llegar a jugar un día en el estadio Centenario con Nacional o Peñarol y, si era posible, que un día el centerhalf, el insider, el wing o el goalkeeper llegara al combinado y se pusiera la celeste.

Los hombres del Boston que estuvieron casi 30 años, entre los 70 y este siglo, tratando de mantenerlo con respiración artificial hasta volver a ponerlo en la cancha de los sueños, seguramente tenían su techo de las esperanzas en volver a jugar en la Intermedia, en ascender a la B, y, quizá, un día a la A, y jugar copas, y meter viajes, y… Es difícil que ese eternauta del barrio Bolívar haya pensado que eso sí se cumpliría, que jugarían por una copa con un equipo peruano nuevo, nuevísimo, de nombre Comerciantes Unidos, y que no los recibiría en su casa de la ciudad de Cutervo, sino en Huancayo, a más de 3.000 metros de altura.

Pablito Cepellini le pega bien. Casi todos lo sabemos. Y es posible que consiga meterles veneno hasta a los centros, pero cuando a los 20 minutos se paró casi en posición de lateral izquierdo, apenas pasando la mitad de la cancha, con la pretensión de meter un buen centro a partir de aquella falta, seguramente más allá de los cabeceadores y de los cuatro gordos que estaban en la tribuna, pocos podíamos imaginar que aquella pelota, tras picar en el área y tras un choque entre defensas propio de un gag de Benny Hill, llegaría hasta el zaguero rochense Guillermo Fratta para que la cabeceara con potencia contra el caño y anotara el gol de efecto tranquilidad y seguridad con el que Boston se ponía 1-0.

Ese resultado, al tiempo que le ponía valor al 3-1 obtenido de local hace tanto tiempo que ya ni me acuerdo lo que escribí, igualaba la anotación de visitante que aquella noche de febrero los comerciantes habían conquistado en el Parque Central.

Antes –y, fundamentalmente, después–, Boston supo cuidar la platita que tenía en el banco y dejó tan fijos como si fuese un futbolito a nueve futbolistas que, sin colgarse del travesaño, lograron neutralizar casi por completo cualquier intentona del elenco violeta, además de los efectos de la altura de Huancayo, ciudad situada a 3.200 metros sobre el nivel del mar.

El equipo de Apud administró muy bien el primer tiempo, haciendo anodinos el toque y los intentos de progresión de los peruanos.

Comercio informal

Un rebote largo de Adrián Berbia tras una buena atajada generó una disputa entre Joaquín Pereyra y Jefferson Viveros que, insólitamente, terminó en un pitazo de penal del árbitro boliviano Raúl Orosco que el arquero peruano Exar Rosales —que había errado uno en el Parque Central— transformó un gol antes de llenarse la boca de puteadas, como un pororó, ante cualquier uruguayo que pasara cerca de su ruta de festejo.

Después de eso, como si volviésemos a los 70 en los que decidimos iniciar el viaje de nuestro eternauta, la contienda deportiva devino una concatenación de situaciones violentas, fuera de lugar y con actores externos que colocaron el partido en una dimensión que excedía lo futbolístico y que pasaba más cerca de una sensación de inseguridad que podría ser tópico para una interpelación al ministro del Interior, Eduardo Bonomi.

Le empezó a costar físicamente al elenco montevideano, que era superado en velocidad por los cajamarquinos. No obstante, mantuvo la estrategia de cuadro partido de nueve, arrancando o defendiendo desde su campo, con dos arriba. Apud y su asistente Ruben Pelé Silva decidieron cambiar completa la pieza de ataque para que ingresaran Mauro Vila por Bruno Foliados y Máxi Pérez por Facundo Rodríguez.

Cuando sólo faltaban cinco minutos para el final, Boston River tomó la opción de colgarse del travesaño cuando Carlos Valdez entró por Enrique Echeverry, pero ni siquiera llegó a censar a más de cinco defensores dentro de su área, porque desbarató tempranamente cualquier rústico y primario intento de Comerciantes Unidos. Pero teniendo en cuenta la precariedad y brutalidad de los camilleros, y que el club peruano está más del lado del comercio informal que del deporte de competencia continental, nuestro eternauta nos podía haber avisado que los rojiverdes terminaron imbatidos en su debut fuera de fronteras por los puntos.

Bien Boston River, que a la sazón fue el único de los potenciales cinco clubes uruguayos que podían tener expectativas de avanzar en la Sudamericana y se clasificó a la segunda fase, instancia en la que defenderá a todo el fútbol uruguayo.