Si, en cambio, se puede explorar más variables, trazar hipótesis y presentar certezas, dudas y confirmaciones, el partido arrojó algunos sumarísimos juicios acerca de futbolistas y estrategias, teniendo en cuenta que el de ayer –un amistoso de altísima exigencia en el que no se contaba con cuatro o cinco de los puntales del equipo en los últimos años– es el inmediato anterior al más trascendente y decisivo por los puntos que importan: Argentina, en el Centenario, el 31 de agosto. Ese día los celestes intentarán asegurarse un lugar en el Mundial de Rusia 2018.

Ayer hubo pocas constataciones positivas. Acaso, la de que el Pelado Martín Cáceres puede jugar sin problemas o la de que Matías Vecino se revuelve bárbaro como eje central. Para disgusto del observador, cuyo punto de vista no necesariamente coincide con el del cuerpo técnico, que maneja una serie de variables y razones que no conocemos, dejó, sí, unas cuantas constataciones negativas. Entre ellas, la ausencia de un futbolista removedor, creativo y desequilibrante: no lo fue Jonathan Urretaviscaya, ni Diego Rolan, ni Carlos Sánchez, en Nahitan Nández, aunque este último fue el más esperanzador.

Si empaquetamos todo junto y separamos en condiciones de laboratorio el juego, sus protagonistas, la coyuntura y su sedimento para lo que viene, nos queda la sensación de que, con seguridad, en esos últimos cuatro partidos de las Eliminatorias –que son el objetivo real y único de este colectivo–, en los que ya se podrá contar las figuras determinantes, junto con otros laderos lo suficientemente capaces para galvanizar y potenciar una oncena, se verá si habrá incorporaciones provenientes de la siembra en la selección juvenil.

Raro

Sin duda, fue raro el principio del partido de ayer en la ciudad francesa de Niza. En primer lugar, al ver y confirmar en la cancha que Uruguay jugaba con un esquema de 1-4-1-4-1, tan capicúa como Anina Yatay Salas, pero tan desconocido para nosotros, por lo menos en esta década. Raro, porque uno ya no se acostumbra a jugar un partido de máxima exigencia sin Diego Godín, sin Edinson Cavani, sin Luis Suárez, de un saque; pero también sin Cristian Rodríguez, sin Nicolás Lodeiro, sin Álvaro Pereira, sin...

Pero ya en el desarrollo del juego, fue raro comprobar que con esa formación los celestes, ayer de blanco, planteaban un partido interesante con un equipo corto, apretado y mirando al arco de Gianluigi Donnarumma. Estaba bárbaro –y siguió bárbaro– cuando, a los seis minutos, una pelota larga dirigida al área oriental, que encontró un control desacertado del punta italiano, fue a parar a la derecha de Josema Giménez, que se dirigía para el lado de Fernando Muslera y, sin apuntarle al arco, perdió el foco y nos terminó clavando. Un gol en contra tan raro como todo lo que ocurría desde el inicio.

En adelante, Uruguay intentó, con la intensidad inicial, poner el empate y conectar básicamente por la derecha. Con cierta carencia de profundidad ofensiva, pero con mucho toque útil y tenencia de pelota, Uruguay pasó a prevalecer en el campo de juego, aunque no en el marcador, y todo pasó a ser un juego de posesiones. Cuando la tenía Uruguay, la pelota terminaba en el área italiana, mientras que cuando era de los azzurri, en las manos de Fernando Muslera. También los italianos activaron muy bien el contragolpe en cada uno de los córners a favor de Uruguay.

Nuestra estrategia, la de Uruguay, apuntaba a intentar tener el balón con seguridad el mayor tiempo posible, evitar los pelotazos y las pelotas divididas. En definitiva, a controlar las alternativas del juego, teniendo en cuenta la enorme capacidad del rival.

Niente più

En el segundo tiempo, el talense Cristhian Stuani sustituyó a Sánchez y, con un movimiento de piezas, quedó un poquitito más arriba y con un referente de área. De esta manera Uruguay reafirmó el juego por la derecha, pero con más incidencia ofensiva por la presencia de Rolan.

En el minuto 15 los celestes podrían haber empatado el partido –de hecho, la pelota llegó a las redes tras gran cabezazo de Martín Cáceres–, pero el árbitro francés cobró una falta de las de índole “mancha” y el tanto no subió al marcador. Después siguió casi con la misma inclinación a tratar de no perder la pelota, pero sin profundidad, sin riesgo o sorpresa.

A Italia le quedaba bien y cómodo ese formato de juego, y en una jugada de contragolpe promovida por el delantero Stephan El Shaarawy, que había ingresado en el segundo tiempo, la pelota llegó a Éder –otro de los ingresos– que estaba habilitado, y se estrelló en la red.

Ahí se liquidó el encuentro para Uruguay, pero no para los italianos, que con el desequilibrio de El Shaarawy llegaron a una instancia penal, luego de una falta de Giménez, por la que Daniele de Rossi llegó al tercer gol. Demasiado peso para quien salió a dar una caminadita a la vera del agua y terminó empapado y casi ahogado.

Mientras tanto, seguimos terceros –como nunca– a cuatro partidos del final de la clasificatoria para el Mundial de Rusia, con 18 de 21 puntos ganados de los disputados en Montevideo, y con la esperanza intacta, a pesar de las dos derrotas en este banco de pruebas, que esta vez no dio resultados positivos.