Son las 5.00 de la mattina. La gente anda en la vuelta. Circulan fotos de matungos recién armados, de fuegos mantenidos toda la noche, de oscuridades iluminadas sólo por la led de la pantalla, de fríos acomodados por acolchados, de la helada afuera.

En Uruguay a las 5.00 de la mañana hay miles de personas que están en pie, en acción o en pos de ello, para trabajar, estudiar, meterle a la cosa. No es eso lo inusual. Lo inusual es, en todo caso, que a esa hora muchos de nosotros estemos prontos para acompañar a unos guachos que no están llegando del baile ni saliendo a darle pelea al yugo, sino haciendo, creando, jugando por nosotros. Es raro y lindo. Claro que me voy a despertar, claro que lo voy a mirar.

Las manifestaciones repetidas y luego confirmadas en las redes sociales, así como en el ámbito laboral, estudiantil o de encuentro, no obedecían a la búsqueda de una gratificación mediante un partido de fútbol, ni de una obligación laboral o hasta social de cumplir con el visionado televisivo y a la distancia de una competencia deportiva.

Estábamos ahí, en nuestras casas, en nuestros cuartos, ante nuestros televisores, para estar con ellos, para acompañarlos, para agasajarlos y honrarlos con nuestra humilde presencia detrás de un televisor, sin ida y vuelta, sin siquiera poder hacer nada por ellos ni para ellos. Estábamos. Y volveremos a estar.

Arrimando

Es que en el partido correspondiente a los octavos de final del Mundial sub 20 que se está desarrollando en Corea del Sur, la selección uruguaya venció ayer 1-0 a su similar de Arabia Saudita, victoria que le dio el pase a los cuartos de final. En esa instancia, el domingo, a las 6.00 de nuestros sueños, deberá enfrentar al representativo de Portugal, que el martes había vencido 3-1 a los anfitriones surcoreanos.

El equipo de Fabián Coito volvió a hacer una buena performance, en el entendido de que las metas móviles de estos paso a paso son justamente las de ir avanzando en el camino y resolver estos juegos eliminatorios o clasificatorios para llegar tan lejos como se pueda.

Uruguay lo hizo bien: ganó y pudo doblegar a un fuerte rival que jugaba mucho más que lo que la opinión rápida y sin sustento alguno propagandeaba, basada exclusivamente en que se llamaba Arabia Saudita y había clasificado a los octavos de final como tercero de su grupo. Muchas veces, los analistas del fútbol –que, con distinto grado de versación, rigor y enfoque, somos los tres millones de directores técnicos que tienen cédula uruguaya– perdemos de vista una de las variables básicas que tienen las prestaciones de un equipo en una contienda deportiva y que aparece encerrado en alguna definición básica de competencia, en la que se necesita la presencia de un contendiente y, por lo tanto, de sus aptitudes y actitudes. Hay un antagonista.

No analizamos los partidos en función de la potencialidad y de las prestaciones del rival, del que compite con nosotros. Y así, narcotizados por el viejo perfume de la gloria, caemos en grotescos prejuicios de “hay que ganar porque somos Uruguay y jugamos de celeste”.

Bien jugado

El gol de la victoria llegó al principio de la segunda parte, con la ejecución de un remate penal de Nicolás de la Cruz. El hermano del Pato Carlos Sánchez convirtió el gol con un furibundo derechazo que enterró en el olvido el penal de la semana pasada en el partido con Italia, pero ya antes los muchachos celestes habían desarrollado de buena manera ciertos aspectos de la mecánica del juego que son básicos para competir. Se extremaron en el mejor tratamiento posible que le pudieron dar a la pelota propia en acciones de ataque, y estuvieron firmes, seguros y solidarios en las acciones de respuesta individual y colectiva cuando la pelota era de los saudíes. Otra vez con el brillante Federico Valverde como eje central del juego –en términos literales y metafóricos– y con la clara intención de hacer asociaciones cortas y seguras mediante el despliegue de calidad y esfuerzo de cada uno de los de celeste, Uruguay intentó doblegar al rápido y técnico equipo asiático. Cuando no salió el “paradigma Barcelona”, el elenco de Fabián Coito utilizó herramientas que no les son ajenas a los obreros y obreras de nuestras canchas: pase largo y a correr. De esa manera redondeó una buena presentación, suficiente para ser más que el rival, y más que suficiente para seguir adelante en el camino de la esperanza y la seguridad, a pesar de las ya notorias ausencias del coloniense Facundo Waller, de Rodrigo Amaral (que ayer estaba alistado y si era necesario iba a tener minutos de juego) y de la forzada falta del neohelvético Rodrigo Bentancur, que ayer recibió su segunda amarilla en el campeonato y quedó automáticamente suspendido para el partido del domingo con los lusos.

Educación y cultura

Hace casi siete años, en Sudáfrica, cuando ya estábamos entre los cuatro mejores del mundo y los centros de poder futbolístico, también por medio del periodismo, debían –sí o sí– enfocarse en Uruguay, el Maestro Óscar Tabárez respondió con mesura, clase, prestancia y mucha seriedad a uno de los 500 o 600 periodistas que le hacían preguntas en una enorme sala de convenciones: “En el caso del fútbol, que tiene mucho más historia que esto [el Mundial o el partido que vendría], es algo muy importante para la vida de todos los uruguayos. Uruguay es uno de los países del mundo, de los más de 200 países de la FIFA, que tienen mayor cultura futbolística. Yo creo que la cultura futbolística es aquella que hace que el fútbol sea algo muy importante para todos los habitantes de un país. Las reacciones que generó la actuación de Uruguay justifica todo esto. Las cosas que se le reconocen a la selección tienen que ver con la imagen con la que ellos quieren que se reconozca a los uruguayos, ese sentimiento de identidad que de alguna forma nos une como pueblo”.

Ahí estamos, como en 1924 y 1928 arrimándonos a la plaza para saber qué dicen los telegramas que vienen desde Europa, como en 1930 escuchando a los speakers en la radio del barrio o del pueblo, como en el 50 llorando más que Carlos Solé, como cuando empezaron las competencias de juveniles, como en las primeras imágenes televisivas de competencias continentales, como en aquellas mañanas de Japón de 1979, pasando por las Malasia de 1997 y hasta estos madrugones de ahora.

Cultura de barrio. Cultura de pueblo.

Mate amargo, bizcochos, la globa y los sueños, que no son sueños sino amaneceres.

Esto sigue

Hoy con tres partidos finalizarán los octavos de final del Mundial juvenil surcoreano. La jornada futbolera se abrió bien temprano, a las 4.30, con el partido entre México y Senegal. A las 8.00 Francia se medirá con Italia y a la misma hora Estados Unidos se medirá con Nueva Zelanda. Los cuartos de final se jugarán entre domingo y lunes. El domingo a las 3.00 Venezuela se medirá con el ganador del encuentro entre Estados Unidos y Nueva Zelanda, y a las 6.00 la celeste enfrentará a Portugal en Daejeon. El lunes el equipo de Zambia –que ayer eliminó a Alemania al ganarle 4-3– se las verá con el vencedor del partido de hoy entre franceses e italianos, en tanto que Inglaterra, que ayer derrotó 2-1 a Costa Rica, tendrá que medirse con el triunfador del partido entre mexicanos y senegaleses. Los dos partidos semifinales del Mundial se jugarán el jueves 8 de junio. Si Uruguay llega a esta instancia tendrá que enfrentar al ganador del partido entre los venezolanos y estadounidenses o neozelandeses. Este encuentro se jugará a las 5.00 en la ciudad de Daejeon y la otra semifinal se celebrará a las 8.00 en Jeonju. Los ganadores de las llaves semifinales se enfrentarán en la final del torneo, que se jugará el domingo 11 a las 7.00 en Suwon. Un rato antes, a las 3.30, también en el Estadio Mundialista de Suwon se disputará el partido por el tercer y cuarto puesto.