Sérgio Moro, el juez brasileño que investiga el esquema de corrupción conocido como Lava Jato, procesó ayer con nueve años y medio de prisión al ex mandatario Luiz Inácio Lula da Silva, quien había sido denunciado por recibir de parte de la constructora OAS un departamento tríplex a cambio de favores públicos. Un editorialista del portal de O Globo consideró que es un “golpe durísimo” para las aspiraciones presidenciales del político, quien lidera todas las encuestas de intención de voto para las elecciones de 2018 “gracias a que hasta ahora había sido lo suficientemente habilidoso como para no dejarse atrapar. El pueblo sabe que un gobernante tiene que salir al mundo a codearse con algunos de los corruptos más grandes del planeta, por lo que no puede ser un idiota que ni bien consigue algún soborno termina en la cárcel”. Aquí en Uruguay, mientras tanto, varios dirigentes del Frente Amplio (FA) consideraron que se trata de una nueva muestra de que la ofensiva del Imperio contra los gobiernos progresistas de Latinoamérica no va a detenerse hasta sacarlos del poder. “Estamos ante un momento clave de la historia, donde se corre el riesgo de que por sacar a un presidente que aceptó como coima un departamento tríplex, vuelvan al poder los políticos de derecha que reciben como sobornos departamentos cuádruplex, quíntuplex y hasta séxtuplex”, aseguró un integrante de la Mesa Política del FA. Un legislador oficialista opinó por otra parte que “la mejor manera de resistir esta ofensiva restauradora es levantar las viejas banderas de la izquierda, es decir, la solidaridad, las luchas guiadas por la utopía de un mundo mejor y el apoyo de los políticos que hacen cualquier cosa pero aun así son menos malos que los otros, que son un desastre”. De todas maneras, en la interna de la fuerza política existe la percepción generalizada de que el FA está “muy lejos” de los niveles de corrupción que se ven en otros gobiernos progresistas de la región. “Acá tenemos estúpidos, pero no ladrones”.