Esta noche empezará a disputarse en Argentina una nueva edición del torneo de Primera División. Este campeonato tendrá la peculiaridad de que será el primero que se jugará bajo la organización de la Superliga. Ese no es el nombre de un torneo, sino la denominación de la asociación de los clubes de Primera División y de la Primera B Nacional, que comenzarán a funcionar en una nueva estructura. Si bien esta entidad mantendrá vínculos con la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), funcionará por fuera de la asociación y contará con autonomía, estatuto y autoridades propias. La AFA seguirá organizando los torneos de ascenso y las ligas del interior, además de tener a su cargo la selección nacional. El modelo adoptado se basa en las experiencias de las principales ligas europeas, pero tomó como referencia principalmente el español, llevado adelante por la Liga de Fútbol Profesional.

El torneo de Primera División argentino no presentará mayores novedades en cuanto a su formato: los 28 clubes participantes jugarán a una rueda todos contra todos, conformando un campeonato de 27 etapas que tiene su fecha de culminación marcada para el 13 de mayo del año que viene. Habrá cuatro descensos y sólo dos ascensos, con la idea de que en 2020 vuelva a haber un torneo de 20 equipos. Pero más allá de aspectos formales, la Superliga es vista por muchos como un nuevo punto de partida del fútbol argentino en su afán de salir de la crisis que se generó tras la muerte de Julio Grondona, en julio de 2014.

La urdimbre

“La Superliga se concretó gracias a la alianza entre Claudio Tapia y Daniel Angelici, presidente y vicepresidente primero de la AFA. Sin ese acuerdo, no hubiera sido posible. El nacimiento de la Superliga es un triunfo de los clubes grandes, en especial de Boca Juniors y River Plate, pero también es un triunfo político de Mauricio Macri y su modelo de gestión. De hecho, el presidente de la Superliga –que es un cargo rentado– va a ser Mariano Elizondo, alguien ligado netamente al mundo empresarial, que no tiene vínculos directos con el fútbol, que no es un dirigente sino un gerente. Él va a dirigir la Superliga”, contó a la diaria desde Buenos Aires el periodista Roberto Parrotino. “Chiqui Tapia se declara grondonista y hace poco, en una entrevista, dijo que está en contra de las sociedades anónimas deportivas. Pero para ganar las elecciones en la AFA tuvo que aliarse con Angelici, que es el delfín político de Macri y que como presidente de Boca maneja al club como una empresa”, agregó.

El surgimiento de la Superliga se inscribe en la nueva realidad del fútbol argentino, en la que conviven quienes intentan mantener el esquema grondonista –el nuevo presidente de la AFA, Claudio Chiqui Tapia, encabeza esta línea– con los que, a raíz de la crisis financiera que envuelve a la mayoría de los clubes, pretenden implantar nuevos modelos de gestión, como las sociedades anónimas deportivas. Una de las principales caras visibles de esta postura es Daniel Angelici, presidente de Boca Juniors y primer vicepresidente de la AFA.

Angelici, abogado de 53 años, es el presidente xeneize desde 2011 y es un hombre estrechamente ligado al presidente argentino, Mauricio Macri. Ejerció el cargo de tesorero del club auriazul durante buena parte de la gestión de Macri al frente de la institución y, además de ser abogado, es uno de los empresarios de los juegos de azar más importantes de Argentina, dueño de numerosas casas de bingo. Fue Angelici quien convenció a Macri de negociar con Tapia las condiciones de su llegada a la presidencia de la AFA en marzo de este año. Inicialmente la idea del presidente era que la AFA tuviera una conducción renovada y desconfiaba de Tapia, quien es yerno del sindicalista Hugo Moyano, presidente del Club Atlético Independiente.

Pero la fuerza de los punteros grondonistas en la estructura del fútbol es muy grande, y Macri entendió que era razonable acordar con ellos. En el marco de esta alianza entre Tapia y Angelici en el reordenamiento del fútbol argentino, el gran derrotado fue Marcelo Tinelli, a quien Macri veía –y ve– como una amenaza política; por nada del mundo quería que quedara en una posición dominante. Si bien en un tiempo no muy lejano parecía que el conductor y empresario televisivo vinculado al Club Atlético San Lorenzo de Almagro iba a quedar al frente de la AFA –todo indicaba que iba a ser el elegido en diciembre de 2015, la noche del famoso empate 38-38 con 75 votantes–, poco a poco se fue quedando solo y sin apoyo en el complejo entramado de la dirigencia futbolera argentina.

Uno de sus más importantes aliados era Rodolfo D’Onofrio, el presidente de River Plate, pero a Tinelli le faltó el apoyo fundamental de los clubes chicos, justamente donde se sustenta el poder de Tapia y desde donde se afianzó durante décadas el reinado de Grondona. Para ganar cualquier batalla hay que tener soldados, y Tinelli no los tiene. “A Tinelli la dirigencia del fútbol lo fagocitó. Tuvo que soportar varios cachetazos que lo fueron dejando fuera de la AFA y de la Superliga, y al final terminó renunciando al cargo para el que lo habían designado, que era uno secundario, como presidente de la Comisión de Selecciones Nacionales. El mundo del fútbol, poco a poco y con diferentes artimañas, se lo comió”, sintetizó Parrotino.

Es la economía, chabón

Más allá del entramado político en el que se gestó, el nacimiento de la Superliga se debe, en primer término, a razones económicas. Los clubes argentinos, que en su enorme mayoría y salvo puntuales excepciones sufren problemas financieros, precisaban más dinero para seguir disimulando administraciones desprolijas. ¿Y de dónde iba a salir ese dinero? De la televisión, claro.

Presentado en este nuevo formato que pretende hacerlo más atractivo, el fútbol argentino a partir de hoy comenzará a ser transmitido por Fox Sports Premium y TNT Sports, señales pertenecientes a las empresas Fox y Turner que se hicieron con los derechos de la emisión de los partidos luego de que Macri decretara el final del Fútbol para Todos, el programa de emisión gratuita que impulsó la ex presidenta Cristina Fernández en 2009.

En marzo de este año, el gobierno de Macri autorizó el pago de 350 millones de pesos argentinos –algo más de 20 millones de dólares– a la AFA por la rescisión del contrato que los unía, enterrando definitivamente la era de las transmisiones gratuitas promovidas por el Estado por los canales de televisión abierta.

De ahora en más, para ver el fútbol los argentinos tendrán que ser clientes de alguna empresa de televisión paga y además abonar una cuota extra de aproximadamente 600 pesos uruguayos. En total, cada abonado tendrá que pagar por mes algo más de 2.000 pesos uruguayos, aunque este nuevo régimen comenzará a funcionar en octubre. La idea inicial del gobierno de Macri –para pagar el menor costo político posible– era que el fútbol sin el pago extra se extendiera hasta fines de octubre, cuando se realizarán las elecciones parlamentarias argentinas, pero Fox y Turner tienen otras prioridades: quieren comenzar a recuperar su enorme inversión rápidamente y movieron el plazo para fines de setiembre.

Esta nueva realidad también tendrá como grandes ganadoras, obviamente, a las empresas proveedoras de televisión paga, aunque no está claro cuál será la reacción del público masivo, que tendrá que comenzar a pagar por recibir un servicio que fue gratuito durante los últimos ocho años. Internet también será una opción para aquellos que no puedan o no quieran pagar para ver los partidos, aunque parece que la tarea no será sencilla, porque Fox y Turner intentarán limitar, perseguir y penar cualquier tipo de reproducción visual por fuera de sus controles. Además, los nuevos propietarios de las transmisiones del fútbol ya anunciaron que harán valer sus derechos y que impondrán una restricción al resto de los canales para que no emitan las imágenes destacadas de los encuentros.

En cuanto a los números, Fox y Turner pagarán, de acuerdo al nuevo contrato, 3.200 millones de pesos argentinos por año –el acuerdo inicial es por cinco con opción a otros cinco–, poco más de 186 millones de dólares. 80% de lo que desembolsen las dos multinacionales estadounidenses irá a la tesorería de la Superliga, y el 20% restante lo cobrará la AFA para el sostén de su estructura y los demás torneos que organiza. Por otra parte, la AFA recibirá un extra de 14 millones de pesos argentinos –aproximadamente 815.000 dólares– que le pagará la Superliga por los servicios de árbitros y Tribunal de Disciplina, y servicios administrativos.

Un gran tema de polémica entre los clubes, que aún no está saldado del todo, es la forma de reparto de este dinero. En principio, se acordó que por lo que queda de 2017 se mantendrá el régimen de tres escalas que se implementaba desde el Fútbol para Todos: en el primer grupo están River y Boca; en el segundo, Racing, San Lorenzo, Independiente y Vélez Sarsfield; en el tercero, el resto de los clubes de Primera División. Pasado a números, Boca y River recibirán mensualmente 552.000 dólares; Independiente, Racing, San Lorenzo y Vélez, 378.000 dólares; y para cada uno de los restantes 22 equipos habrá hasta fin de año 261.000 dólares por mes.

El año que viene, se impondrá el régimen denominado “meritocrático”. 50% del dinero se repartirá equitativamente entre todos los clubes, y el otro 50% se dividirá en 25% por producción deportiva de acuerdo al lugar que cada equipo ocupe en las posiciones finales del campeonato y otro 25% en función del rating. Esta nueva forma de repartir el dinero intenta mitigar uno de los principales temores que se instalaron tras la constitución de la Superliga: que los grandes, principalmente Boca y River, tengan beneficios económicos mucho mayores que el resto, con lo que se generaría una polarización de los campeonatos similar a la que se produce con Real Madrid y Barcelona en España, que es justamente el modelo en el que se basó la creación de la nueva forma de organización del fútbol argentino.