En un momento de su debut en el Torneo Clausura, Nacional pareció cerca de salvar con nota. El transcurso de los minutos le quitó brillantez, pero no borró lo merecido del triunfo, que finalmente fue 3-0. Por encima del efecto tranquilizador de un estreno victorioso o del entierro del recuerdo de la eliminación de la Copa Libertadores, el desenlace del partido sabatino le asegura al equipo de Martín Lasarte la exclusividad de la punta de la Tabla Anual al menos por una semana más.

Juventud llegó al Parque Central un puesto por encima de la zona de descenso, dato angustiante pero bien asimilado en Las Piedras, donde el conocimiento de la tendencia de rendimiento permite recordar que no hace tanto el cuadro parecía trancado en posiciones de pérdida de la categoría. De repente fue esa confianza ganada la que animó a jugar a Maximiliano Lemos y a encarar al Rulo José Varela, quien dejó al descubierto que Agustín Rogel padece los efectos menos gratos de la lógica pendular propia de todo juvenil recién ascendido. Una tempranera infracción del zaguero hizo que Juventud tuviera quizá la primera de las muchas jugadas de pelota quieta que le dio el partido. El otro dato relevante es que no aprovechó ninguna.

Esa postura visitante ordenada pero con cierta ambición fue clave para el vaivén que el partido arrojó de entrada. Porque un equipo con los jugadores y las obligaciones de Nacional naturalmente haría la otra parte, que apenas al rato ya sería la más notoria. Lasarte reiteró un 4-3-3 que tuvo grandes desempeños de Sebastián Fernández y Tabaré Viudez. Papelito hizo yunta con Alfonso Espino para que, desde la izquierda, llegara el gol con el que Felipe Carballo abrió el marcador a los 15 minutos. El volante tocó la pelota dentro del área chica. Otra vez, su andar despertó elogios comparables con los que suele recibir el de Sebastián Rodríguez. Entonces, entre mediocampistas pulcros y profundos, delanteros despiertos y laterales vivos, Nacional puso más de medio cuadro al servicio del ataque y la prolijidad. Fue lindo de ver durante buena parte del primer tiempo, en el que Juventud, de un momento a otro, perdió la pelota y dejó colgados a sus delanteros Jordan Mosquera y Ezequiel Vidal.

La solución pudo llegar a los 34 minutos, cuando un centro casi se transforma en oasis para los pedrenses. El volante Alejandro Reyes cabeceó hacia abajo y Esteban Conde eternizó su gran momento con una atajada espectacular, directamente conectada con la idea de Nacional como equipo eficaz: sí, eficacia es aprovechar las posibilidades generadas, pero también tener jugadores que cumplen un rol defensivo y sacan las papas del fuego en caso de que sea necesario. A la vuelta de esa esquina esperaba la otra cara del concepto: a los 37 minutos, Viudez armó, Álvaro Tata González habilitó y Papelito convirtió.

El 2-0 instaló la sensación de partido resuelto, aunque con circunstancias atenuantes. Una, el importante período de juego pendiente. La otra, cierto rasgo propio de este Nacional, su tendencia a regular fuerzas, esta vez acentuada por la pérdida de fútbol ofensivo sufrida luego de que Rodrigo Aguirre salió con un tobillo esguinzado y fue sustituido por Hugo Silveira. Entonces, mientras las genialidades de Viudez parecían ser lo único rescatable de un complemento sin chispa, los pedrenses tuvieron tres posibilidades de perturbar la siesta ajena. La más valiosa fue el penal que Esteban Conde le contuvo al ingresado Esteban González a los 66 minutos. La falta que originó la pena surgió de otro error de Rogel, que perdió la posición y tocó de atrás a un movedizo e interesante Vidal. Siete minutos más tarde, el defensa Leandro Zazpe tiró de lejos y reventó el horizontal. A los 77, su compañero de zaga, Fabricio Silva, casi anota tras peinarla. Lasarte se enojó con sus dirigidos, pese a la persistente diferencia de dos goles. Rogel fue por sus revanchas hasta el área rival, ganó en dos córners y gestó la jugada en la que Silveira decretó el 3-0 tras un desvío en Silva. Y de la siesta, a la fiesta.