“Quiero que se quiten los lentes con los que vienen y se pongan unos nuevos, dejando atrás todo lo que conocen, porque vamos a hablar de Asia, y hay una serie de prejuicios y conceptos que están instalados y acá vamos a ver otra realidad”, planteó, de entrada, el mexicano Renato Balderrama, director del Centro de Estudios Asiáticos, ayer, durante la convocatoria a analizar, en el marco del Día del Futuro, los impactos de la cuarta revolución industrial en la geopolítica del siglo XXI.

La primera revolución industrial fue aquella que introdujo las máquinas a vapor; la segunda, la que instaló la producción en masa y la electrificación; la tercera cambió los sistemas de comunicación con la llegada de las telefonías móviles y de internet, y la cuarta está cambiando lo llamado “ciberfísico”: no se trata de nuevas tecnologías, sino de sistemas construidos sobre las bases de la tercera revolución. “A otro tamaño, escala y complejidad, las tecnologías están borrando líneas en las esferas biológicas, físicas y digitales”, sostuvo Balderrama.

Para el licenciado en Relaciones Internacionales, este cambio de era está acompasado por cambios geopolíticos: “Mientras que la tercera revolución nos alejaba mucho de Asia, la cuarta cada vez nos acerca más”, afirmó, dando cuenta de que “el actor más importante” está siendo China, y no Corea del Sur ni Japón, “como se podría esperar”.

Años atrás, China se caracterizaba por ser “un país de clonación, de manufactura”, pero en los últimos tiempos algo cambió. “Como sabemos, no se trata de un país democrático, sino que tiene un partido único con prioridades que se plasman en planes quinquenales. Hoy están en el decimotercer plan, pero ya desde el decimosegundo estaban estudiando el mundo, cómo se iba concentrando en torno al proteccionismo y padeciendo la crisis financiera global”, contó Balderrama, y dijo que la respuesta a esto consistió en “fortalecer su mercado interno, facilitando las cosas para que se robustezcan sus propios ecosistemas de emprendimientos”. “El decimotercer plan tomó el modelo norteamericano de crecimiento empresarial, pero a un nivel más agresivo. Plasmó que para 2025 China sería líder en diez sectores como las tecnologías de la información, nuevos materiales, producción farmacéutica y robótica, entre otros, y lo está logrando”, afirmó. En China no existe Facebook, ni Twitter, ni siquiera Google u otros gigantes estadounidenses, como Amazon o Uber. Existen sus “dobles” chinos y una empresa dueña de una aplicación con 700 millones de usuarios. “WeChat reúne todas las cuentas de diferentes aplicaciones en una sola. Así, podés chatear, realizar transferencias, pedir comida, pagar un bien o servicio, reservar un lugar en un restaurante y más, sin salir del mismo lugar”, explicó Balderrama.

Para el mexicano, la razón del ascenso de China se encuentra en que cambiaron la “cultura de la tecnocracia” por la “cultura del emprendimiento”, ya que “la innovación por sí sola no es suficiente”, sino que necesita al emprendedurismo. Hoy, cuatro de las diez “empresas unicornio” –que levantan billones de dólares en ganancias durante su fase de start-up– son chinas; las restantes seis, estadounidenses.

Por otro lado, una diferencia con Occidente está en que “no hay un Parlamento que tranque el plan de gobierno”. “Todas las empresas privadas en China tienen en el fondo algo de públicas, porque aprovechan las restricciones propuestas por el gobierno para crecer”, explicó.

En tanto, en América Latina siguen los rezagos de “no haberse puesto al día durante la tercera revolución industrial”, opinó. No obstante, según dijo, “afortunadamente, aunque vayamos tardísimo, tenemos la oportunidad de hacerlo ahora”.

Balderrama, coordinador de una empresa que ofrece programas de residencia en China a estudiantes latinoamericanos, sostuvo que “la única forma de que América Latina aproveche lo que está pasando en Asia es entrar en los programas de formación y emprendedurismo chino”. También consideró que “más allá de los gobiernos”, los “problemas” giran en torno a los empresarios latinoamericanos, que “se quedaron en la zona de confort”.