Hace varios minutos que terminó la entrevista, pero la charla sigue. El fútbol, la marca, los recuerdos y la estrategia que tenía tal equipo están sobre la mesa; incluso el diálogo avanza hacia diversos órdenes de la vida que parecen ineludibles. Alfredo Arias habla y la convicción es inexorable en cada tema que surge. Habla porque sabe, habla porque quiere, y habla porque así lo aprendió en la pizzería que tuvo durante más de 20 años. “Tenías que aprender a llegarles a todos de tal o cual forma. Con el tiempo aprendés a hablar, a manejarte, y buscás la mejor manera para entrarle a ese que es más callado o más tímido. Hablás porque la gente va a hablar. Se miraba mucho fútbol; fui el segundo abonado histórico cuando el cable apareció en la Ciudad de la Costa, y se hablaba sobre eso”.

Después de colgar los botines con 31 años y abrir la pizzería, hizo el curso de entrenador y volvió al fútbol para dirigir las inferiores de Wanderers en 2010. Tras la partida de Daniel Carreño en 2011, asumió la dirección técnica del primer equipo. Desde entonces no paró. Fue campeón del Clausura y vicecampeón uruguayo en 2014, logro que lo catapultó a dirigir a Santiago Wanderers de Chile y luego al Emelec ecuatoriano, club en el que está hoy y con el que salió campeón.

–¿En qué etapa de tu vida te agarra la circunstancia de ser entrenador en Emelec?

–Estoy disfrutando, pero también estoy aprendiendo mucho. Es verdad eso que muchas veces leí, que cuando buscás la verdad o el saber, y luego lo encontrás, estás más lejos todavía. Cuando empezás a aprender o a ver cosas que antes no veías como jugador –o, en mi caso, cuando me inicié como entrenador–, te das cuenta de que hay un amplio espectro en el que todavía tenés que aprender mucho más. Siempre hay algo que te va despertando cosas. El fútbol es un hobby, por eso tiene validez con el transcurso del tiempo, mientras que tantas cosas caducan. Ha sobrevivido a avances tecnológicos y de todo tipo. Sigue siendo cada día el deporte que más aglutina a la gente en el mundo.

–¿Con qué verdades te encontraste que antes no veías?

–Con que para mí el fútbol, en lo básico y en lo que se apoya, es entrenar, entrenar, entrenar. Es mejorar, mejorar, y corregir errores y repetir aciertos. Pero aun repitiendo los aciertos no lográs, a veces, superar al rival, porque está en la misma que vos. Hoy se agregan los análisis por medio de equipos que te dan un panorama de lo que pasó en el partido o de lo que va a pasar; tenés que aprender de eso. Me sorprendí, en un momento, viendo que toda la metodología de entrenamiento, o lo que yo había hecho o había visto en mi carrera deportiva, había cambiado totalmente. Absolutamente. Incluso me sorprendo de las cosas que hacíamos en aquellos entrenamientos, que no quiere decir que estuviera mal. Era el conocimiento que había y era lo que el deporte pedía en ese momento.

–¿Cambió también la concepción del juego?

–Totalmente. Pero volvió a sus raíces, a lo esencial, según mi forma de verlo. Para mí lo esencial es la pelota; yo siempre digo que si vos sacás eso pierde validez todo lo otro. Es el análisis que yo hago de este juego. Podés tener los mejores jugadores del mundo aglutinados para jugar un partido de fútbol, pero si pasara algo que hiciera desaparecer la pelota, no habría juego. En cambio, puede estar el jugador más tronco, el oficinista que sale después del trabajo, el niño que empieza a correr, y si está la pelota hay juego. Yo creo que el fútbol y la metodología de entrenamiento volvieron a esa fuente; se le volvió a dar importancia a la pelota, a que el juego es con una pelota y se debe manejar con los pies. La palabra “fútbol” resume y sintetiza eso. No quiere decir que se deba perder la atención en saltar, correr, ser veloz, ser potente, pero creo que otra vez cobró importancia la pelota.

–Nosotros vemos el domingo en la cancha al jugador con la pelota, pero ¿qué hace él con ella el resto de los días?

–Hace todo. Algunos hablan de simular situaciones que vas a enfrentar el domingo y de simular situaciones que enfrentaste el domingo anterior, en las que te equivocaste o acertaste. Es una simulación, porque la perfecta repetición de eso es imposible. No podés repetir nada en el fútbol, incluso poniendo los mismos actores y diciéndoles lo que deben hacer. Cada acción de juego cambia, y eso se multiplica. El fútbol va a pasar por eso y va a venir otra etapa, pero no se va a poder abandonar la pelota. Tiene que estar en todas las acciones de juego, porque este depende de ella.

–¿Qué pasa con el trato que se le da a la pelota? A vos no te gusta que sea de cualquier forma…

–No, es una cuestión de gusto. Siempre aclaré que no soy un detractor de los que eligen otra cosa. Esa es mi opinión, pero acepto la de los otros. Acepto que en el fútbol se puede ganar de tantas formas y maneras como directores técnicos o ideas haya. Es diferente el resultado a lo que vos desarrolles en la cancha; a veces coincide, pero muchas veces no. Nosotros elegimos una forma y una manera, porque creemos que el fútbol asociado, de pases, el de controlar el juego por medio de la pelota y defendernos con ella, o tenerla y lograr que el rival no te ataque en volumen y calidad, nos puede hacer prevalecer en el resultado, que en definitiva es lo que importa. No niego que acá todos buscamos ganar, no buscamos que nos guste el juego. Si podés acompañar eso con un entrenamiento como te gusta y haciendo que tu equipo juegue como te gusta, vas a estar más cerca de sentirte realizado.

–¿De dónde sacaste todas estas cosas?

–Creo que a todos los niños que empiezan a elegir y sueñan con jugar en Primera nos gustó la pelota, en algún momento pasó. O cuando te regalaron tu primera pelota, o cuando se la viste al vecino, o en la escuela, o en la calle. En todo momento. Pero después se presentan otras variables que hacen al fútbol profesional y que te hacen olvidar un poco de eso. El gusto por el juego todos los tuvimos. Nadie va a jugar al fútbol si no le gusta. He escuchado a algún jugador decir que no le gusta jugar; seguramente le gustaba jugar a la pelota y luego no le gustó lo profesional. Como modelo de juego, ojalá pudiera hacer que mis equipos jugaran como lo hacen los de Pep Guardiola. Yo no habría sido como fui ni habría actuado como lo hice en el fútbol si no me hubiese apartado del fútbol –porque la vida me llevó por otros caminos– cuando me retiré como jugador. Eso me hizo apartarme un poco del jugador que había en mí; no fui director técnico enseguida, y eso me hizo ver otras cosas en la televisión.

–¿Veías un tipo de fútbol en la televisión que era el que te gustaba?

–Yo veía el fútbol por televisión, no en la cancha, porque estaba en mi trabajo todo el día. Empecé a ver lo que me gustaba, porque tenía la opción de cambiar de canal y ver cómo jugaba determinado equipo. Empecé a diferenciar la elección de lo que me gustaba y lo que no. Cuando vi el canal que pasaba al Barcelona de Guardiola, me quedé. Me preguntaba cómo era posible que un equipo lograra hacer lo que hacía ese. Después lo repitió en Alemania y en Inglaterra, porque la idea es una y él cambió la forma de juego táctica para poder competir en diferentes ligas. ¿Cómo uno intenta lograr eso? Mediante el entrenamiento, la repetición, y con la elaboración de una metodología de entrenamiento que lleve al jugador a querer hacerlo y convencerse. Tiene que ser un todo. De todos modos, lo importante es el jugador, y tenés que convencerlo. Como lo que yo le propongo es esencial para el fútbol –la pelota–, el jugador lo hace y lo acepta. Entrena mejor, se lesiona menos, disfruta más. Repite todos los días un juego que eligió cuando era niño.

–¿Entonces la pelota siempre tiene que estar?

–Hubo un momento profesional, mientras jugaba al fútbol, en el que veía la pelota dentro de una bolsa con otras más, mientras corríamos alrededor. Yo la miraba y me preguntaba cuándo la iba a agarrar. Pero la metodología de ese momento marcaba que vos tocabas la pelota el día de partido de práctica. Un día, en mi pizzería, tuve tiempo y me dediqué a calcular cuántos minutos había tocado la pelota desde mi llegada al fútbol profesional; comparé esa cifra con lo que la había tocado desde los cinco años, en un cálculo aproximado, y la diferencia era abismal. Me di cuenta de por qué algunos jugadores dicen que disfrutaban más hasta que llegaron al fútbol profesional. Nosotros tocábamos muy poco la pelota, era todo mucho más físico y táctico. Esa es una de las cosas en las que creo que el fútbol cambió: hoy se apunta a cuidar más la relación del fútbol con la pelota.

–¿Para lo que vos querés se necesitan jugadores específicos o con determinadas características?

–No. Si los tenés, bárbaro. Me tocó dirigir Wanderers y no elegí el plantel, y la misma situación se repitió en Santiago Wanderers y en Emelec. Creo que después vos elegís algún valor individual porque, a pesar de que yo pregono el fútbol colectivo, siempre va a ser preponderante. Por algo [Lionel] Messi, Neymar y [Luis] Suárez desequilibran cualquier sistema y buen juego. Vos elegís llevar una individualidad para que cumpla determinada función. Yo tengo mi idea, y no tiene por qué compartirla nadie: un jugador de fútbol para llegar a Primera división de Uruguay –es lo que más conozco, y creo que es el que tiene la mejor madera del mundo– tuvo que pasar por un montón de filtros desde que eligió, en la escuela o en la calle, jugar al fútbol. El uruguayo se tuvo que destacar entre miles, y por eso juega muy bien al fútbol. Después aprende lo que vos le des y hace suyo lo que vos le pidas. El jugador más dócil es el jugador de fútbol uruguayo, por eso digo que es la mejor madera para trabajar. El futbolista va a llevar a cabo lo que pida el que está al frente de un grupo. Es cuestión de plantear cómo se quiere jugar. No vale de excusa decir que se juega de determinada manera por el estilo de jugadores. Cada uno elige, y eso es válido, porque con todas las formas se gana: jugando directo, a dos pases, de contragolpe, presionando arriba o en la mitad de la cancha, o teniendo la pelota. Se gana y se pierde de todas las maneras, y se puede jugar de todas las formas porque el jugador de fútbol lo acepta, lo adopta y lo aprende.

–Imagino que la clave de esto es el tiempo, pero muchas veces no lo tenés. ¿Cómo se hace?

–El resultado viene con el tiempo. Si cortás un proceso, es imposible llegar a un resultado. Si te proponés jugar de una manera, el futbolista uruguayo, con un mes o una pretemporada, ya puede hacerlo. Se va a equivocar, y ahí está lo del tiempo. Con el tiempo se va a equivocar menos, porque los errores empiezan a reducirse y se va a soportar más. El fútbol es error y acierto; más bien, lo son todas las profesiones y todo lo que hagas. Me tocaba hacer las pizzas y cuando empecé me quemaba o me salían mal. Con el tiempo, cuando terminaba de hacerlas atendía el teléfono, tomaba el pedido, cobraba y con la otra mano te sacaba una pizza. Porque tenía la práctica y la necesidad.

–¿El director técnico uruguayo también se adapta fácil? Te tocó ir a Chile y a Ecuador, después de tus comienzos en Uruguay.

–También. Si nosotros fuimos a Ecuador fue porque otros entrenadores uruguayos se desempeñaron muy bien allí, algo que se puede rastrear muchos años para atrás. Cuando llegué, éramos siete directores técnicos uruguayos en los 12 equipos; la final la definimos entre dos uruguayos. Hay una cualidad que hace que tanto el jugador de fútbol como el entrenador uruguayo tenga ese destaque, que es la necesidad en la que nos criamos. Acá no contamos con todas las herramientas ni con toda la infraestructura, mientras que en otros lados te dan todo. Entonces cuando te encontrás con todo eso hacés la diferencia.

–¿Qué diferencias encontraste en lo que viviste en esos dos países con respecto a Uruguay?

–Siempre hay diferencias culturales y de idiosincrasia. He aprendido mucho de ese cambio cultural que tuvimos que hacer. Yo me equivoqué en Chile y en Ecuador, porque pensé que podía hablarles a los jugadores de allí de la misma forma que a un jugador de fútbol uruguayo, o que los iba a motivar de la misma manera. No es así. No es que vos tenés que esperar que ellos se adapten a vos, es al revés. Vos estás yendo a un país que tiene una historia y tenés que tener la decencia de adaptarte y compartir lo que ellos son. Chile me gustó mucho, pero estoy encantado del futbolista ecuatoriano, de la persona. Tienen un nivel, que no tiene que ver con la escuela ni con la cultura, de educación y respeto que añoro para Uruguay, es de los valores. En el futbolista de Ecuador, que viene de todos los estratos sociales, principalmente de los más humildes, noto un respeto, una docilidad y una educación para tratar a todos que me llamaron la atención.

–¿Eso hace que tengas que tratarlos de distinta forma?

–Quizá en Uruguay podía motivar con un grito, pero en Ecuador tenía que saber que ese grito no podía ser de esa forma. Yo no soy de insultar, jamás lo hice, pero sí grito, reprendo o elevo la voz para ver si llega más. Pero hay que tener cuidado con eso, porque las culturas son diferentes; a veces, en otras culturas, los silencios son mejores y más profundos que una palabra. En Uruguay estamos acostumbrados a eso, pero en Ecuador no. ¿Quién se tiene que adaptar? ¿Los 30 que están en el plantel o yo? Yo, entonces me doy cuenta de que tengo mucho para aprender.

–¿De dónde saca el director técnico recursos que le permitan manejarse en un grupo?

–Eso depende de cada uno. Ahí no hay nada que mirar, porque serías una burda imitación. Todos tienen su valor para hacerlo, y para hacerlo bien. Unos hablan más, otros menos, otros hacen más gestos, algunos les llegan a los jugadores de determinada manera. Si yo hubiese dirigido apenas me hubiese retirado del fútbol, no me habría ido lo bien que me ha ido. Cuando digo “me ha ido” me siento culpable, porque esto es un cuerpo técnico: es imposible que una sola persona maneje un grupo solo o que logre algo solo, somos un cuerpo técnico cuya cara visible soy yo. Aparte de eso, tiene que haber un equipo de trabajo y un presidente de una institución que sea coherente. Con la velocidad en la que todo se maneja, es imposible para uno solo. Si yo ni bien me retiré hubiese arrancado a dirigir, no habría tenido la personalidad necesaria. Creo que preferí ir y poner un negocio a sentir el riesgo de dirigir, porque sentía que no estaba preparado. Un día me decidí, y hoy soy un afortunado de que la vida me haya dado esta oportunidad de volver al fútbol, a lo que elegí cuando era un niño, y que encima me paguen. La verdad, no tengo dinero, pero si tuviera mucho dinero pagaría por hacer esto que hago. Iría por los clubes y pagaría por dirigir equipos. Se ofendería todo el mundo. Esto es lo que me gusta, es mi pasión.

–¿Qué había en esa pizzería? ¿Pasaba por tu cabeza que en algún momento ibas a dirigir y te preparabas para ello?

–Lo deseaba, aunque no lo expresaba porque lo veía muy lejano. La realidad es muy diferente a la vida del fútbol, tanto a la de un futbolista como a la de un director técnico. Nosotros tenemos el privilegio de vivir en una burbuja que un día te pinchan, ya sea por el paso del tiempo o porque pasa algo y quedás afuera. La realidad es la verdad, la vida que vive todo el mundo alrededor del fútbol es la verdadera. Yo deseaba volver a esa burbuja, pero la veía como una posibilidad muy lejana y muy difícil. Primero tenía que hacer un curso que se dictaba en los horarios en los que más atendía en mi negocio. Iba pasando el tiempo y yo iba agrandando un poquito el negocio y ponía televisores para no perderme ningún partido. Me seguía gustando. Un día se dio porque la vida me tocó. Soy agradecido al universo por haberme dado la posibilidad de volver al fútbol. Fui agradecido porque de no sé cuántos niños que había en el barrio fui el único que pudo ir a jugar en un equipo, después subí a Primera, fui a la selección; todo lo que uno dibujaba en un cuadernito cuando era chico. Luego de vivir y jugar en México después del Mundial de 1986, vivir bien, concentrar en los mejores hoteles, se pinchó la burbuja. Me retiré con 31 años y vinieron otras realidades: separación, divorcio, una nena de por medio divina, que hoy es química, y aparecieron las obligaciones. Tuve que ponerme a trabajar. Yo no podía visualizarme en la burbuja porque había salido expulsado violentamente. Todos los jugadores a los que dirigí son los que me trajeron a la situación en la que vivo hoy. Fuimos campeones en Wanderers gracias a los jugadores; nosotros los acompañamos, pero ellos fueron los verdaderos protagonistas.

–Fue un camino complicado el que transitaste en Wanderers. Hay, una frase de cambiar el “vendehúmo” por el “vendefútbol”. ¿Cuánto hay de cierto en eso?

–[Piensa] Yo no dije eso, pero me lo adjudicaron. Lo escribieron en un muro fuera de la sede. Pero es normal. En Ecuador, en determinado momento, mucha gente nos quería matar, no era que estuviéramos jugando mal o que consiguiéramos pocos puntos, desde que llegamos sólo perdimos una vez de local, en un año y medio. Emelec es un equipo en el que sólo sirve ser campeón; fuimos vicecampeones el primer año y en 2017 Delfín ganó la primera parte, nosotros la segunda y ganamos la final. Al igual que en Wanderers, el hincha cumple su rol, el de querer ganar siempre, y no analiza si jugaste bien. El hincha alienta hasta que el equipo pierde y, como es tan buen hincha, alienta a sus jugadores, pero se la tiene que agarrar con alguien y lo hacen con el que está afuera. Está bien. Yo lo acepté en Wanderers, a pesar de que me podía molestar porque era mi equipo, y también lo hago en Ecuador. De todos modos, eso no me va a influir. Para conseguir resultados necesitás tiempo; para lograr una idea de juego, no tanto, la expresás enseguida.

–¿Qué te queda por hacer como entrenador?

–Todo. Me queda aprender y lograr que el jugador tenga las herramientas necesarias para jugar a lo que yo le pido. Me queda mejorar, un poquito cada día, la capacidad del jugador, sacar lo mejor de él. El jugador es bueno, llegó a Primera porque se destacó entre miles. Lo único que tengo que hacer es lograr que mejore eso que tiene de bueno para competir con otros que también son muy buenos. Quedan siempre sueños personales; el que piense que a mí no me gusta ganar y que sólo pregono un fútbol vistoso está equivocado. Yo quiero ganar todo. Si un día el reglamento me permite poner dos arqueros lo voy a hacer, hay partidos en los que necesitás defender el resultado. Creo que de todos modos, por medio de la pelota, se defiende mejor que no tendiéndola, es mi pensamiento. Pero respeto el de todos. Me han ganado de la manera totalmente opuesta a la que pienso.