Chelsea y Barcelona empataron 1-1 en Londres, en el partido correspondiente a la ida de los octavos de final de la UEFA Champions League. Fue un gran duelo táctico, que tuvo mucho estudio y marca en el primer tiempo y más soltura y goles en la parte complementaria.

En los primeros 45 minutos los londinenses fueron mejores y no convirtieron porque el brasileño Willian estrelló dos pelotas en el palo. Chelsea controló el juego desde la defensa. Incomodó a los catalanes no dejándolos fabricar su típica estratagema de fútbol. Con eso, gracias a una presión alta, los ingleses jugaron más cerca del arco de Barcelona. Apenas hubo algunos chispazos de Lionel Messi o de Andrés Iniesta, pero a Luis Suárez no le llegó una pelota redonda. Los más nombrados estuvieron vestidos de azul: el propio Willian, el belga Eden Hazard, el catalán Cesc Fàbregas.

A los 62 recién se abrió el marcador. La exquisitez de la técnica de Willian fue determinante: primero para ganar distancia en un dribling corto, después para tirar abierto, con comba exquisita, y ponerla en el ángulo inferior izquierdo del arquero del Barça. Con el 1-0 a favor Chelsea contó con alguna chance más, pero los definidores no estuvieron finos.

Sin desesperarse pero con más vocación ofensiva, Barcelona se paró más arriba. La misión fue clara: cortar el juego ahí arriba, tener el arco rival cerca, convertir para maquillar el resultado. Y lo logró; en parte por méritos propios, en parte por una desatención defensiva de los ingleses, que quisieron salir jugando desde el fondo, hubo un mal pase, dos defensores dudaron en ir a buscar la pelota –tanto que ninguno de los dos fue por ella–, Andrés Iniesta la robó, habilitó a Messi, y habilitar a Messi debe ser la alegoría o el sinónimo más representativo de gol: empate 1-1 a los 75 y alguna cosita más.

Se podría pensar que, por tratarse de Barcelona y por ser local en la revancha, el favorito para avanzar a cuartos de final es el equipo catalán. Pero siempre hay un pero (o dos) y mucho más al nivel de la Champions. Además, como lo definió elescritor mexicano Juan Villoro alguna vez, el fútbol es el arte de lo imprevisible. Entre la expectativa y lo que sucede vive el hombre.

En Alemania, Bayern Munich tomó la delantera en su ida y vuelta contra el Besiktas turco. El vigente campeón de la Bundesliga venció 5-0 a los turcos en el hermoso estadio Allianz Arena. Los tantos del conjunto bávaro fueron convertidos por su goleador Thomas Müller en dos ocasiones, a los 43 y a los 66, por el francés Kingsley Coman a los 53, y completó la goleada el otro goleador, el polaco Robert Lewandowski, con doblete a los 79 y a los 88. Parece definitiva la diferencia como para imaginar que los turcos puedan dar vuelta la serie, mucho más si se tiene en cuenta la gran distancia que hay en los niveles individuales (también colectivos) entre un equipo y el otro. Ayer, para colmo de males, Besiktas jugó desde los 16 con un hombre menos, tras la expulsión del croata Domagoj Vida. Y eso, ante Bayern, es muy arriesgado. Para muestra alcanza con ver el resultado.

Hoy se completará la ronda de partidos de ida de los octavos de final. En España, Sevilla recibirá a Manchester United. Es un duelo que promete entre dos equipos que están acostumbrados a definir. Los diablos rojos son el club inglés que más títulos han ganado en los últimos tiempos, incluyendo, entre tantos, la última Europa League, precisamente el torneo en el que los sevillistas se consagraron en las temporadas 2013-2014, 2014-2015 y 2015-2016.

La otra serie será en la fría Ucrania, donde Shakhtar Donetsk recibirá a Roma de Italia. Para los partidos de vuelta de octavos habrá una semana de intervalo. Las revanchas se jugarán a partir de la primera semana de marzo, más exactamente el 6, cuando Paris Saint-Germain reciba en la capital francesa a Real Madrid y Liverpool reciba en Inglaterra a Porto. El Barça de Suárez y compañía será de los últimos en jugar, el 14 de marzo en su cancha.