Gran encuentro disputaron bohemios y carboneros en el Parque Viera. El resultado fue una anécdota para el partidazo que jugaron los equipos dirigidos por Eduardo Espinel y Leonardo Ramos. Podríamos dividir el match en dos tiempos: el primero, para Peñarol; el segundo, para Wanderers. Entonces, la conclusión es que el empate fue justo, si es que la justicia deportiva existe. En la primera etapa, Peñarol fue avasallante, como viene demostrando desde hace un tiempo, con el invicto a cuestas y con muchísimos triunfos consecutivos. Pero el chorro se cortó el sábado con ese empate con Wanderers. El gol llegó de manera inesperada, sobre todo porque fue en contra, de Damián Macaluso. Una salida en falso de Martín Rodríguez dejó la pelota en el aire y el pelado Macaluso la quiso cabecear, pero terminó en su propio arco. Una lástima, porque hasta ahí, si bien los carboneros empezaban a dominar las acciones, no había jugadas tan claras.

Desde ahí cambió todo. Peñarol tomó la pelota y la jugó por todos lados. Walter Gargano, el reloj biológico del equipo, la tiraba hacia un lado y hacia otro, y por ahí trepaban Guillermo Varela y Lucas Hernández. Agustín Canobbio jugó un gran primer tiempo y tuvo en sus pies el 2-0, pero ya en la segunda etapa. Antes, manejó la pelota con discreción, eludió y pisó el área, y con una gran jugada dejó solo al ecuatoriano Fidel Alegría Martínez, debajo del arco, pero este lo erró. Era el segundo y tal vez el cierre del telón del encuentro. Pero Wanderers no se durmió, y en la única clara que tuvo en el primer tiempo casi le rompe el arco a Kevin Dawson. El responsable fue Rodrigo Chino Rivero, que sacó un zapatazo terrible que dio en el travesaño. Canobbio volvió a aparecer para Peñarol; esta vez se invirtieron los roles, porque Martínez pivoteó muy bien y lo dejó recontra solo a Agustín, que se fue derecho hacia el arco, definió bien, pero se encontró con una reacción aun mejor de Martín Rodríguez, que sacó lo que podía ser otra vez el segundo gol aurinegro. Buenísimo el primer tiempo.

Todas al 9

En la segunda etapa se dio lo inesperado. Y no es el empate de Wanderers, que fue un golazo; la cuestión pasó por la manera en que Peñarol planteó los segundos 45 minutos. Fue muy extraño ver a un equipo que tenía a su favor el resultado y el trámite del partido y dejaba, en todos los ataques, solo uno o dos defensores, a veces Guillermo Varela, a veces Fabricio Formiliano y otras tantas Walter Gargano, que se batía mano a mano con el altísimo Santiago Bellini, la referencia de área wanderista. Fue Bellini quien se convirtió en una de las figuras del encuentro por su lucha constante contra los defensores, por bajar a pivotear todas las pelotas y dejarlas limpias para los que venían por los costados: Rivero y Castro primero, y después Lucas Morales, que entró muy bien desde el banco de suplentes. Después vendría el empate y una cantidad de idas y vueltas que tuvo a los bohemios emparejando la tarde y con chances de hacer el segundo gol.

El 1-0 era justo, pero el segundo tiempo fue casi todo de Wanderers, y el empate llegó cuando faltaban 20 minutos, por intermedio del lateral palmirense Alejandro Villoldo, especialista en amargar tardes carboneras con sus remates. El del sábado fue un gol espectacular, de zurda, al ángulo superior derecho de su ex compañero en Plaza Colonia, Dawson. El Villo, como le dicen a los Villoldo en Nueva Palmira, proviene de una familia de pizzeros, fue pizzero y después de formarse en Higueritas, en su pueblo –y el club del pueblo–, y jugar también en Polancos y en la selección, se fue a Danubio, donde no llegó a debutar en Primera División y pasó a nivel profesional por Plaza, donde fue campeón del Clausura 2016, Sarmiento de Resistencia y Boca Unidos de Corrientes en Argentina, Cerro y ahora Wanderers, de la mano de Eduardo Espinel, quien fuera su entrenador en los patas blancas. Aquella noche de mayo de 2016, el Ale tomó una pelota que quemaba en el estadio Campeón del Siglo, remató fuerte y fue gol. Pero no un gol cualquiera, sino el del título para Plaza ante un estadio lleno de gente que esperaba que ganara Peñarol. El sábado, como si fuera un déjà vu, Villoldo la pudrió otra vez y les empató el partido a los carboneros. Dos historias similares, un mismo protagonista.