Existen sobradas maneras de entender el juego. Sin pretender hacer un análisis exhaustivo de cómo es o debería ser la mejor forma de ganar, mucho menos sin meternos en el espinoso territorio de si es mejor el fin que los medios o viceversa, es conveniente destacar que el partido que jugaron Liverpool y Boston River fue agradable de ver. Por el resultado, lógico, que encima fue cambiante y contó con alternancias en el marcador, pero, por sobre todas las cosas, por la forma de encarar la táctica y la estrategia.

La filosofía de Boston River tal vez era conocida, al menos presumible. El conjunto de Alejandro Apud ha demostrado desde hace un par de temporadas que el buen trato de la pelota es su forma primera de encarar los partidos. Abre bien la cancha, triangula, busca desplazamientos largos con volantes carrileros, cuenta con la magia en los pies de Robert Flores y ha tenido goleadores que le rinden. En el lado de enfrente, al menos en las últimas temporadas, jugar con la posesión de la pelota no era lo que Liverpool venía haciendo. El negriazul más bien se caracterizó por encarar los partidos de forma más vertical que horizontal. Sin embargo, Paulo Pezzolano apuesta a otra cosa: a disponer con la pelota, si se quiere.

Esa postura fue llamativa a tal punto que en los primeros minutos Boston River no sabía cómo pararse para presionar arriba desde la salida, como comúnmente hace. Por momentos, Jorge Bava, el arquero de Liverpool, jugó como un defensor más mientras los zagueros se tiraban a las bandas para ser la primera opción de pase. Conviene destacar una cosa más: esa forma de jugar –que aquellos a quienes no les gusta la llaman “linda” en el sentido más despectivo que pueda haber– no fue sólo utilizada cuando el equipo fue ganando, sino siempre, aun perdiendo, aun con pocos minutos para finalizar el partido e ir perdiendo 2-1.

Ni tácticas ni nada. Liverpool comenzó ganando desde los vestuarios con un gol tempranero de Federico Martínez. El volante ofensivo –a veces directamente puntero, como los de antes– se fue en velocidad y definió con la parte exterior de su pie. Un golazo.

Maximiliano Callorda, siempre goleador, fue el encargado de dar vuelta el partido. Cuando su equipo no jugaba bien, puso el 1-1 y, en el segundo tiempo, les ganó a todos por arriba para cabecear cruzado y meter el 2-1. En el medio, Boston River podría haber ampliado la diferencia, pero Flores tiró un penal por arriba.

Lo dicho: Liverpool, con la necesidad de quien corre de atrás pero sin desesperarse –o desesperado pero sin reventar la pelota–, metió cambios ofensivos, paró el equipo cada vez más arriba y fue por el empate. Lo consiguió en el final con la cabeza de Sebastián Píriz.

Alguien dijo a la salida: “Habría que felicitarlos por dejar la pelota redonda”. Fue cierto. Es mucho.