En la cancha de Peñarol, no sin sufrir, el sábado los carboneros derrotaron a Liverpool 2-1, en un partido que fue vibrante hasta el final. Los hinchas de los dos equipos –y los neutrales también– se mantuvieron en vilo hasta que Leodan González pitó el final, porque el equipo de Paulo Pezzolano, que hizo algunos cambios para este partido, fue y fue, y estuvo muy cerca del empate. Tan cerca que lo mereció, pero el fútbol es así y no sabe de pedidos ni de merecimientos.

Pezzolano, el entrenador liverpoolense, ensayó algunos cambios con respecto a la oncena que había salido a la cancha la semana pasada. Con esas variantes reforzó la marca, tal vez pensando en que Peñarol se le podía venir con mucha intensidad. Además, sacó a uno de sus buenos jugadores, Juan Ignacio Ramírez, y puso a Carlos Núñez, que pasó a ser el capitán del equipo. Esa inclusión en una cancha con mucha gente y con el hecho simbólico de llevar la cinta de capitán puede haberle dado un plus a Núñez, que es un gran jugador pero ha tenido altibajos en su carrera, entre rendimientos dispares y lesiones. Lo cierto es que Carlitos, con la 10 en su espalda, tuvo un muy buen rato de fútbol y marcó el gol del empate de los de Belvedere, a los 39 minutos del primer tiempo, con una buena definición.

Ocho minutos antes del 1-1 con el que se fueron al entretiempo, Peñarol había abierto el score con un golazo del rosarino Maximiliano Rodríguez: la jugada arrancó por el sector derecho con un muy buen centro de Fabián Estoyanoff, la bajó el ecuatoriano Fidel Alegría Martínez con el pecho y Maxi remató con una pirueta tipo Mortal Kombat. El pechito de Fidel no fue un simple recurso para bajar la pelota, sino una habilitación, como si estuviera jugando al beach soccer.

Antes de todo eso, una jugada muy finita podría haber sido penal, en una falta de Ramón Arias al melense Martín Alaniz. El empate de los negros llegó en el mejor momento de Peñarol, que con Agustín Canobbio por la derecha y las subidas de Lucas Hernández estaba cerca del segundo.

Otros momentos

Federico Martínez empezó a jugar y levantó la bandera del ataque de Liverpool, que durante todo el segundo tiempo acorraló a Peñarol. Por momentos, fueron muy claras las jugadas, sobre todo cuando entró Diego Guastavino, otro de los que Pezzolano mandó al banco.

En Peñarol, Walter Gargano no era el jugador preciso de todas las semanas, pero los números indican que con el Mota en la cancha Peñarol no ha perdido –la última derrota carbonera fue con River en el Saroldi, sin la presencia de Gargano–. Aunque habiendo mostrado menos juego que en los encuentros anteriores, logró el triunfo. Como si supiera lo que podía pasar, el director técnico Leonardo Ramos hizo entrar a Cristian Palacios y a Gabriel Fernández, y le salió muy bien. El Toro, que había tenido pocos minutos en la cancha, en la primera pelota que tocó la mandó a guardar de cabeza: fue tras un preciso centro de Lucas Hernández desde la izquierda. En la primera, no te miento. Cristian Palacios, también en la primera acción en la que tuvo contacto con la pelota, metió un cabezazo de pique al piso que se fue por encima del travesaño. Ahí zafó Liverpool: podría haber sido el tercero.

Después de eso, quedarían más de 20 minutos de juego, en los que el equipo visitante dominaría las acciones. Alaniz, Diego Guastavino y Ramírez se iluminaron y pusieron contra las cuerdas el arco de Kevin Dawson, y Peñarol sufrió hasta el final con un cabezazo de Federico Platero, que se fue ahí, como pidiendo permiso.

En la última jugada se paralizó el estadio, porque hasta Jorge Bava salió de su arco y fue a buscar su gol en el área de enfrente. Lucas Hernández pegó un patadón y vio la tarjeta roja, todo en los descuentos. Pero Guastavino no aprovechó el tiro libre ni a todos sus compañeros en el área: quedó corta, y enseguida terminó el partido.

Buena y trabajadísima victoria de Peñarol ante un equipo que todavía está buscando su nivel, que por los jugadores con los que cuenta y la idea de su cuerpo técnico no tardará en llegar. Hay que saber sufrir, después amar, después partir.