En un fútbol parejo, los extremos tienden a unirse. No hablo de imanes, sino de que todo tiende a nivelarse pelota al medio, tanto para el de arriba y sus rachas positivas como para el de abajo y su urgencia por crecer. En el caso de ayer, no eran situaciones menores las realidades con las que llegaban a enfrentarse Liverpool y Fénix. Todo lo contrario: eran radicalmente distintas. No eran situaciones menores ni tampoco hijas de la casualidad. Uno venía de cuatro victorias al hilo –con todo lo que significa acostumbrarse a ganar–, señal clara que potenciaba sus posibilidades de quedarse nuevamente con la victoria para prenderse en la lucha por los primeros puestos, cerca de Nacional y Peñarol. El otro tenía, más que nada, necesidad de sumar tres puntos que paliaran la escasez. Todo eso era cierto, pero partidos son partidos y se resuelven en la cancha. Los goles de Fénix llegaron uno en cada tiempo, el primero de Maximiliano Pérez y el segundo del bueno de Leonardo Fernández. El empate transitorio para Liverpool fue obra de su mejor jugador, Federico Martínez.

El primer tiempo fue parecido al prejuicio: Liverpool atacaría con la posesión de pelota como bandera para ocupar y ganar lugares, Fénix se replegaría para salir de contragolpe. Así fue, así se hizo. En los primeros 15 minutos el negriazul estuvo cerca. Sus tres puntas –Juan Ignacio Ramírez, Diego Guastavino y Federico Martínez– generaron peligro constantemente sobre el arco de Darío Denis. Ya pasada la mitad del primer tiempo, Fénix le encontró los puntos para salir rápido desde el fondo. En esa función comenzó a ser importante Maxi Peréz por la derecha. El puntero vio que solía quedar un hueco cuando Liverpool atacaba y sacó provecho. En la primera jugada en la que consiguió soltarse, cortó en diagonal desde la punta al medio de la cancha y definió cruzado contra el palo lejano de Jorge Bava: 1-0. No fue una jugada aislada, porque antes Fénix ya había tenido una chance dos en uno, pero primero un defensa en la línea y luego Bava impidieron el gol. En el complemento llegó el empate. Siete minutos fueron suficientes para que Federico Martínez hiciera lo que mejor le sale: encarar. Midió la pelota, estudió los pies de su marca, enganchó una vez, una segunda para perfilarse, y, desde el borde del área grande, sacó el tiro de la igualdad.

Y sí, pareció que todo aquello del inicio –la presunción de que la moral en la búsqueda de los resultados ejercería de envión– empezaría a soplar a favor de Liverpool. Pero no. Al igual que el marcador, la paridad también hablaba de los rendimientos. El negriazul quería y quería, mientras que Fénix resistía con una buena defensa. Y tanto resistir dio premio: otro contragolpe, una falta cercana al área y Leo Fernández que cambia tiro libre por gol. Fue el 2-1 albivioleta. Desde entonces la radiografía del partido fue la misma: Liverpool atacaba sin soltar la pelota mientras Fénix hacía lo que mejor sabe: defender. Los medios serán los medios y cada uno elige. El fin, en el fútbol por puntos, sigue siendo el resultado.