¿Quién podía pensar qué Danubio no le iba a plantear un partido complicado a Peñarol? Por su juego, y por su jerarquía a la hora de jugar en cualquier cancha, yo no esperaba menos de la forma de plantarse. Bien parados, con un plan de no dejar generación de juego en mediacancha, ni en tres cuartos, con un brazo ejecutor rendidor con Ribair Rodríguez y Nicolás Prieto patrullando la zona central, asistidos por Pablo Ceppelini, los danubianos amortiguaron cualquier intento de los de Leo Ramos.

Arrancó picado, friccionado. La primera jugada peligrosa fue para Danubio. Iban 10 minutos de juego cuando en una combinación rápida la pelota le quedó al zurdo Leandro Sosa que le pegó fuerte de afuera del área y Kevin Dawson la sacó al córner.

La pelota estaba repartida, no había preeminencia de ninguno de los dos, pero lo que se advertía claramente era la imposibilidad de Peñarol de poder cruzar la media cancha con pelota en juego.

La primera carbonera fue a los 16 minutos cuando un gran envío de Chiche Mathías Corujo fue bajado con mucha clase por Maxi Rodríguez, que así habilitó a Gabriel Fernández a quien, cuando iba a definir, le quitaron la pelota.

Llegando a la media hora, un centro de Lucas Hernández casi da la apertura a Peñarol. El cabezazo de Ramón Arias pasó muy cerca del arco de Crisóforo.

No hubo más cerca de las áreas. Si hubo más de golpes, protestas, amarillas, y hasta una expulsión del otro lado de la línea, la del técnico de Peñarol, Leonardo Ramos.

De 10

De movida en el segundo tiempo, a pura jerarquía y clase, el argentino Maximiliano Rodríguez hizo sonar el travesaño de Danubio. Un contundente remate de derecha de media distancia sólo no fue gol porque alguien regló que las porterías debían tener 2,44 metros de alto.

Los garabateados apuntes del segundo tiempo dicen que además a los cinco minutos Danubio sufrió la expulsión de Sergio Felipe por una pálida segunda amarilla, y sufriría más.

Pablo Peirano resolvió aprontarse para el chaparrón y dio ingreso a Rodrigo Fernández por David Terans. El Corto Nicolás Prieto fue a jugar por el lateral derecho, y Rodrigo Fernández se fajó junto con Ribair, Ceppelini y Camargo.

También Peñarol intentó cambiar su estructura de juego con el ingreso del chiquilín de Tranqueras, Brian Rodríguez.

Danubio quedó absolutamente sitiado con sus dos líneas de 4 jugando entre el área y el medio campo, y casi no tuvo forma de salir.

A los 21 minutos ingresó Cristian Palacios por Maxi Rodríguez. A los 22 minutos en la primera pelota que tocó el goleador de Belén, controló y pegó de pierna derecha cruzado venciendo el arco de Danubio.

Tras el impacto de Palacios un futbolista que ya quedará en la historia por su enorme promedio de goles por minutos jugados, Danubio cambió su posición en el campo de juego intentando llegar al arco carbonero. Forzado por las circunstancias, arriesgó tanto como pudo jugando con uno menos.

A los 33 minutos llegó lo impensado: Nachito González, que recién había ingresado, conectó de cabeza en el área el centro de Pablo Ceppelini. La jugada había sido una corrida de Federico Rodríguez, que defendió con jerarquía la pelota, y en un pase-rebote le quedó la pelota Ceppelini, quien mandó un centro templado para que el sanducero la mandara a guardar.

Fue un impacto impensado para los mirasoles, que ganando y con uno más en el campo pensaban decidir el juego de otra manera.

Error. Más en una competencia entre futbolistas uruguayos. Danubio siguió creyendo en su esfuerzo y multiplicó la intensidad.

Peñarol, sin dudas, siente la ausencia temporal de Cristian Cebolla Rodríguez, el elemento de jerarquía, acción y ejecución de las oncenas actuales de Leonardo Ramos, y la –lamentable– ausencia permanente para este campeonato de Walter Gargano, por lo que queda bastante huérfano de inicio y concreción.

Danubio honró la franja de lo posible.