Fue un partido difícil de contar pero no de analizar. La victoria de Santos no es para nada extraña si se tiene en cuenta que jugó como local y lo que representan la historia y el presente de cualquier formación brasileña de prestigio. No hay nada de raro en que Santos haya ganado como ganó. Uno empieza a pensar que quizá haya alguna fake en esta crónica, cuando además advierte que el equipo brasileño jugó casi 50 minutos con un jugador menos por la expulsión de Gabriel, o que si hubiese uno de esos medidores de posesión o de jugadas de peligro, seguramente nos llevaría a pensar que fue un juego parejo, incluso favorable a Nacional.

Pero no, nada que ver. Una serie de acontecimientos decisivos para Santos, los tres goles, se desprenden de gruesos errores de Nacional, y esos goles fueron determinantes en el destino del partido. El primero porque cambió por completo los lineamientos de juego. El segundo porque vino del vestuario y cambió todo el plan diseñado para empatar el partido. Y el tercero porque fue producto de una inmadurez incomprensible en una formación que participa en una competencia de elite. Por fin había convertido Nacional el descuento, el gol que sabíamos que lo potenciaría y generaría un efecto contrario en Santos, cuando incomprensiblemente, como si estuviera jugando en otra cancha, le dejó campo y posibilidades abiertas para que, tan simple como una sopa quick, el equipo brasileño anotara el tercero.

Pese a todo, empezó muy bien Nacional, jugando con un equipo compacto y moviéndose con seguridad, sin dejar de mirar el arco de enfrente. Agruparse de muy buena manera y tratar de cuidar la pelota fueron las premisas iniciales.

La presencia de Alfonso Espino en la cancha generó un dibujo táctico de cinco en el fondo cuando Nacional defendía y de línea de cuatro cuando tenía la pelota.

A los 19 minutos sucedió lo inesperado en el primer ataque de Santos: Guzmán Corujo cortó con violencia y generó una falta que fue ejecutada en forma de centro. Sasha, delantero de Santos, conectó de cabeza. A eso se sumó la falla de Esteban Conde, a quien la pelota lo sorprendió y le hizo sapitos por el costado, para transformarse en gol.

En adelante, el trámite del partido cambió por completo. No parecía que estuviéramos viendo el mismo juego. Nacional se desequilibró en su propuesta y Santos empezó a correr la cancha tal como quería. De esa forma el equipo portuario empezó a generar una y otra situación de gol a extrema velocidad corriendo a las espaldas de los adelantados tricolores.

Al final del primer tiempo, por una doble amarilla, Santos se quedó con un futbolista menos por la expulsión de Gabriel.

Sasha y el círculo de baba

Ni bien empezó el segundo tiempo, Rodrygo, el nuevo Neymar de Santos, apretó la velocidad por la franja izquierda, dejó atrás a Santiago Romero y a Diego Arismendi y metió un zurdazo cruzado de definición para vencer a Conde. El 2-0 fue demasiado prematuro.

En el entretiempo el director técnico Alexander Medina había querido acomodar a su equipo aprovechando la superioridad numérica con el ingreso de Gonzalo Bueno por Guzmán Corujo, que pasó a jugar con Diego Polenta y Arismendi como centrales.

Después del segundo gol santista, Medina aceleró el cambio de Tabaré Viudez, a quien hizo ingresar por el Colo Romero.

A Nacional le faltó encontrar la paciencia suficiente para buscar con tiempo el desequilibrio de 11 contra diez. Si se mide el partido en términos de juego y de posesión de la pelota, puede decirse que era parejo; sin embargo, Santos ganaba 2-0.

Cuando el partido se aproximaba a la media hora, el árbitro pitó un inexistente penal contra Nacional. El remate de Gómez fue muy bien contenido por Conde, que también soportó el rebote y salvó momentáneamente al tricolor del tercero.

A los 37 minutos Viudez subió por la derecha, mandó el enésimo centro, jugó Matías Zunino al dejarla pasar, y Christian Oliva marcó el descuento. Pero al mover en una enorme corrida de Sasha, el 27 volvió a quedar solo frente a Conde y metió el 3-1. Piñazo final, aunque quedara una decena de minutos con la pelota corriendo por ahí.

Si Nacional no fuese Nacional sino Boston River o algún club emergente en estas competiciones, seguramente se lo miraría con expectativa por su intención de juego, y no aumentaría la presión que va arrinconando a entrenadores, jugadores y propuestas.

Pero es Nacional y deberá hacer callo de estas lastimaduras para poder seguir avanzando.