Las relaciones entre Rusia y Occidente están pasando por uno de sus momentos más tensos desde la Guerra Fría, a raíz del envenenamiento de un ex espía de la KGB en Inglaterra. “No podemos confiar en los rusos. Si hubieran envenenado a este sujeto después del Mundial no era tan grave. Pero al hacerlo antes nos pusieron en el dilema entre disfrutar la competencia despreocupadamente o actuar como personas responsables y boicotearlo”, aseguró un diplomático de Reino Unido.

A pesar de que las principales potencias occidentales dan como un hecho que el gobierno ruso estuvo detrás del atentado, el presidente ruso, Vladimir Putin, dijo ayer en una entrevista televisiva que tiene una “prueba irrefutable” de la inocencia de sus servicios secretos. “Yo mismo vi las imágenes de este traidor, y no le salía espuma por la boca. Y si no le salía espuma por la boca es que no estuvimos involucrados”, sostuvo. El mandatario dijo que su gobierno está “demasiado ocupado envenenando niños en Siria con armas químicas, por intermedio de nuestro aliado [el presidente de Siria], Bashar al Assad, como para preocuparse por un anciano”. Putin reconoció que durante la Guerra Fría su país recurrió a envenenamientos tradicionales, pero agregó: “Hoy en día apostamos a las armas químicas. El día que queramos envenenar a alguien en Londres, Washington o París, se van a enterar”.