La democracia y el nuevo contexto digital

El ecosistema de información y comunicación surgido hace no tantos años ha cambiado las formas de hacer política, pero ¿hasta qué punto? ¿Qué consecuencias genera este nuevo contexto para la movilización social y política? ¿Qué impacto tiene en la democracia como concepto y como práctica? Sobre estas interrogantes se basarán los aportes de Dínamo este mes.

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En su libro El filtro burbuja, Eli Pariser relata la historia del “Rahtergate”. Unas semanas antes de las elecciones estadounidenses de 2004, Dan Rather, de CBS News, aseguró tener documentos que probaban la manipulación que el presidente George W. Bush habría hecho de su expediente militar. Se esperaba que ese hallazgo provocara un punto de inflexión en la campaña de John Kerry. Cuando la noticia salió a la luz, Harry MacDougald publicó un posteo en el foro Freerepublic.com: “Esos documentos son falsos, fotocopiados 15 veces para que parezcan antiguos”, advirtió el activista conservador. Tan convincente fue su afirmación que inquietó a otros medios tradicionales. La duda sembrada por Associated Press, The New York Times y_ The Washington Post_ fue clave para el retiro profesional de Rather, imposibilitado de demostrar la veracidad de su primicia.

¿Es posible pensar que aquel posteo acabara con una gran figura del periodismo estadounidense?, se pregunta Pariser, perspicaz. Pues no tanto. Los sondeos norteamericanos de entonces mostraban un alto interés público en aquella historia. “Puede que MacDougald y sus aliados encendieran la cerilla, pero fue la prensa escrita y transmitida la que avivó las llamas que incendiaron la carrera de Rather”, sostiene Pariser.

La influencia mediática convencional ya no tiene asidero en el nuevo ecosistema, donde el surgimiento de plataformas interactivas convive con las dificultades económicas y financieras que atraviesan los medios tradicionales, vulnerados en su capacidad de demarcar la opinión del público de manera generalizada y homogénea. Las redes sociales son, actualmente, un instrumento privilegiado para organizar protestas sociales, promover narrativas políticas sin mediación y, más importante aun, observar en tiempo real qué mensajes se propagan exitosamente. La pregunta, entonces, vuelve una y otra vez: ¿las redes sociales forjan una agenda alternativa o repiten temarios de los medios de élite? ¿Son un desafío real para los estándares del periodismo o una herramienta de normalización? La respuesta es: depende de qué lado de la grieta nos encontremos.

Twitter es considerado un ámbito clave en el que conviven prácticamente todos los actores de la política diaria: los partidos políticos y sus candidatos, los funcionarios públicos,los grupos de interés, los medios masivos, los periodistas y los usuarios, ubicados en la base de la pirámide política y cultural. En el marco del llamado #Tarifazo en Argentina, que tuvo lugar en julio de 2016, notamos que aquella conversación en Twitter estaba políticamente polarizada, era altamente jerárquica y se encontraba dominada por unos pocos usuarios de alto rango. Con una tematización densa, la red #Tarifazo delineó un escenario en el que opositores y oficialistas reaccionaron o justificaron la medida mediante sus likes y sus retuits sin interactuar con los usuarios ubicados del otro lado de la “grieta”.

En ese marco, nos ocupaba además entender qué grado de congruencia persistía entre la agenda de los medios tradicionales y la narrativa difundida entre la plebe tuitera. Con una mayor propensión a compartir información que a crear contenidos nuevos, los transeúntes del #Tarifazo insertaron en sus tuits hipervínculos que redireccionaron a contenidos que ya se encontraban online. Entre estos vínculos aparecieron con mucha frecuencia los medios tradicionales, promotores intensos de premisas que calan hondo en sus comunidades de pertenencia. Los medios oficialistas se mostraron partidarios de las definiciones del gobierno de Mauricio Macri, mientras que los opositores advirtieron sobre las consecuencias redistributivas del aumento tarifario. En las distintas regiones de la tuitósfera, los vínculos a medios tradicionales consolidaron el encuadre mayoritario que circulaba entre vecinos virtuales. Aquella fusión de agendas permitió explicar la conformación de burbujas de información del #Tarifazo: en el interior de las comunidades la relación medios-público se estrechaba.

La preferencia por medios que coinciden con nuestras creencias no es nueva. En la década del 60 se abordó este fenómeno desde la perspectiva de la teoría de los usos y gratificaciones. La novedad, consolidada por la dinámica de las redes sociales, es la tendencia a la personalización y el desagrupamiento de la información mediante códigos algorítmicos. Las burbujas de filtro nos ofrecen un mundo placentero tendiente a economizar nuestra atención. Hoy, el usuario es el contenido. La consecuencia es, irremediablemente, el empobrecimiento político: acabar en un mundo estrecho y sobrefiltrado.

Un año después del #Tarifazo, la desaparición forzada de Santiago Maldonado, el 1° de agosto de 2017 en la provincia de Chubut, Argentina, confirmaba otra vez la alta polarización política en las redes sociales argentinas. En los 78 días que pasaron desde dicha desaparición hasta que su cuerpo fue encontrado en el río Chubut, circularon más de 7,5 millones de tuits distribuidos en dos comunidades primarias –una afín al gobierno y otra opositora–, en las que se activaron narrativas distintas, una atribuyendo la responsabilidad de aquel acontecimiento al gobierno y otra desacreditando a Santiago Maldonado, a la comunidad mapuche a la que Maldonado había apoyado y a la oposición en general. Es precisamente en este tipo de red, polarizada, chicanera y tóxica, que las cuentas falsas tienen un rol estelar en la configuración discursiva. Con insultos y agravios, los trols dominaron la conversación del caso #Maldonado con el objetivo de enlodar las narrativas alrededor de la investigación de su desaparición. Y lo lograron: una vez encontrado el cuerpo en el río Chubut, el 17 de octubre de 2017, la producción de mensajes virtuales auténticos se volvió marginal.

En la Argentina de los últimos dos años, Twitter no sólo ha reflejado la polarización política, social y mediática, sino que la ha promovido y reforzado a través de sus algoritmos, distribuyendo mensajes de manera segregada a usuarios que casi nunca se cruzan. Hasta que una luz verde de esperanza iluminó el diálogo político, fuera y dentro de la red. Con una semblanza de diálogo auténtico y saludable, la red #AbortoLegal –recogida los días previos hasta la media sanción de la interrupción voluntaria del embarazo en la Cámara de Diputados, en Argentina, el 14 de junio– forjó tanta claridad política que las comunidades de trols y cuentas fakes quedaron desdibujadas en medio de una marea verde de usuarios que encuadraban esa reivindicación política en términos de salud pública. Una propagación de contenidos que, sin dudas, mejoró en calidad y reputación.

Natalia Aruguete es doctora en Ciencias Sociales e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y de la Universidad Nacional de Quilmes. Ernesto Calvo es doctor en Ciencia Política y profesor de la Universidad de Maryland.