El carpintero Federico Cardeillac cuenta cómo ha ido mutando La Fábrica, un taller colaborativo o, según su denominación en inglés, un maker space, como un club en el que, en lugar de entrenar, se puede ir a hacer productos o prototipos compartiendo recursos. “Cubrimos bastantes áreas de conocimiento”, dice Cardeillac. Además de él, ahí trabajan dos diseñadoras textiles, una arquitecta, una ingeniera en telecomunicaciones y dos programadores, que armaron una cooperativa y van viendo las posibilidades que surgen de distintos materiales. En esa búsqueda surgió el reciclaje de plástico con el objetivo de lograr una producción a baja escala. Mientras resume ese proceso, le anuncian que alguien acaba de donarles tres kilos de tapitas. “Todos los días llegamos y hay una bolsa esperándonos. Si alguien viene con tapitas, acá saben para qué es”. “Acá” es Enlace, un cowork de la Intendencia de Montevideo que congrega emprendimientos de economía social.

En La Fábrica tienen máquinas de código abierto para reciclar plástico –algunas las hicieron ellos mismos, otra picadora la compraron usada– y después de clasificar y limpiar las tapitas que reciben, las pican para fundirlas luego en placas, con las que hacen libretas o carpetas para empresas, y hasta borradores para escuelas. “También hemos hechos talleres con gurises, a los que les explicamos el proceso y después terminaban haciendo un búmerang, también de plástico reciclado. Lo que más usamos son tapitas, porque es lo más fácil de conseguir y de tener estandarizados los colores, y por el tamaño de nuestras picadoras (si le ponemos algo más grande, se complica)”.

Una de las máquinas destinadas a hacer planchas de plástico era un horno eléctrico doméstico que adaptaron. El plástico debe ser fundido, pero no de cualquier manera. “Si no lo fundís, tendrías que usar resina, y cuando usás resina deja de ser reciclado, porque no lo podés usar nunca más, no hay manera de reciclar dos plásticos mezclados”, explica. “También por eso clasificamos, porque cuando mezclás dos plásticos, tienen temperaturas diferentes de las que se vuelven trabajables. Nosotros usamos polietileno, que funde a una temperatura más o menos de 135º; si lo mezclás con poliestireno, que necesita una temperatura mucho más alta, o quemás uno para fundir el otro, o funde uno solo y queda cualquier cosa”.

Hay un par de formas sencillas de reconocer qué plástico es, según flote en agua, alcohol o aceite. “Si son de los plásticos comunes, del uno al cinco, los sacás por ahí. Cuando son especiales, no los usamos, porque es un riesgo y es dañino”, aclara Cardeillac. Además, el objetivo es no cortar la cadena del reciclaje: “Por lo general, los ladrillos de plástico reciclado son mezcla de plásticos quemados, pero la idea de nosotros es hacer objetos pequeños reciclados y que sean reciclables, justamente”. Cuando cerró Video Imagen Club, les dieron miles de cajas de películas para reciclar: “Es otro plástico, va a tener otros tiempos de fundición y probablemente tengamos que usar moldes diferentes, pero la idea es usarlos”.

Como muestra de coherencia, en el taller usan una maza para los formones realizada con “restos de restos de cosas”, y con la caladora y algunos recortes hicieron ganchos para colgar sus camperas. “Y si podemos evitar hacerlo pasar por el proceso de fundición y todo el gasto energético que implica, mejor todavía”.

Lonas extendidas

El año pasado a Leonor Arocena, que es diseñadora textil e integra La Fábrica, la contactaron de una empresa que quería hacer un regalo a sus trabajadores reutilizando las lonas de promoción de sus eventos. “Diseñamos un bolso-bandolera con lonas de cartelería, lonas de exterior, que bancan lluvia, la luz no les afecta el color, algo que no suele pasar con otros materiales”. Se trata de un tipo de lona plástica y en función del proveedor hay varias distintas en plaza: más duras, engomadas, otras más quebradizas, otra con “un alma de fibra de vidrio”. A partir de ahí empezaron a pensar qué otras cosas podían hacer. Como suelen tener una fecha impresa, una vez vencido el anuncio, se levantan y se tiran, “y es un montón de material excelente, que banca camiones; aparte, lo divertido es que es de tu propio evento, ya tenés tu marca armada, y si es de otros, se pueden estampar. A veces, si son fotos o dibujos grandes, cuando las cortás empiezan a pasar otras cosas: las letras pasan a ser rayas, y tiene una parte linda, creativa, te sorprende. Por ejemplo, me pasó con una lona que era la foto de una persona en una gigantografía de dos metros y medio. Entonces, puede caer un pedazo de boca o de pelo: quedan de colores distintos. Eso hace que por más que el diseño sea el mismo, cada uno de los productos termine siendo distinto”.

Arocena vislumbra el potencial del depósito del teatro Solís, por ejemplo, que guarda cartelería de temporadas pasadas, o de la cantidad de banners de la Criolla del Prado que se avecina. “Todavía no habíamos dimensionado la cantidad de lonas que hay. Estamos empezando a buscar en imprentas que tiran los impresos fallidos. Incluso a las empresas que nos han pedido presupuesto les hacemos un descuento si nos dan lonas para reutilizar. También hay eventos de organismos del Estado; estamos mapeando a quién hay que pedirles las lonas antes de que las tiren”.

A la vez, están viendo todo lo que se puede confeccionar con ellas: “Hicimos macetas, se pueden hacer cajas, estuches para ropa, con la máquina adecuada, industrial, porque una doméstica no te la cose. Para ropa quedaría medio aparatosa, pero estructuralmente es una tela que tiene muchos beneficios, con el doble de grosor de una tela de mochila. Así que arrancamos con las tapitas, esto otro es reutilización, y ahora combinamos lona y plástico. Es empezar a ver, pueden aparecer otros elementos que se puedan reutilizar, pensando en esa lógica”.

La Fábrica. Agraciada 2332 esquina San Martín.