Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Un equipo de neurocientíficos estudió el comportamiento del cerebro al procesar datos sobre cuestiones políticas muy controvertidas. El resultado fue compatible con lo que indica la experiencia cotidiana: los sesgos previos de interpretación se refuerzan cuando recibimos mensajes que asociamos con cuestiones morales o que nos causan emociones, especialmente si estas se vinculan con la percepción de peligro.

Como siempre, se puede discutir en qué medida los fenómenos cerebrales registrados son causas o consecuencias, pero el hecho es que, ante la misma información, las interpretaciones pueden ser muy distintas en función de las convicciones previas. Esto tiene que ver con varias noticias que incluimos en la edición de hoy.

Ayer se conocieron denuncias de violencia policial en varios incidentes callejeros, acompañadas por filmaciones. Ante los mismos datos, las reacciones e interpretaciones variaron muchísimo. No vieron lo mismo quienes perciben un avance de la represión para defender políticas antipopulares que quienes están convencidos de que la izquierda organiza incidentes (e incluso fiestas clandestinas) para perjudicar al gobierno nacional.

La Fiscalía y la Institución Nacional de Derechos Humanos analizan la evidencia disponible, pero desde el punto de vista de quienes identifican a esas instituciones como agentes del Frente Amplio (FA), eso importa poco.

Por supuesto, no se trata de que los hechos sean irrelevantes, ni de que debamos resignarnos a que todo consista sólo en una puja entre relatos, pero hay que tener presente hasta qué punto está distorsionada nuestra capacidad colectiva de considerar lo que ocurre.

De todos modos, para entender qué pasó en la plaza Seregni puede ser útil recordar que poco antes, en la noche del sábado, efectivos de la Guardia Republicana fueron obligados a retirarse del barrio 40 Semanas, donde se les apedreó y se les disparó. O que, en forma quizá imprudente, actuales gobernantes habían prometido que bajo su mando la Policía nunca iba a retroceder. O que ese no es el único compromiso de campaña electoral sobre seguridad pública cuyo cumplimiento no está resultando fácil. O que la destitución de Erode Ruiz contribuyó a complicar la relación del ministro Jorge Larrañaga con sus subordinados y con altas figuras del oficialismo. Más allá de las preferencias individuales por tal o cual narrativa, son datos de la realidad.

Sin embargo, el poder de las convicciones previas es grande. La lista 711 del FA, por ejemplo, dio a conocer su aporte a la autocrítica de ese partido, y sostuvo que el manejo desacertado de los cuestionamientos a su líder, Raúl Sendic, llevó a “malas decisiones políticas”, y que se “cobró al grito”, cediendo a “la presión que ejercían los medios de comunicación”.

Por último, se puede señalar que la actitud de Cabildo Abierto, cuyos diputados se retirarán hoy de sala cuando se realice un homenaje por los 100 años del Partido Comunista del Uruguay, es un típico gesto político “para la tribuna” de sus seguidores, que reafirma un sesgo previo. Y esto no lo dijo un comunista, sino el diputado colorado Conrado Rodríguez.

Hasta mañana.