Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Después de las elecciones de 2019 muchos de los vencedores esperaban seguir de largo y arrinconar al Frente Amplio (FA) en términos de adhesión popular. En líneas generales, el relato era que tres gobiernos nacionales sucesivos habían deteriorado profundamente la credibilidad frenteamplista y que ese proceso iba a continuar en forma acelerada, probablemente potenciado por la ausencia o la vejez de los dirigentes con mayor protagonismo en los triunfos anteriores. En otras palabras, menos cuidadosas, que el FA no volvía más.

Es muy pronto para aventurar un pronóstico sobre las elecciones de 2024, entre muchas otras cosas porque ni siquiera se sabe cuáles podrían ser las candidaturas a la presidencia, salvo en el caso de Guido Manini Ríos. Pero ya parece claro que las expectativas de un hundimiento del FA se vieron defraudadas, y que se mantiene como la mayor fuerza política del país. Pero esto no se debe al resultado de las elecciones internas de ayer, con más de 120.000 votantes voluntarios un 5 de diciembre, sino a factores más complejos que, en todo caso, explican la votación de ayer.

Con el diario de este lunes es posible identificar el primer indicio en la intensa reactivación de la militancia entre la primera y la segunda vuelta de 2019, que aumentó de forma considerable la votación al FA en octubre y mostró un potencial muy relevante. Pero podía ocurrir que el triunfo de Luis Lacalle Pou revirtiera, anímicamente, aquel fenómeno, y de hecho durante el primer año del actual gobierno nacional los dirigentes y parlamentarios del FA tuvieron grandes dificultades para ubicarse como oposición, muy amplificadas por las circunstancias inesperadas de la emergencia sanitaria, que incluyeron una jerarquización casi excluyente de Presidencia.

El desempeño frenteamplista en las postergadas elecciones departamentales de ese año fue bastante bueno en ese contexto, pero marcó la pérdida de tres intendencias y un retroceso fuera del área metropolitana salvo en Salto.

El punto de inflexión fue, sin duda, la exitosa campaña de recolección de firmas contra 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración, construido en gran medida por organizaciones sociales y militancia política de base (al igual que la fundación del FA en 1971 y su capacidad de resistir y resurgir pese a la dictadura).

Ayer probablemente incidió también el hecho de que se hayan presentado candidaturas nuevas, de personas relativamente más jóvenes y con perfiles diversos. Pero quizá la razón más obvia de que el FA no se haya descalabrado después de la derrota de 2019 es que, ante el avance de las orientaciones del gobierno que encabeza Luis Lacalle Pou, simplemente no había, ni hay, nada lejanamente parecido a una alternativa partidaria hacia la que puedan migrar muchos frenteamplistas. Pero esto, a su vez, no es una circunstancia coyuntural, sino el resultado de un largo proceso histórico, con participación de varias generaciones y de una amplia gama de orientaciones y sensibilidades.

Al FA le puede ir mejor o peor en 2024, pero su razón de ser está firme, y el actual oficialismo no ha dejado de recordárselo, desde que asumió el gobierno, a gran parte de la población.

Hasta mañana.