Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
La adhesión al paro convocado ayer por el PIT-CNT fue importante, y la movilización realizada en Montevideo reunió a una gran cantidad de personas. El problema, según el presidente Luis Lacalle Pou, es que se trató de “un paro político contra el gobierno”, que “frenó a parte del país”, cuando lo necesario es “trabajar más” y “poner el hombro”. Desde el punto de vista teórico, es un argumento insignificante; en la práctica, es jugar con fuego.
En cualquier definición simple o compleja de la política, esta implica la participación en relaciones de poder, que incluyen decisiones sobre asuntos de interés público. Todas las actividades sindicales, desde el reclamo de aumento salarial en una pequeña empresa hasta los planteamientos en escala internacional, pasando por el apoyo del PIT-CNT al referéndum contra 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración (LUC), afectan relaciones de poder y buscan lo que se considera beneficioso para los intereses, a corto o a largo plazo, de los trabajadores.
Los sindicatos no pueden hacer otra cosa que política, y su manera de hacerla abarca un repertorio amplio de acciones. Entre ellas, las que contribuyen a su propio crecimiento y consolidación entre los trabajadores, la difusión de ideas y propuestas en el resto de la sociedad, la construcción de alianzas, la negociación y, por supuesto, también medidas de fuerza como los paros.
Los partidos, que utilizan la mayoría de las herramientas antedichas para hacer política a su manera, tienen grandes áreas en común con el movimiento sindical. Lo deseable es que las relaciones se procesen con autonomía para ambas partes, pero es lógico que haya grados distintos de afinidad. Ayer, Lacalle Pou y dirigentes de la Asociación Rural decidieron reunirse durante el paro, y esto expresa una afinidad tan legítima como la que existe entre muchos sindicalistas y partidos de izquierda.
Cuando el presidente de la República trató de desmerecer el paro convocado por el PIT-CNT, es obvio que quiso también golpear a la central sindical en el marco de la campaña por el referéndum. Cabe lamentar que, en vez de plantear argumentos a favor de la LUC, haya querido descalificar la participación del movimiento sindical en esa campaña. Pero quizá esto no fue lo más grave.
Una vez más, como sucedió cuando se defendieron medidas distintas a las del Poder Ejecutivo para hacerle frente a la pandemia, desde el oficialismo se plantea una posición peligrosa. La idea, muy chocante, es que quienes ganaron las elecciones de 2019 tienen derecho a tomar todas las decisiones durante cinco años, como únicos intérpretes de lo que nos conviene, que no es posible hacerlo mejor y que quienes discrepan no se oponen al gobierno sino al país. Para peor, a esa presunta actividad antipatriótica de quienes “ponen palos en la rueda” se le llama política, devaluando algo indispensable para la democracia.
Cuanta más sea la gente involucrada en asuntos de interés público y más se haga escuchar, mejor. Con políticos lejos de la ciudadanía y ciudadanía lejos de la política, tendremos mando y obediencia o un gran debilitamiento de los vínculos sociales. Nada que nos convenga.
Hasta mañana.