Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
Hoy se llevará a cabo, si no llueve, el desfile inaugural de un Carnaval que tiene por lo menos tres características especiales: será el primero con tablados desde que se declaró la emergencia sanitaria; también el primero desde que Luis Lacalle Pou asumió como presidente; y se realizará en el período previo al referéndum sobre 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración (LUC). Todo esto ya comienza a motivar debates.
Parte de los ingresos que financian el Carnaval vienen de auspiciantes estatales y privados, y la mayoría del directorio de Antel decidió que este año ese organismo volverá a realizar acuerdos publicitarios para tener visibilidad en escenarios y en la transmisión por televisión, pero no directamente con agrupaciones, como lo venía haciendo a cambio de que lo mencionaran durante sus actuaciones.
Esto fue interpretado por muchos como expresión de una voluntad de disminuir el “apoyo” a conjuntos que criticarán al gobierno nacional y apoyarán el Sí en el referéndum sobre la LUC. También se fortaleció, en términos más generales, la visión de que el actual oficialismo está contra la cultura popular, porque “popular” es un sinónimo de frenteamplista.
Hay un antecedente cercano y extremo en el departamento de Rocha. También es cierto que unas cuantas figuras de la coalición de gobierno tienen ideas extrañas y algo cerriles sobre la “batalla cultural” contra el Frente Amplio, a partir de lo que entendieron de lo que alguien dijo que decía Antonio Gramsci. Sin embargo, y pese a que el concurso oficial de este año lleva el nombre “Doctor Tabaré Vázquez”, las cosas son bastante más complejas, como suele suceder con los fenómenos culturales.
Para empezar, el Carnaval uruguayo no es sólo la actividad de las murgas montevideanas más politizadas. Incluso en Montevideo, cada género presente en los tablados (las “categorías”, según el reglamento del concurso) tiene sus convenciones, más o menos compatibles con los mensajes políticos, y en ellos hay agrupaciones más o menos inclinadas a “bajar línea”.
No todos los géneros convocan al mismo público, en cantidad o en términos socioculturales, y hay muchas personas (“del pueblo” o no, de izquierda o no) a las que no les gusta ninguno de ellos. Pero también sucede que quienes disfrutan los espectáculos, en todas las categorías o en algunas, tienen poco más que eso en común, aunque en Montevideo es esperable que la parte mayor sea frenteamplista, porque así ocurre con la población desde hace décadas.
Esto último tiene que ver con el predominio, entre las agrupaciones con un perfil político marcado, de los discursos de izquierda, a menudo reivindicados como los únicos que corresponden “naturalmente” a la identidad carnavalera. Se trata de un relato sin duda discutible, pero en todo caso estamos hablando de lo que dicen quienes están sobre el escenario, no de las afinidades o alineamientos, por ejemplo, de quienes integran Directores Asociados de Espectáculos Carnavalescos Populares del Uruguay (Daecpu). Sea como fuere, parece muy probable que la percepción de hostilidad gubernamental refuerce el mensaje opositor de algunas agrupaciones.
Hasta mañana.