Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

El país es uno solo y las tareas de gobierno exigen una visión integral, como queda de manifiesto con el grave problema actual de la sequía.

Las declaraciones de emergencia agropecuaria se han sucedido desde 2020. El compromiso con medidas contra el cambio climático no es solamente una necesidad vinculada con organismos internacionales y preocupaciones ajenas, y las tareas del Ministerio de Ambiente son cruciales.

Por otra parte, la disposición del Poder Ejecutivo a aliviar las dificultades del sector agropecuario es cuestionada, en comparación con las políticas para otras áreas de actividad, especialmente la turística. “Hay una seca y enseguida salen a proteger a los que han ganado millones y millones, [pero] en vez de reinvertir esa plata que ganaron, piden que les puenteen los pagos”, dijo a la diaria el secretario del Sindicato Único Gastronómico y Hotelero del Uruguay (Sughu) en Maldonado, Óscar Andino.

El contexto de las declaraciones de Andino es conocido. En 2021 y 2022 los grandes exportadores agropecuarios lograron resultados sin precedentes, debido a una coyuntura internacional con niveles extraordinarios de demanda y precios, que está llegando a su fin sin que se haya verificado el prometido “derrame”, con un notorio aumento de los depósitos bancarios, sobre todo en las cuentas que ya tenían mayores fondos.

La actividad turística recibió golpes muy duros debido a la restricción de viajes por la pandemia de covid-19, y sus pérdidas se estiman en unos 2.900 millones de dólares. El Sughu ha reclamado sin éxito una declaratoria de emergencia, con medidas paliativas para los trabajadores del sector, pero en opinión de Andino “hay diferentes varas para medir” y el gobierno actual apoya ante todo a los agroexportadores porque son el sector al que “representa” y “del que se siente parte”.

La grave situación del sector turístico y el daño acumulado en estos años no se van a revertir porque haya un buen nivel de actividad en la primera quincena de enero, que es siempre la mejor, pero el subsecretario del Ministerio de Turismo, Remo Monzeglio, creyó pertinente declarar con entusiasmo, ya el 2 de enero, que el comienzo de temporada de este año era el mejor que había visto en cuatro décadas.

Cuando las papas quemaban debido a la gestión de Germán Cardoso como ministro de Turismo, Monzeglio aclaró que su única tarea preestablecida era la de suplir al titular en forma ocasional, que no tenía personal a su cargo y que sólo se ocupaba de lo que Cardoso le había delegado: la “conectividad aérea; el trato con las compañías y operadores de cruceros; los pasaportes sanitarios y la licitación de los hoteles con casino”.

De todos modos, tiene una larga trayectoria en la hotelería, tras los pasos de sus abuelos y su padre. La cuestión es que, como jerarca estatal, debería haber aportado algo más que sus impresiones personales, y luego reconoció que es “imposible” llegar este año a los niveles de actividad prepandemia. Acotó, quizá como discutible consuelo, que “la masificación del turismo no siempre es buena”.

Hasta mañana.