Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
Una gran cantidad de personas están decididas a votar por el Frente Amplio (FA) en las elecciones del año que viene, con independencia de cuáles sean sus propuestas y sus candidaturas. Para una parte de ellas, el principal motivo es su identidad frenteamplista, y para otra parte, la voluntad de que no vuelva a gobernar el actual oficialismo.
Esto no tiene nada de novedoso o extraordinario, y hay un bloque semejante del otro lado, que votó en 2019 y votará en 2024 a integrantes de la actual coalición de gobierno por razones de identidad política o porque no quiere que vuelva a gobernar el FA.
La cuestión es que ninguno de estos dos bloques reúne de antemano a una mayoría capaz de asegurar el acceso a la presidencia en 2025.
En una franja de la ciudadanía crucial para el resultado, que no abarca sólo a quienes tradicionalmente se mantienen indecisos hasta poco antes de los comicios, sí pesarán mucho las candidaturas y las propuestas, además de otros factores más coyunturales, relacionados con errores y aciertos en el curso de la campaña.
Las propuestas y las candidaturas, que se irán definiendo durante este año y el próximo, importan obviamente por sí mismas, pero también porque son la clave del resultado electoral de 2024.
Desde un punto de vista racional, pocas dudas caben de que lo más lógico es definir primero qué se le quiere proponer al electorado, pero es bastante habitual que se invierta ese orden y, una vez conocido el resultado de las internas, se construya con rapidez un puente publicitario entre la persona que será postulada a la presidencia y las principales demandas populares.
Por eso resulta saludable que los partidos comiencen a plantear iniciativas y compromisos, como lo hizo ayer el FA. Va de suyo que, tanto en la oposición como en el oficialismo, el trabajo programático no ha concluido y el resultado de las internas del año que viene incidirá, de modo muy legítimo, en el ajuste final de las propuestas y los énfasis, pero siempre es una buena noticia, más allá de que los planteamientos se consideren más o menos acertados y viables, que su base conceptual provenga de las fuerzas políticas como tales.
El FA, en un marco general que enfatiza la contraposición entre un crecimiento económico sin “derrame” y uno con auténtica distribución, eligió seis áreas para una primera aproximación a sus compromisos preelectorales, equilibrando en forma bastante razonable las propuestas que apuntan a revertir políticas del gobierno actual con las que implican prioridades propias.
Unas se centran en problemas no resueltos o agravados desde 2020, como las que tienen que ver con la seguridad pública y la pobreza, especialmente la infantil; otras, referidas a la cultura y el desarrollo sustentable, destacan áreas que no suelen identificarse como prioridades del oficialismo. Tiene algo de las dos cosas los compromisos de realizar una reforma distinta del sistema de seguridad social y encarar la cuestión educativa como parte de las políticas para la juventud.
Es todavía el índice de un libro, cuyo contenido habrá que evaluar cuando se publique. Pero la mayor parte del oficialismo no ha llegado por ahora a esta etapa inicial.
Hasta mañana.