Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
Mariano Arana, fallecido ayer, integró la generación mítica que le dio comienzo al Frente Amplio (FA) y lo sostuvo, contra fuertes vientos y mareas, hasta sus primeros éxitos electorales, pero en aquel cuadro de estrellas también era un jugador distinto, el más parecido a un artista.
Varias generaciones recuerdan sus clases en la Facultad de Arquitectura como una experiencia estimulante y entrañable. Era un gran estudioso pero no un académico solemne; un apasionado de la historia de la arquitectura pero no un custodio de ortodoxias y fósiles, sino alguien siempre interesado en los cambios de calidad y en la calidad de los cambios. Su actividad como arquitecto estuvo fuertemente vinculada al desarrollo del cooperativismo, con realizaciones que merecieron reconocimiento internacional.
La combinación de conocimiento técnico y compromiso con los intereses populares estuvo en el corazón del Grupo de Estudios Urbanos, valiente y fecundo, con el que hizo investigación, docencia y extensión en gran escala durante la dictadura. No era un mensaje entrelíneas con la ciudad como excusa, sino tomarse muy en serio los procesos urbanos, los culturales, los políticos y el significado de la palabra que marca su intersección: ciudadanía.
Es difícil dimensionar hoy lo que significó en las elecciones de 1984, a la salida de la dictadura, la primera candidatura de Arana a la Intendencia de Montevideo. La fórmula presidencial del FA estaba integrada por Juan José Crottogini y José D’Elía, dos figuras que simbolizaban continuidad histórica, con estilos de comunicación propios de los años 60 del siglo pasado. Arana, aunque ya tenía 51 años, representaba un puente fascinante con la juventud y los futuros posibles, en sintonía con la diversidad de sensibilidades y prácticas que habían construido lo más novedoso de la resistencia.
Regalaba entusiasmo, ingenio, sentido del humor y una capacidad insólita para hilvanar discursos que, como los de un maestro del stand up, parecían irse por las ramas más inesperadas pero de pronto, cuando ya el público se preguntaba a dónde quería llegar, retomaban un hilo conductor que no había sido obvio y llegaban a remates contundentes. Le faltaron menos de 15.000 votos para ganar la intendencia, pero su campaña fue un triunfo por sí misma y sembró victorias por venir.
Es difícil encontrar hoy, en el FA o en otro partido, a alguien que sea “candidato natural” al cargo más destacado que está al alcance de la mano, pero dé un paso al costado como hizo Arana en 1989, cuando nadie dudaba de que volvería a postularse a la IM. Propuso que lo reemplazara un médico y dirigente de fútbol sin mucha trayectoria política: Tabaré Vázquez.
Cuando por fin llegó a la intendencia de Montevideo, no fue para él un escalón hacia otras alturas ni la aceptación de un lugar más de militancia, sino el mejor lugar posible para desplegar lo que sabía y amaba hacer. Y la gente se daba cuenta.
Es difícil que alguien, ya con más de 80 años y después de ser senador, intendente y ministro, quiera ser edil y se dedique a la tarea con ganas. Hay que querer mucho a Montevideo, que se daba cuenta y quería mucho a Mariano.
Hasta mañana.