Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
No debe ser fácil para alguien externo ponerse al frente de una organización cerrada, vertical y dedicada al manejo de armas. No lo fue para las personas civiles que debieron hacerse cargo del Ministerio de Defensa Nacional desde la restauración democrática hasta hoy: tuvieron que dirigir a unas Fuerzas Armadas que, por un lado, venían “empoderadas” tras ser las principales ejecutoras –aunque no protagonistas exclusivas– de un régimen de dominación basado en el terror y, por otro, debían responder por numerosas violaciones a los derechos humanos.
En ese lapso, hemos visto distintas formas de encarar este dilema: la ignorancia activa de Juan Vicente Chiarino, la firmeza distante de Azucena Berrutti, la identificación con los subordinados de Eleuterio Fernández Huidobro, entre otras. El actual ministro de Defensa parece preferir el halago extremo como manera de ganarse la confianza de los militares.
Esa actitud de Javier García podría explicar algunas peculiaridades de su intervención del miércoles en el programa Desayunos informales. Por un lado, se jactó de recibir obediencia total ante cada pedido de información, sin advertir que también confesó que “no aparece” un documento interno del Ejército elaborado en 2005, a pesar de que ordenó buscarlo “dos veces”. En este sentido, no es un dato menor que varias oficinas del Ministerio de Defensa anteriormente ocupadas por civiles hayan vuelto a estar ocupadas por militares.
Por otra parte, García opinó que la falta de avances en el esclarecimiento de las responsabilidades en los crímenes de la dictadura se debe a la mala voluntad de sus antecesores en el cargo. Se trata de una lista larga, que incluye a personas de distintos partidos –incluido el del ministro– y se trata de una comparación que necesita de unos cuantos méritos por parte de quien la pronuncia para ser tomada en serio. Hasta el momento no es mucho lo que puede rescatarse en este aspecto de su gestión, pero tal vez haya que esperar a que dé frutos el aprecio manifiesto de García por sus subordinados.
Hasta mañana.