Hoy es 30 de octubre. Faltan 24 días para el balotaje.
El Frente Amplio (FA) y los partidos que apoyan la continuidad del actual oficialismo ajustan sus campañas hacia la segunda vuelta del 24 de noviembre entre las fórmulas Yamandú Orsi-Carolina Cosse y Álvaro Delgado-Valeria Ripoll. Hasta que no aparezcan nuevas encuestas sobre intención de voto, no sabremos en qué contexto de opinión pública se llevará a cabo el balotaje, y tanto las estrategias como su análisis tendrán un considerable componente tentativo. Es el momento adecuado para dedicarle atención a un factor estructural, que determina algunas aparentes contradicciones en la coyuntura.
El oficialismo basa su autopromoción en que los cuatro partidos que lo integran sumaron más votos que el FA el 27 de noviembre. A este dato se le contrapone otro igualmente cierto: tales partidos serán minoría en las dos cámaras del Parlamento, y tendrían grandes dificultades para gobernar si Delgado llegara a la presidencia de la República.
El contraste entre ambas realidades obliga a pensar si hay algo injusto a corregir en la adjudicación de bancas. Con un sistema de “representación proporcional integral” en el Poder Legislativo tan meticuloso como el uruguayo, ¿cómo pudo suceder que el oficialismo fuera mayoritario en la votación popular pero no quedara con mayoría parlamentaria? La cuestión es que el problema está planteado en términos que ocultan factores claves.
A los efectos de la distribución de bancas, la coalición de gobierno no existe. Hay cuatro partidos distintos, cada uno de ellos con su programa y sus autoridades elegidas en internas separadas. Esos cuatro partidos presentaron sus propias candidaturas a la presidencia y a cada cámara, con una variedad de listas agrupadas en sublemas. La Corte Electoral contó los votos de cada uno, calculó cuántos lugares les correspondían en el Senado y en Diputados y terminará de definir la adjudicación de unas pocas bancas con el escrutinio definitivo en curso.
Si el oficialismo fuera un solo partido, llamado Coalición Republicana (CR), los resultados podrían ser distintos, pero no sabemos cuáles serían. Ese partido tendría que haber realizado elecciones internas en junio para definir sus autoridades y su candidatura única a la presidencia. A fin de lograr los mejores resultados posibles, los actuales cuatro partidos se habrían visto obligados a presentar precandidaturas únicas, perdiendo atractivo ante quienes no prefieren a sus actuales sectores mayoritarios. En cada escala departamental habría pasado lo mismo.
Lo más probable habría sido que en esa interna de la CR ganara la precandidatura de Delgado. Luego, en octubre, no habrían sido candidatos a la presidencia, sino cabezas de listas sectoriales al Parlamento, Andrés Ojeda, Guido Manini Ríos y Pablo Mieres. Cabe suponer que esto le habría restado unos cuantos votos a la CR y que el caudal electoral considerado para adjudicarle bancas habría resultado menor.
El oficialismo debe decidir si prefiere las ventajas de mantener partidos separados o las de presentar un solo lema. Lo que no puede es tener unas y otras.
Hasta mañana.