Hoy es 29 de octubre. Faltan 25 días para el balotaje.
La percepción de lo que ocurrió el domingo se refina y quedan más claras las situaciones en el comienzo de la campaña hacia la segunda vuelta del 24 de noviembre, bastante más complejas que lo sugerido por la impresión inicial.
El actual oficialismo destaca que la suma de los partidos que lo integran fue mayor que la del Frente Amplio (FA). Es razonable que la consigna interna sea crear resistencias hacia la fórmula Yamandú Orsi-Carolina Cosse, para que no gane terreno entre quienes votaron a nacionalistas, colorados, cabildantes e independientes, o entre votantes de fuerzas menores, en blanco o anulados (incluyendo a más de 30.000 personas que sólo pusieron en sus sobres de votación papeletas por reformas constitucionales).
Desde el FA, el énfasis está puesto en que su lema fue el más votado. Como tiene una identidad propia más consolidada que la del “coalicionismo” oficialista, su riesgo de perder votos de la primera a la segunda vuelta es históricamente menor, y la prioridad obvia es conseguir nuevos apoyos.
El peso inocultable de otros factores complica las estrategias. Entre los frenteamplistas se maneja, para depositar esperanzas en el balotaje, el antecedente de 2019, cuando la fórmula Daniel Martínez-Graciela Villar ganó cerca de diez puntos porcentuales en noviembre. Ahora la distancia es mucho menor, pero hace cinco años el FA había perdido una gran cantidad de votos, muchos de ellos recuperables a corto plazo. En las actuales condiciones será más difícil, porque la recuperación ya se dio en gran medida, y una parte considerable de los apoyos a conquistar está en el territorio de los desencantados e indignados con el sistema partidario.
A su vez, Delgado afirmó con entusiasmo en la noche del domingo que los partidos alineados tras él son los únicos que pueden “asegurar la gobernabilidad” en los próximos cinco años, pero una de las grandes objeciones que debe desactivar en la campaña es que, si llega a la presidencia de la República, no tendrá mayoría propia en ninguna de las dos cámaras.
El candidato del Partido Nacional (PN) también aseguró que el actual oficialismo fue “el proyecto político más votado del país”, pero el hecho es que ese proyecto recién se empezó a negociar ayer.
Quedaron además tensiones internas y cuentas pendientes en los dos grandes bloques. En el PN tienen que ver, entre otras cosas, con las debilidades del desempeño de Delgado en la campaña y con su elección de Ripoll como compañera de fórmula. En el Partido Colorado, con la puja por el predominio interno entre Andrés Ojeda y Pedro Bordaberry. En Cabildo Abierto, con los cuestionamientos al liderazgo de Guido Manini Ríos. En el FA, con las posiciones adoptadas ante el proyecto de reforma constitucional sobre seguridad social, las heridas no del todos curadas desde las internas y la estrategia de no arriesgar en la campaña de Orsi hasta la primera vuelta. El manejo prudente de esos conflictos en las próximas semanas será importante para no perder votos y mantener a la militancia propia enfocada y entusiasta en la tarea de ganarlos.
Hasta mañana.