Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
Mientras el presidente electo, Yamandú Orsi, considera la integración de su futuro Consejo de Ministros y otras designaciones en lugares clave, los partidos Nacional (PN), Colorado, Cabildo Abierto (CA) e Independiente recién están comenzando a procesar la derrota en el balotaje. Es muy pronto para que intercambien orgánicamente sobre lo que harán hasta 2029, y sólo se han oído algunas voces individuales, con posiciones bastante diversas.
Varios dirigentes del PN han expresado su voluntad de mantener a la Coalición Republicana (CR) como una alianza estable en la oposición al gobierno frenteamplista, y el exprecandidato colorado Andrés Ojeda, senador electo, dio un paso más allá al plantear que esa alianza debe darse en una estructura orgánica común. Sin embargo, el cabildante Álvaro Perrone, diputado reelecto, coincidió con el líder de su partido, Guido Manini Ríos, al opinar que en 2019 se formó una coalición para gobernar con acuerdos programáticos, y que esto no implica el compromiso de actuar en bloque como opositores desde el año que viene. Además, Perrone comentó que tiene un “excelente vínculo” personal con Orsi.
Al PN le conviene, obviamente, que cuando el Frente Amplio (FA) tenga que negociar para aprobar leyes en Diputados deba hacerlo con el conjunto de la CR, en la que los nacionalistas son el socio mayor. Pero también es obvio que a CA no le conviene actuar mandatado por un partido con el que mantuvo una relación muy accidentada en este período de gobierno.
La CR es por ahora proyecto, sin bandera ni épica propias, lejos de una consolidación equivalente a la lograda en casi 54 años por el FA. Este nació en el marco de un proceso histórico muy particular, que combinó la crisis uruguaya desde mediados del siglo XX, sus consecuencias de profundo conflicto social y el avance del autoritarismo en el contexto de la Guerra Fría.
El frenteamplismo creció mucho desde abajo, en gran medida a partir de la experiencia de unificación sindical, asociada con la defensa de intereses sociales básicos. Fue también un gran esfuerzo por defender la vía democrática electoral, en un contexto mundial y nacional que naturalizaba la violencia política.
Crear la identidad frenteamplista requirió grandes renuncias de partidos que se habían enfrentado entre sí y tenían referencias internacionales contrapuestas. Aceptaron dejar atrás sus trayectorias independientes, postular a la presidencia al general Liber Seregni, que no venía de ninguno de ellos, y constituir organismos de base comunes, en los que podía participar cualquier persona sin el requisito de afiliarse a un sector. Fue una experiencia inédita.
Luego la dictadura convirtió al FA en una “comunidad de sangre”, templada en horrores compartidos y fiel a un líder que se consagró como tal siéndole fiel al frenteamplismo. Todo esto antes de que varias generaciones sucesivas tuvieran como referentes a figuras con enorme potencia como Danilo Astori, Mariano Arana, Tabaré Vázquez o José Mujica, caminando por el llano durante 34 años antes de llegar al gobierno nacional. No es lo mismo que haberse juntado cinco años para ganar un balotaje y perder otro.
Hasta mañana.