Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
Jorge Semprún publicó en 1977 Autobiografía de Federico Sánchez, un libro estupendo sobre su militancia en el Partido Comunista de España. Allí rememora una reunión en el exilio francés en la que alguien le gritó, muy enojado: “¡Te voy a hacer tu autocrítica, camarada Semprún!”. Sin incurrir en una impertinencia semejante, cabe señalar que las primeras reflexiones de dirigentes del Partido Nacional sobre los resultados del balotaje dejan bastante que desear.
No es un problema específico de este partido ni de sus actuales figuras, y pasó también hace cinco años en el Frente Amplio. Cada vez que un resultado electoral desaloja a quienes ejercían el gobierno, hay cierto patetismo en los intentos iniciales de explicación, que a menudo persisten con el paso de los años, sin ser reemplazados por evaluaciones más profundas y por el contacto directo con quienes perdieron la confianza.
Gran parte de las reacciones inmediatas dejan la impresión de que los argumentos empleados sin éxito para convencer a la ciudadanía fueron más eficaces entre los dirigentes. Los oficialismos pasan cinco años empeñados en sostener, con criterios publicitarios cada vez más profesionales, que hacen un gran trabajo y que cualquier resultado insatisfactorio de su gestión debe achacarse a factores externos o a errores individuales aislados, que el colectivo gobernante no podía prever. Cuando el voto popular muestra que la mayoría no creyó en ese relato, rara vez se plantea, aunque sea como hipótesis de trabajo, que quizá el desempeño no fue tan maravilloso.
Hay tres grandes vertientes habituales de la excusa, que pueden coexistir. Una de ellas alega que el oficialismo no supo comunicar bien sus logros; otra, que muchas personas fueron engañadas por la oposición; la tercera, que una parte de electorado “vota mal” por sus propios defectos.
Esta última categoría incluye las quejas históricas de la izquierda contra el “pueblo cornudo”, las más recientes de la derecha contra los “vagos” que quieren ser mantenidos por el populismo, y una gama transpartidaria de acusaciones que abarcan desde la ignorancia hasta la ingratitud, pasando por teorías sobre gente a la que se sacó de la pobreza y, en vez de quedar contenta para siempre, desarrolló nuevas aspiraciones insatisfechas.
Las figuras nacionalistas consultadas por la diaria mencionaron, entre los factores que consideran causales de la derrota, la designación de Valeria Ripoll como compañera de fórmula de Álvaro Delgado, el costo político de la reforma jubilatoria y las debilidades de su defensa, la atención insuficiente de ciertos problemas en el interior del país y la escasa participación de algunos dirigentes en la campaña.
Hubo también quienes anotaron en el debe la ausencia de avances hacia algunos objetivos programáticos, sin asumir que esto se debió simplemente a que no eran compartidos por todos los integrantes de la coalición de gobierno. Nadie habló de la pérdida del poder de compra de salarios, jubilaciones y pensiones durante la mayor parte del período, ni de los escándalos, ni de la percepción de alta inseguridad asociada con los avances del crimen organizado. Así es difícil aprender.
Hasta mañana.