Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
Cuesta evaluar las opiniones del presidente de la Confederación de Cámaras Empresariales (CCE), Diego O’Neill, sobre las perspectivas en el próximo gobierno del Frente Amplio. Por un lado, asumió una disposición razonable al diálogo y la búsqueda de acuerdos, sin descartar su posibilidad ni pronosticar desastres. Por otro lado, reiteró algunas posiciones ideológicas que sorprenden por su falta de vínculos con la realidad, y planteó, al borde de la impertinencia, que Yamandú Orsi debe respaldar a Gabriel Oddone para que este sea “el dueño de la política económica”, como si esa política no fuera a depender de las posiciones del futuro presidente y del Frente Amplio.
Es habitual que los grandes empresarios uruguayos proclamen que hay soluciones sencillas para que sus ganancias aumenten en forma considerable, y se quejen de que los sucesivos gobiernos no las concretan. No queda claro si hacen esto a sabiendas de que reclaman una magia imposible, si les falta formación económica y política, o si la pequeña escala y las particularidades de nuestro país determinan limitaciones impropias del papel que quieren desempeñar.
Una de las demandas recurrentes se basa en la tesis de que el Estado uruguayo cobra impuestos excesivos porque gasta demasiado, e insiste en que, a la inversa, se reduzcan los desembolsos estatales para que disminuya la carga tributaria. Parece que se ignorarara, entre otros datos básicos, que el crecimiento de la economía requiere inversiones públicas mucho más potentes que las actuales para aumentar los niveles de educación, seguridad e integración social. Un país de jóvenes “veinticincomilpesistas”, con aumento de la pobreza y la desigualdad, simplemente no está en condiciones de mejorar su productividad.
Otra creencia llamativa, en el plano internacional, es la referida a la presunta posibilidad de que el Mercosur le permita a Uruguay alcanzar por su cuenta acuerdos comerciales muy lucrativos sin quitarle ninguno de los beneficios a los que acceder en el intercambio regional. O’Neill no registra que el gobierno presidido por Luis Lacalle Pou nunca estuvo ni cerca de ningún acuerdo de ese tipo, e incluso afirma que, “como todos sabemos”, no pudo concretar uno con China porque los demás países del Mercosur se lo impidieron.
Si realmente cree eso, su nivel de desconocimiento de los hechos es alarmante, y más aún si en verdad piensa que “probablemente” el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea se concretó en cierta medida por “la presión” que ejercía Uruguay “al plantear la necesidad de aumentar la inserción internacional” del Mercosur.
En la misma línea, el presidente de la CCE se muestra optimista porque el presidente argentino, Javier Milei, dice que el bloque regional debe “flexibilizarse” y habilitar acuerdos unilaterales. Sobre esto hay que decir que no es aceptable mirar a Milei por el ojo de la cerradura de un interés parcial (que en este caso es, además, ilusorio). Lo que está haciendo en Argentina no sólo es gravísimo desde el punto de vista ético, sino que además crea perspectivas muy perjudiciales para el país vecino, que afectarán también a Uruguay.
Hasta mañana.