Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

En la noche del 30 de junio, cuando Álvaro Delgado habló después de ganar las internas del Partido Nacional (PN), anunció que Luis Lacalle Pou iba a encabezar todas las listas al Senado de esa fuerza política. La noticia quedó en segundo plano por las repercusiones de otro anuncio de Delgado, sobre su decisión de que Valeria Ripoll lo acompañara en la fórmula del PN, pero no cabe duda de que en ese partido se festejó que la popularidad presidencial reforzara sus chances electorales, y a la vista estuvo que la gran mayoría de los sectores optó por imprimir una imagen de Lacalle Pou en sus hojas de votación.

No podemos saber cuánto apoyo ciudadano habría obtenido el PN sin aquel refuerzo, pero el hecho es que no resultó suficiente para mejorar el resultado de 2019 ni para mantenerlo, y que los gestos de respaldo a Delgado por parte del aún presidente tampoco lograron que su exsecretario ganara la segunda vuelta o que estuviera cerca de hacerlo. De todos modos, es un hecho que Lacalle Pou se mantiene como la figura más destacada del oficialismo saliente, y después del balotaje varios dirigentes expresaron su deseo de que asumiera como integrante del Senado, para comandar desde allí a su partido y al resto de la llamada Coalición Republicana (CR). Ayer trascendió que no tiene tal intención, y es fácil comprender sus motivos.

Hay ejemplos de grandes dirigentes que se sacrificaron para fortalecer a sus partidos, pero son excepcionales. A menudo sucede lo contrario, e incluso se ha visto que, desde las alturas, alguien considere que lo mejor para él será también, a la larga, lo mejor para su partido y para el país. Además, resulta muy discutible que el Senado sea el lugar óptimo para que Lacalle Pou fortalezca al PN.

La trayectoria como parlamentario del actual presidente no se caracterizó por su brillo, por su productividad ni por una gran dedicación, y ni siquiera en el período 2015-2019, cuando ya había sido candidato único y se preparaba para serlo de nuevo, desempeñó un papel de liderazgo en primera fila de la bancada nacionalista.

Cuando se aspira a una tercera postulación y una segunda presidencia, no es prudente darles muchas oportunidades a los adversarios externos (o internos). Ser senador es quedar obligado a mantener una actividad asidua e irreprochable. También implica quedar involucrado en debates muy diversos, con riesgos de no ser tratado con respeto, de cometer errores y de perder discusiones. Nada de esto le conviene a alguien que quiere salvaguardar una imagen de triunfador, para ponerla en juego cuando sea oportuno.

No cuesta imaginar que los mismos motivos hayan llevado a Lacalle Pou a la decisión de no presidir el Directorio del PN, y si se forma un organismo estable de coordinación de la CR (que se negó a crear durante este período de gobierno), es probable que su presencia en él sea, en el mejor de los casos, infrecuente.

Lacalle Pou decidirá, a la distancia que le convenga de los debates cotidianos, en qué ocasiones y en relación con qué temas resulta útil para sus intereses realizar intervenciones públicas. Otros se desgastarán cotidianamente, y él aparecerá cuando haya posibilidades de cosechar, si las hay.

Hasta el lunes.