Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Las cumbres del Mercosur suelen ser previsibles, con una temática que no se termina de resolver ni sale de la agenda. La situación es muy distinta en la que se desarrolla en Montevideo, atravesada por complejas tensiones en escala mundial y por la posibilidad cierta de que culmine la negociación técnica de un acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea (UE), iniciada en el milenio pasado.

Esa negociación ha enfrentado firmes resistencias dentro de la UE, vinculadas con los intereses de sectores agropecuarios protegidos. Tales intereses están hoy aliados con los de quienes defienden la inclusión de exigencias ambientalistas en los acuerdos comerciales. Complicando aún más los ingredientes ideológicos del conflicto, la polémica es potenciada por la hostilidad en alza hacia las estructuras burocráticas del bloque europeo, azuzada por partidos de derecha nacionalista. A todo lo antedicho se agregan pujas en escala mundial.

Por un lado está la pulseada entre China y Estados Unidos por la hegemonía planetaria, que muy probablemente se agravará durante el segundo gobierno de Donald Trump. Esto pone a la UE (o por lo menos a quienes la piensan en términos estratégicos) ante la necesidad de reforzar sus vínculos con esta región, para recuperar un poco del margen de maniobra perdido con su alineamiento junto a Estados Unidos en la guerra entre Ucrania y Rusia. Por otro lado está la contraposición entre las tendencias proteccionistas encabezadas por Trump y los impulsos, muy frenados, hacia la globalización económica mediada por bloques y el multilateralismo.

En este contexto vertiginoso se ubican las novedades políticas dentro de los países del Mercosur, que en los últimos dos años cambiaron a Jair Bolsonaro por Luiz Inácio Lula da Silva (el gobernante de la región con más peso internacional, por lejos, y gran impulsor del acuerdo con la UE), a Alberto Fernández por Javier Milei y a Luis Lacalle Pou por Yamandú Orsi.

Esta es la primera cumbre con la presencia de Milei, quien no asistió a la anterior. Está en su naturaleza tratar de ser el centro de la atención, y en los últimos días ha hecho circular que se propone abandonar el Mercosur si este no acepta que cada Estado miembro realice por su cuenta acuerdos comerciales por fuera del bloque, como el que dice que puede firmar con Estados Unidos cuando asuma Trump. Su problema es que tanto la salida del Mercosur como un nuevo tratado de libre comercio (TLC) requerirían aprobación mayoritaria en el Congreso argentino.

Las relaciones de Uruguay con el bloque regional siguen siendo imprescindibles, sobre todo para la amplia gama de actividades sin la envergadura de los grandes exportadores agropecuarios. Representan también un potencial, aún en veremos, de inserción en cadenas productivas con aumento del valor agregado.

Nos conviene, como siempre, cotizarnos por un papel activo e inteligente en la articulación de posiciones, y buscar oportunidades a las que no podemos acceder solos. El gobierno saliente, por el contrario, adoptó una actitud pendenciera, en pos de presuntos TLC que nunca se acercó a concretar. Ojalá que en los próximos cinco años haya más sensatez.

Hasta el lunes.