Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

El próximo cambio de gobierno traerá consigo cambios de orientación en varias áreas, pero en lo referido a la inserción internacional de Uruguay hay que hablar más bien de un regreso al reconocimiento de datos básicos, que el aún presidente Luis Lacalle Pou optó por desdeñar.

Durante los gobiernos del Frente Amplio, desde la oposición se insistió en que la política exterior estaban guiada por “afinidades ideológicas”. Pero luego Lacalle Pou sí impuso una visión determinada por la ideología y sin asidero en la realidad.

En el acuerdo programático “Compromiso por el país”, firmado antes del balotaje de 2019 por los partidos Nacional, Colorado, Cabildo Abierto, Independiente y De la Gente, se afirmó que las “afinidades ideológicas” frenteamplistas habían determinado que Uruguay quedara “encerrado en un Mercosur bloqueado y aislado del mundo”. La solución del problema, según aquel documento, era “trabajar por una flexibilización de las reglas del Mercosur relativas a la búsqueda de otros acuerdos comerciales por parte de los Estados miembros”. Sabemos lo que pasó después.

Lacalle Pou decidió comportarse como si Uruguay estuviera en condiciones de imponerles hechos consumados a sus socios. Con un estilo altanero y agresivo, proclamó que avanzaríamos hacia acuerdos por fuera del bloque regional con o sin el aval de Argentina, Brasil y Paraguay, y le anunció al país que ya estábamos recorriendo ese camino para firmar nada menos que un tratado de libre comercio (TLC) con China.

Además, el presidente actuó como si ello fuera posible sin perder ninguno de los beneficios que el Mercosur le reporta a una gran cantidad de productores, comerciantes y operadores turísticos de nuestro país, en especial a los que no tienen a su alcance la posibilidad de trabajar en forma redituable con otros mercados. El Poder Ejecutivo afirmó que se había realizado un estudio sobre el impacto de un TLC con China, pero nunca lo dio a conocer. Por algo habrá sido.

En todo caso, nunca llegamos a experimentar las represalias de nuestros vecinos, por la simple razón de que ni China ni ningún otro país o bloque estuvo realmente interesado en un acuerdo unilateral con Uruguay. Los anuncios se hicieron humo, las bravatas quedaron al descubierto, el esperado apoyo del gobierno de Jair Bolsonaro a la “flexibilización” no estuvo ni cerca de concretarse, y el resultado fue peor que haber perdido cinco años, porque se produjo un deterioro de las relaciones con nuestros socios.

Quizá lo peor fue que se fomentaron falsas expectativas, y muchas personas (incluso en las cámaras empresariales) se convencieron de que el proyecto ideológico de Lacalle Pou era viable, de que no firmamos un TLC con China porque Argentina y Brasil lo impidieron y de que el acuerdo técnico del Mercosur con la Unión Europea fue producto de la presión ejercida por el actual gobierno. Cuando comenzaron las discusiones en Uruguay acerca de la creación del Mercosur, el gran sindicalista, político y periodista Héctor Rodríguez decía que era inevitable asumir esa perspectiva, porque Uruguay no podía “poner un motorcito fuera de borda en Bella Unión” y dirigirse hacia otro lugar en el mundo. Conviene recordarlo.

Hasta mañana.