Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Una vez más, el oficialismo saliente busca generar hoy un hecho político local a partir de la situación en Venezuela mediante la convocatoria a la Comisión Permanente del Poder Legislativo. Formalmente, el planteamiento es emitir una declaración por unanimidad, pero a nadie se le escapa que la intención central es aprobar una que no cuente con el apoyo de la bancada del Frente Amplio (FA). Si esta acepta calificar de dictadura al régimen que preside Nicolás Maduro, probablemente se le reclamará que reconozca como presidente electo al opositor Edmundo González Urrutia, o que respalde el agregado de algún adjetivo, hasta toparse con una negativa y poder acusar al frenteamplismo de complicidad.

Cuando González Urrutia vino a Uruguay la semana pasada, no se quiso reunir con el presidente electo Yamandú Orsi por “respeto a la transición”, pero desde el oficialismo se sostuvo que Orsi no había querido hablar con él.

Es cierto que el FA no se ha pronunciado como tal sobre lo que ocurre en el país caribeño desde el día posterior a las elecciones del 28 de julio, cuando el Secretariado Ejecutivo declaró que esperaba la publicación “de la totalidad de las actas con los datos desglosados por mesa electoral, elemento fundamental para la transparencia, credibilidad y legitimidad de los resultados de la elección”, y que también estaba “atento a los informes de los observadores del Centro Carter y el Panel de Especialistas de ONU”. Casi seis meses después, sin que las actas se hayan publicado y tras la asunción de Maduro el sábado pasado, lo más suave que se puede comentar es que aquella declaración quedó vieja.

No es ningún misterio que en el FA hay posiciones distintas sobre lo que pasa en Venezuela, pero tampoco lo es que Orsi se ha manifestado al respecto en términos muy razonables, que podrían ser compartidos por el oficialismo saliente si este no intentara sacar réditos menores de un entredicho.

Lo que ha dicho el presidente electo es que si se reduce la clasificación de los gobiernos del mundo a democracias y dictaduras, al de Venezuela le corresponde la segunda etiqueta, pero que esto es una gran simplificación y nos obligaría a decir también que hay dictaduras en muchos otros países. No puso ejemplos, pero aquí podemos acotar que algunos casos obvios son los de China y Emiratos Árabes Unidos, y que el gobierno de Luis Lacalle Pou se ha esforzado por cultivar vínculos cordiales con ambos.

Es extravagante, por otra parte, la idea de que recién el sábado 11 “se consumó un golpe de Estado” en Venezuela, como si hasta el viernes 10 ese país hubiera vivido en democracia. La oposición venezolana plantea esa narrativa para reforzar su demanda de que aumenten las presiones contra el régimen o se produzca una intervención, pero la lamentable realidad es que ya en 2017 el Mercosur suspendió la participación de Venezuela debido a la “ruptura del orden democrático”.

Es indudablemente grave, ante todo para el pueblo venezolano, que las declaraciones, sanciones y mediaciones internacionales no hayan logrado aún facilitar una salida democrática en Venezuela, pero para eso hace falta bastante más que una condena de la Comisión Permanente.

Hasta mañana.