Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
El ministro de Economía, Gabriel Oddone, piensa que sería conveniente disminuir la indexación de los salarios, o sea su ajuste periódico de acuerdo con la inflación. Cada vez que plantea esta idea le salen al cruce dirigentes del movimiento sindical y del Frente Amplio, y obviamente sabe que tiene el viento en contra, pero el debate va a continuar y será complejo, de modo que conviene tener en cuenta las variables que involucra y los intereses enfrentados. A esto apunta una nota de Marcos Soto que publicamos hoy.
Desde que la economía uruguaya entró en crisis a mediados del siglo XX, la puja por recursos escasos determinó, entre otros descalabros, que los ingresos salariales perdieran poder de compra y creciera la desigualdad. La caída del salario real se acentuó mucho durante la dictadura, que fue el triunfo de quienes procuraban ajustes a costa de la gran mayoría de la población. Luego hubo períodos de aumento moderado con caídas intercaladas, nunca estuvimos cerca de recuperar lo perdido y la crisis de 2002 volvió a causar un impacto muy duro sobre el salario real.
Este tuvo una tendencia al crecimiento en los dos primeros gobiernos frenteamplistas, enlentecida en el tercero, cayó al comienzo del mandato de Luis Lacalle Pou, empeoró por la aceleración del ritmo inflacionario hasta 2022 y el regreso a los niveles de 2019 recién se produjo en el año preelectoral.
Lo antedicho significa, entre otras cosas, que la población trabajadora ha tenido más castigos que premios durante cerca de tres cuartos de siglo y que varias generaciones de sindicalistas se han formado en la lucha por correr de atrás a los precios, procurando acuerdos para ajustar los salarios a la inflación. En este contexto, no llama la atención que las primeras reacciones a la idea de desindexarlos sean de firme rechazo.
Por otra parte, como señala Soto, la indexación salarial genera un círculo vicioso. Cuando las remuneraciones aumentan, es habitual que quienes deben pagarlas busquen una compensación subiendo los precios. Esto causa inflación, nuevos aumentos de salarios y así sucesivamente.
Lo ideal sería, por supuesto, entrar en un círculo virtuoso con inflación inexistente o muy baja, mayor inversión y aumentos de productividad trasladados en buena medida a los salarios. Así, además, el Estado recaudaría más con las mismas tasas tributarias y dispondría de recursos crecientes para políticas sociales y de incentivo a la producción. Pero estamos lejos de una situación ideal, y a menudo la inflación se acelera por factores internacionales que el gobierno uruguayo no puede controlar.
Uno de los aportes de Soto es señalar que el círculo vicioso no se debe sólo a la indexación de los salarios, sino también a otros ajustes por inflación, como los de los alquileres o las deudas en unidades indexadas (UI). Inciden también la fuerte dolarización de la economía, la cotización de la moneda estadounidense y el llamado “atraso cambiario”. En la difícil búsqueda de soluciones no habrá sólo razonamientos técnicos, sino también definiciones políticas ante los conflictos sociales; por eso se habla de “política económica”.
Hasta mañana.