Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
Desde fines de los 60 hasta comienzos de los 70 Eduardo Freda condujo un programa infantil de televisión. Aparecía caracterizado como el personaje Pilán, y uno de sus mensajes era “¿Qué hacemos con la basura?”. No es que el déficit de aquellos tiempos permanezca sin solución. En Uruguay, como en muchísimos otros países, el volumen de desechos se multiplicó y sus características cambiaron.
Sucesivas modificaciones del sistema de recolección se han visto superadas, especialmente en Montevideo, a tal punto que la situación es hoy, entre las que debe afrontar la intendencia departamental, la que más preocupa a la población, según las encuestas disponibles. Esto determina, por supuesto, que quienes hacen campaña para quedar al frente de esa intendencia destaquen sus intenciones en la materia.
La mayor parte de la preocupación ciudadana se refiere, obviamente, a los residuos en la vía pública, y las propuestas apuntan en la misma dirección, con cambios en la recolección y, en menor medida, un estímulo al cambio de hábitos en la población. Hay mucho que mejorar en ambos aspectos, pero el problema central no es sólo que el servicio del gobierno departamental tenga ineficiencias o que la gente tenga malas costumbres.
Inciden varios otros factores poderosos, y si no lo entendemos seguiremos reclamando remedios parciales, engañándonos con presuntas soluciones y escuchando de los candidatos lo que queremos oír, sin que la situación mejore significativamente. Al respecto, son muy recomendables varios artículos del edil montevideano Jorge Solari que publicamos en los últimos años, y aquí se señalarán por lo menos algunas de las cuestiones a resolver.
Cada día se venden millones de envases, embalajes, bolsas, bandejas y vasos de un solo uso. Diversos productos de origen extranjero están hechos para usarse durante un período relativamente corto y ser desechados, con materiales de baja calidad y escasa posibilidad de reciclado. Es el caso de los artefactos eléctricos y electrónicos, pero también el de la vestimenta y el calzado, cuyo descarte se ha convertido en una fuente creciente de desechos urbanos. Se reducen costos de producción con aumento de costos ambientales.
Aquí abunda la publicidad sobre compromisos empresariales con el ambiente, pero los resultados son magros, las sanciones brillan por su ausencia y la señalada como culpable es la población consumidora. La clasificación en el hogar puede hacer que muchas personas se sientan bien, sin saber lo que pasa después. Muchos materiales separados terminan en un vertedero porque no existen sistemas para agruparlos, acondicionarlos y recuperarlos, o simplemente porque hacer esto no resulta rentable.
Muchas personas (pero no la mayoría) son responsables de que las calles estén sucias. Se pide represión para las que están en situación de calle, pero no para comerciantes que no contratan los servicios especializados, o para quienes por desidia o con mala intención dejan cualquier cosa en cualquier parte.
Sin tener en cuenta las cuestiones señaladas y varias más, muy conocidas por quienes han estudiado el tema, varias de las presuntas soluciones que se pregonan son ilusorias.
Hasta mañana.